En estos días el expresidente del gobierno español, Felipe González, expresó que Maduro podría terminar en la Corte Penal Internacional de Justicia. Si fuera así, no dejaría de ser afortunado porque en esa institución contaría con las garantías y derechos que su hegemonía le niega al pueblo.
Son diversos y trágicos los casos de mandoneros de hegemonías cercanas y lejanas, que no tuvieron el privilegio de recibir la justicia judicial que ellos violentaron. No voy a entrar en comparaciones o analogías demasiado conocidas, y muchas veces impropias. No quiero que prevalezca la violencia del poder, sino que surja la paz de la nación.
Pero es oportuno recordar que cuando ese poder cierra todos los caminos y se atrinchera en contra de todo el mundo, no puede esperar que su destino sea un lecho de rosas.
Un fraude colosal, un autogolpe, y una represión masiva, no pueden pasar por debajo de la mesa. Y deben ser encaradas con toda la fuerza de la verdad y el derecho, en sus distintos dominios.
Esto lo saben bien quienes se sustentan en el poder por la imposición. Y si no lo saben, es bueno que lo sepan: no hay continuismo que valga en contra de la soberanía popular y en contra de los valores del sistema democrático internacional.
La profecía de Felipe González no es ominosa para los que se empeñan en negar la Constitución y la realidad a través de la violencia. En todo caso, es una mejor alternativa a otras que sólo los mandoneros del poder aprecian y usan de manera inhumana.