Los Estados grandes hacen que la gente no crezca, dijo Deirdre McCloskey

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La académica liberal estadounidense, que transicionó a los 53 años, afirma que Trump se postula a las elecciones solo para librarse de ir a prisión. Por eso su voto en noviembre será para Kamala Harris. Deirdre McCloskey, economista estadounidense, en la fundación Rafael del Pino en Madrid, en mayo.

Historiadora, economista y experta en literatura, Deirdre McCloskey (Ann Arbor, Míchigan, 81 años) se santigua cada vez que menciona a Adam Smith. Es una liberal de tomo y lomo (y también muy bromista). Dio clases junto a Milton Friedman y es autora de Por qué el liberalismo funciona (Deusto, 2020) o Déjame solo y te haré rico (Guillermo Escolar, 2021), entre otros. Pero McCloskey, que ha figurado varias veces como candidata al Premio Nobel de Economía, fue seguidora de Marx en su juventud. Lo suyo son los contrastes radicales. En la cincuentena decidió asumir un cambio de género (estaba casado y tenía dos hijos cuando transicionó). Y del agnosticismo ha pasado a ser una ferviente discípula de la Iglesia episcopal.

La cita es en la Fundación Rafael del Pino. Su voz, que intervino varias veces en el intento de suavizarla, suena metálica y rasposa. Se le atascan ciertas palabras (es tartamuda) y no rehúye ningún tema. Comparte con dolor que sus hijos han roto todos los lazos con ella y no conoce a sus nietos. Es optimista acerca del futuro de la humanidad. Para ella, el Estado es el gran enemigo (la entrevista se ha actualizado con dos preguntas contestadas por McCloskey por correo electrónico).

Pregunta. Usted se santigua cuando menciona a Adam Smith. ¿Por qué lo hace?

Respuesta. Le tengo en muy alta estima. Fue algo así como el fundador de la economía. Hay precursores en Francia y España, pero él reunió la información y en 1776 escribió La riqueza de las naciones. Era un liberal feroz, a lo largo de toda su vida se opuso a la esclavitud y muchas otras cosas. Y me gusta de él que era divertido. Hacía bromas. Bromas del siglo XVIII. ¿Te cuento algo curioso? Su padre era agente de aduanas. Y durante los últimos 10 años de su vida… ¡él también!

P. Una sorpresa por parte de un defensor de la supresión tributaria.

R. Pero entonces los gobiernos eran pequeños, de un 5% de la riqueza total. Ahora en España, Estados Unidos, Francia…, por donde quiera que vayas, los Gobiernos tienen un tamaño del 50%.

P. ¿Puede explicar por qué cree usted que cuanto más pequeño un Estado, mejor?

R. Los Estados grandes hacen que la gente no crezca. Uso otra palabra para definir al liberalismo: adultismo. A mí me gustaría que todos fuéramos adultos maduros, y no niños todo el tiempo. Algunas familias funcionan así, especialmente en España. Los niños y los nietos viven al lado del padre. Está bien, a escala reducida funciona. Pero no para 50 millones de habitantes.

P. Usted defiende un liberalismo humanitario. ¿En qué consiste?

R. Como liberal, adoro a los individuos. Me encanta la gente. En otros movimientos políticos existe la tendencia a amar a ciertos grupos de la población. A los blancos, pero no a los negros. A los cristianos, pero no a los judíos. También soy humanista en otro sentido de la palabra: académicamente. Cuando tenía 30 años estudié literatura y he impartido clases. Soy una convencida, como afirmaba Keynes, de que alguien que es solo economista no puede llegar lejos.

P. No le gusta la palabra capitalismo. ¿Puede explicar por qué?

R. Da la sensación de que todo el mundo se hace rico por la acumulación de la riqueza. Es lo que creían Marx y Adam Smith, pero no creo que esta idea sea válida hoy en día, por eso soy partidaria de cambiarle el nombre. La pura acumulación del capital no nos hace ricos. ¿Te serviría de algo tener seis coches? En 1800, en España se vivía con dos euros al día. Hoy la cifra es de unos 100 euros diarios. Esta completa transformación se da por la innovación. La ensayista Virginia Postrel lo llama dinamismo. Yo lo llamo innovismo. La palabra capitalismo simplemente nos lleva al error.

P. Usted cree que el liberalismo adonde tiene que llegar para convencernos es al corazón. ¿Con qué argumentos?

R. Fui un cantante de folk en los años sesenta, me sé todas las canciones sociales de la época. Las cantaba, ahora por desgracia ya no puedo hacerlo. Apelar al corazón como hacen las canciones es crucial. Si eres un socialista, tienes que tener un apego al socialismo. Si eres fascista, tienes que amar al líder. Pero el liberalismo… es demasiado razonable. No es apasionado. Tenemos que dejar de decir el libre mercado es bueno porque logras un aumento del 10% en tus ingresos. Es cierto, pero no conmueve.

P. ¿Por quién piensa votar en las elecciones a la presidencia?

R. Por Kamala Harris. Trump se postula solo para librarse de ir a prisión, no tiene auténticas convicciones políticas. Pero sus asesores sí las tienen, y sus convicciones, expresadas en la retórica descuidada de Trump, son fascistas. ¿Fomentar la violencia como herramienta política? ¡Hecho! ¿Intentar corromper el sistema legal para aplastar a la oposición? ¡Hecho! ¿Proponer meter a 11 millones de personas en campos de concentración? ¡Hecho! ¿Socavar unas elecciones legítimas al estilo venezolano? ¡Hecho!

P. A usted le gustaba Biden. ¿Cuál es su opinión sobre Kamala Harris?

R. La personalidad importa. Necesitamos líderes virtuosos, al menos mínimamente virtuosos. Incluso sus partidarios reconocen que Trump es un hombre muy, muy malo: mentiroso, tramposo, adúltero, cruel, irresponsable y deshonesto en todos los sentidos. Sus partidarios evangélicos lo defienden como “el vehículo imperfecto de Dios”, en la línea del rey David. Biden y Harris son al menos mínimamente éticos.

Lo que importa para la vida de alguien trans es que las personas, como individuos, la acepten.

P. En los países en los que el liberalismo llega al poder, los políticos, además de tomar decisiones económicas que van en la línea que usted defiende, con una frecuencia abrumadora ponen en marcha políticas sociales muy estrictas, como Javier Milei, que pretende prohibir el aborto en Argentina. ¿Qué opina usted de esto?

R. Pienso que se ha equivocado. Creo en el derecho de las mujeres a decidir.

P. ¿Cómo es la postura liberal acerca del cambio de género?

R. El liberalismo defiende los derechos individuales frente a los colectivos o los Estados, que cada uno pueda hacer lo que quiera. Si alguien quiere tener un arma para disparar a la gente hay que frenarlo, pero si lo que quiere es llevar una falda, déjenla en paz. Esa es mi experiencia en el movimiento liberal. No tienen problemas con lo que he hecho. Por cierto, que muchos de ellos son gais. Yo era un hombre heterosexual, estaba con la mujer de mi vida… En fin. Una vez transicioné mi madre le dijo a mi hermana: “Puedo entender que se cambiara de género, pero lo que no entiendo es que decidiera hacerse cristiana” (risas). Era atea. Y muy divertida.

P. De la cultura woke vienen muchas de las voces que defienden a las personas trans. ¿Qué opina acerca de este movimiento?

R. Es deseable mantenernos despiertos. Lo woke nos recuerda que EE UU tiene un problema con la raza. A veces pueden resultar irritantes, pero es que realmente tenemos un problema grave con la raza. Hay otras derivadas woke que no me hacen gracia, como son las feministas transexcluyentes. Lo que importa para la vida de alguien que es trans es que las personas, como individuos, la acepten.

El País de España

 

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