Definitivamente Latinoamérica esta pariendo un corazón. Cada día vemos asomar, posicionarse, gentes con nuevos ideales, valientes, capaces de romper esquemas. En este proceso de renacimiento Venezuela ha sido un acicate, una punta de lanza que ha movido los sentimientos y las razones en toda Latinoamérica. El nombre de María Corina resuena por todo este territorio, un nuevo continente que espanta los poderes irracionales de las armas, los tráficos con la gente y la corrupción como fuente de riquezas para sectores inescrupulosos. Los venezolanos, colombianos, uruguayos, argentinos, salvadoreños, paraguayos, ecuatorianos se levantan y luchan por un mundo distinto, sin sometimientos, solo imponiendo lo imponderable, el regalo divino de ser, seres humanos.
No podemos medir la energía que nos invadió cuando vimos a personas como el gobernador del Zulia, Manuel Rosales, ante el TSJ junto a Simón Calzadilla y José Cartaya, representantes de MPV y MUD, respectivamente:
«Junto a José Cartaya de la MUD y Simón Calzadilla del partido MPV, representantes de las tarjetas que apoyaron la candidatura de Edmundo González en las elecciones del 28 de julio, nos encontramos en el Tribunal Supremo de Justicia, acudimos a la citación de la Sala Electoral y estaremos presentes en cualquier lugar que sea necesario hasta lograr que se respete la voluntad mayoritaria del pueblo».
Al lado de la valentía de estos venezolanos, desde el sur al norte aparecen figuras como Luis Lacalle Pou con un lenguaje y una naturalidad que muestra la vieja sabiduría del pueblo uruguayo, un gobernante que actúa como un ciudadano común. No necesita charreteras ni condecoraciones en el pecho para avanzar a las mejores cosas que pueden pasarle a su país. Desde ese ejemplo admirable de sentarse con sus amigos en la acera de una calle de Montevideo actuando como lo que es, un ciudadano y un demócrata, una persona educada que sabe y comprende lo que es un ser humano, a quien sirve, declara: “Es evidente. Rompe los ojos que es una dictadura, en Venezuela no hay elecciones libres. Hoy nos enteramos de personas detenidas injustamente”.
A su vera aparecen otros dirigentes con una cara distinta, imperfectos pero sinceros, buscando el mejor camino y valorando que todo puede cambiar, que el camino para que Latinoamérica sea un territorio de libertad está ahí, por primera vez expuesto, abierto a la aparición de estos nuevos líderes surgidos de lo más profundo de sus mundos. Vemos cada día la aparición de estos liderazgos distintos, en pleno proceso de transformación, un Milei cuyo norte es liberar a la inmensa Argentina de los falsos dioses peronistas y comenzar a lavarle la cara a ese gran país que puede ser líder del mundo y protagonista de una nueva civilización. Cada día oímos a Nayibe Bukele en su afán de marcar una nueva senda para su país desde su llegada a un territorio donde reinaba la violencia, la pobreza, la formación de caravanas de migrantes desesperados que avanzaban en búsqueda de una difícil y peligrosa entrada en el norte, en el mundo del trabajo y la riqueza. En Ecuador aparece Daniel Noboa abriendo un nuevo tiempo para ese hermoso país de la mitad del mundo. Comienza su lucha sin tregua contra la corrupción, contra el desprecio al ser humano y va avanzando.
Pero, quizás uno de los episodios más fuertes que estamos viviendo es la transformación de Gabriel Boric, un hombre sincero, difícil de engañar, ni siquiera el poder territorial inmenso del presidente de Brasil, el viejo Lula, pudo traerlo a compartir posiciones ambiguas, a tratar de encontrar salidas falsas ante la conmoción que está confrontando Venezuela. Recibe la visita-presión de Lula y reacciona como un ser humano responsable, levanta la mirada y califica la situación venezolana como lo que es, un viejo intento de imponer una dictadura militarizada, violenta que desconozca la fuerza de un pueblo que se lanza a las calles y marcha pidiendo libertad. Boric nos muestra un nuevo ser humano, un hombre joven que tiene las capacidades y la fuerza moral para avanzar, seguir aprendiendo, desechando dogmas y centrando todas sus fuerzas en lo que considera su verdad. Boric no es un izquierdista cualquiera, lejos de afanes de venganza, de destruir a los otros, es un joven político con el mundo abierto para aprender e internarse en lo que significa construir sociedades cuyo eje sea al ser humano y no un sistema de normas castradoras, siempre buscando enemigos, empeñados en una derrotada lucha de clases. «Chile no reconoce los resultados de las elecciones de Venezuela. No muestran las pruebas, es un fraude. ¿Por qué no lo hacen?».
No podemos negar que Venezuela se ha convertido en un factor emulsionante. El pasaje del pueblo por la amarga experiencia chavista cargada de odio y destrucción está actuando y despertando conciencias. María Corina recorre el país y contacta a las personas, no ofrece dádivas, nuevas formas de reparto, cruza los caminos abrazando a los que sufren, a los que han perdido a sus familias, a los que han visto fracasar sus esperanzas en el futuro.
En Latinoamérica podemos sentirnos orgullosos, está en marcha, viva y fuerte una nueva generación de individuos, hombres y mujeres, nuevos líderes que han aprendido una amarga lección histórica, ninguna nación puede avanzar hacia la búsqueda de la felicidad a partir de la destrucción, de sólo ver la cara al enemigo y olvidarse deque el ser humano es el único ente sobre el planeta que tiene la oportunidad de construir, de poner nuevas cosas en la realidad y que esa es su energía fundamental. ”El único ente sobre el planeta tierra que es capaz de cambiarse a sí mismo”.
En Venezuela las caretas se han caído, recalcamos el aprecio a personas como el gobernador del Zulia, el dirigente Simón Calzadilla, personas valientes que no temen asumir posiciones de defensa de la verdad, descubrir las falsas operetas como la orquestada por el tribunal supremo de Venezuela que ha caído a los profundos abismos de complicidad y mentira.
El papel histórico del nuevo liderazgo venezolano ha sido derrumbar las caretas que ocultaban las miserias de Gustavo Petro, la deshumanización de López Obrador que no ve más allá de lo que su cansada mente y ojos le permiten ver y el liderazgo confuso de Lula, que al final no sabemos qué representa, un disfraz para ocultar aspiraciones de imposición de viejos clichés comunistas o quizás la de un hombre que aprendió que su camino no era el mejor para ese gran pedazo de continente como lo es Brasil. Una tierra de oportunidades que merece otro tipo de liderazgo, uno que resalte sus grandes ventajas como el territorio inmenso que es.
Los venezolanos podemos sentirnos orgullosos, en el medio de la mitad del camino hacia la libertad estamos develando mentiras y descubriendo los verdaderos rostros de un liderazgo que entra en fase de descomposición y otro que emerge fundando sus energías en una nueva versión del latinoamericano. No más cantar al jibarito triste que lleva su precaria carga a un mercado que le da la espalda, ahora se trata de acumular fuerzas, conocimientos y voluntad de poder.
En el mundo entero, en los mejores centros de estudio se avanza a reconocer la importancia de un nuevo concepto de ser humano que va más allá de las disquisiciones limitadas de la razón, que descubre como lo han hecho algunas sociedades: Dinamarca, Noruega, Finlandia, que los seres humanos son los verdaderos actores de sus vidas, los que definen el camino y luchan por encontrarlo, como repetía Albert Einstein: “El ser humano ha recibido un legado divino que es la intuición, su esclavo es la razón. Hoy lo divino está sometido a la esclavitud”.
Estos nuevos tiempos solo pueden ser de oportunidades para todos, para los que visten uniformes de ejércitos que aún se quedan postrados acatando órdenes de reprimir, para los que aún creen que la historia es solo una guerra de unos contra otros y que sólo triunfan los que tienen las armas más poderosas. Esta nueva etapa de la historia de la humanidad, si de alguna manera podríamos llamarla, es el tiempo de las oportunidades de “ser”, de expandir ese milagro de existir, de tener conciencia, de aquilatar la fuerza inmensa que representa poder cambiar, cambiarnos y comprender que no existen designios negativos que encierren al ser humano en pozos infernales donde jamás sale el sol. El gran encuentro para la humanidad que empieza en Latinoamérica está brotando no solo en los sitios cerrados de estudio, está emergiendo de los lugares más pobres, los espacios donde la gente se victimizaba, se sentaba a esperar a un benefactor que siempre los pondría a su servicio. Quienes hoy marchan por las calles de Venezuela son los más pobres, que poderosamente han dejado de vivir como víctimas y hoy saben que pueden cambiar al mundo si así lo deciden. “95% de los detenidos en Venezuela son gentes de las zonas populares más pobres”.
Agradezcamos a la vida y a Dios la oportunidad de asistir a este renacimiento de nuestra amada Latinoamérica, donde pueden convivir en armonía la razón, el corazón y el espíritu, como repite en su homilía el padre Moronta: “Un verdadero católico no persigue a sus hermanos porque piense de manera distinta. Lo que se le haga a un hermano se le está haciendo al mismo Cristo”.