Papel Literario del 18 de agosto de 2024, por Nelson Rivera

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Amigos lectores:

I. Divino temor. Iglesia, miedo y guerra en Venezuela (1810-1814): el libro del joven historiador Carlos Medina Marín, con el que obtuvo uno de los premios de la Bienal Rafael María Baralt 2022-2023, que organizan la Academia Nacional de Historia y la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura. Resultó, al menos para mí, lego en la materia, una de esas lecturas en la que casi todo es nuevo. En la entrevista le pregunté a Medina Marín por Narciso Coll y Pratt (1754-1822), sacerdote español y escritor: “Coll y Prat utiliza la tradición canónica existente para defender lo que se creía sagrado: Fernando VII y a la santa religión. Era un mecanismo legítimo. No olvidemos este otro detalle: la revolución también empezó a “infestar” a religiosos. Aquello era un escándalo. Muchos simpatizaban con las banderas de la república. Lo que ocasionó en el prelado un verdadero dolor de cabeza. Hizo falta aplicar la fuerza del castigo para estas ovejas negras, para que aprendan a no “entrometerse en partidos sediciosos condenados por las leyes divinas y humanas”. La nave eclesial tambaleaba y reflejaba la crisis que atravesaba el colectivo. Esto es lo que se percibe al leer sus Memoriales sobre la independencia de Venezuela: la disputa entre el pensamiento tradicional y los nuevos aires ilustrados, que instauraron a partir de 1811 un proyecto republicano y liberal”. Páginas 1 y 2.

II. Aunque el centenario se cumplió el año pasado, producto de las pertinaces diligencias de José Alfredo Sabatino Pizzolante, quien preside la Academia de Historia del Estado Carabobo, se ofrece hoy un dossier dedicado a la Toma de Puerto Cabello, que tuvo su momento culminante el 8 de noviembre de 1823. Se trata de un capítulo decisivo en la guerra por lograr la independencia. En una operación militar bajo el mando del General José Antonio Páez, las tropas patriotas capturaron la Plaza Fuerte de Puerto Cabello. En la interpretación de numerosos historiadores, esta victoria constituyó el hito final de la confrontación armada.

III. Además de su propia contribución, Sabatino Pizzolante coordinó los aportes de Fernando Falcón V., licenciado en Ciencias y Artes Militares y profesor Titular en la Escuela de Estudios Políticos de la UCV; Ramón Santos Martínez, abogado, sociólogo licenciado en Ciencias Políticas y actual Embajador de España en Venezuela; e Inés Quintero, escritora y miembro de la Academia Nacional de Historia. Los cuatro autores suman sus perspectivas y valoraciones sobre aquellos hechos.

IV. Sin embargo, el dossier todavía ofrece un texto más, Diez notas a manera de epílogo, de Asdrúbal González Servet (1939-2023), escritor, abogado, historiador, Individuo de Número de la Academia de Historia del Estado Carabobo y autor, entre otros, de Sitios y toma de Puerto Cabello (2023). Dice su sexta nota: “La noticia de la toma de Puerto Cabello fue recibida en Bogotá la noche del 6 de diciembre de 1823. El general José Antonio Páez informó al director general de la guerra, Carlos Soublette, y el mismo día 10 de noviembre en que se tuvo la noticia en Caracas, partieron informes a Bogotá. Páez por su cuenta envió una copia del Boletín del Ejército y del Parte de Guerra, al general Pedro Briceño Méndez. Desde Maracaibo y con fecha 20 de noviembre, el general Santiago Mariño informaba a Santander “… tener la satisfacción de congratularme con Ud. por la terminación de la guerra en Colombia a consecuencia de la rendición de Puerto Cabello y por los beneficios que este feliz suceso re portará a la patria”. El dossier va de las páginas 3 a la 7.

V. En Crónica a propósito de una fotografía en BogotáEdgar C. Otálvora, periodista y experto en temas de geopolítica, vuelve a la reunión de 1991, de la Comisión de Asuntos Fronterizos Colombo-Venezolanos, en la que se desempeñaba como Secretario Ejecutivo. Aunque nos hubiese gustado reproducir el retrato del grupo con mayor nitidez, en el texto Otálvora recuerda a los presentes de los dos países, y también a los que no estuvieron presentes, también parte de la comisión. “En 1991 el empresario colombiano Pedro Gómez Barrero, el gran constructor de centros comerciales en Colombia, quien había sido embajador en Caracas a finales de los años ochenta y era en 1991 el principal negociador por Colombia en el álgido tema de la delimitación del golfo de Venezuela, estaba incursionando en el negocio de hotelería. Uno de sus hoteles, llamado La Fontana, fue la sede de la reunión fronteriza a petición de la contraparte colombiana. Situado sobre la calle 127 del norte de Bogotá, aquel hotel estaba demasiado al norte para el gusto de Ramón J. Velásquez quien presidía la comisión venezolana y prefería su familiar Hotel Tequendama. En 1991 La Fontana aún estaba en los límites en los cuales Bogotá dejaba de ser ciudad y corría a convertirse en planicie llena de cultivos de flores para la exportación”.

Acompañé la crónica de un fragmento de un artículo del economista Alejandro Gutiérrez S., publicado en 2017, en el que documenta el auge de los intercambios económicos entre los dos países, entre 1992 y 1998. Ambos materiales están en la página 8.

VI. El más reciente libro de Roberto Lovera De SolaEn el laberinto de la memoria venezolana (Lectura de la breve Historia Política de Rafael Arráiz Lucca) -Editorial Eclepsidra, Caracas, 2024-, fue presentado, recientemente, por la historiadora Diana Sosa Cárdenas. En el texto leído en la librería El Buscón, dice: “La obra es un estudio crítico sobre los tres volúmenes de historia política venezolana de Rafael Arráiz, que abarca desde la Conquista, hasta principios del siglo XXI, exactamente el año 2006. Es una trilogía concisa, pero sin dejar por fuera, ningún elemento importante de nuestro acontecer histórico, con su análisis respectivo. La consideramos de lectura obligada para el inicio de cualquier investigación, y, además, por ser escrita de forma muy amena está dirigida a todo público. Cabe añadir que cada tomo puede ser leído con total independencia”. Página 9.

VII. La lectura que nos entrega Jairo García Méndez está dedicada a Juan Antonio Sagrestáa. Un impresor del siglo XIX, biografía que José Alfredo Sabatino Pizzolante dedicó al polifacético: Sagrestáa (1830-1902) fue periodista, creador de diarios y revistas, impresor, político, promotor de instituciones culturales, traductor de Eugenio SueVíctor Hugo y Alejandro Dumas al español, y más. “La vinculación de Segrestáa con el mundo de los libros y el mundo editorial, le sirve al biógrafo como hilo conductor de la historia de este hombre riguroso, lleno de gran voluntad y disciplina en sus emprendimientos empresariales y proyectos con fines colectivos en los cuales se involucra. Una voluntad de hierro, una gran capacidad para aprender y evolucionar, un gusto por la excelencia y una gran sensibilidad por la belleza y la literatura, que tuvo sus manifestaciones desde muy temprano en su vida: a los diez años se hace acreedor del primer premio en literatura y gramática”. Página 10.

VIII. El jueves 15 de agosto el Papel Literario cumplió 81 años. Lo anoto aquí como antesala a mi manifestación de gratitud hacia todos ustedes, que nos acompañan y siguen las inquietudes de las que nos ocupamos semana a semana.

 

Aviso: El PDF del Papel Literario no circulará el domingo 25 de agosto. Volvemos el 1 de septiembre.

Nelson Rivera.

 

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