Ocurrió lo predecible, el gobierno optó por profundizar su error, y el Tribunal Supremo de Justicia –bajo su control absoluto-, contrariando su propia jurisprudencia; la opinión de diversos organismos internacionales; gobiernos y personalidades; así como la vocería de expertos de las universidades más prestigiosas, terminó por usurpar la competencia, exclusiva y excluyente del Consejo Supremo Electoral.
No es creíble la ¨sentencia¨, y actuando con premura inusitada, ni siquiera cubrieron las formas para atender la recusación intentada por el ex candidato presidencial Enrique Márquez, pero sí acudieron solícitos a complacer al Presidente Maduro, y ¨certificar¨ el veredicto que Amoroso como ¨genio de las matemáticas¨, ya había adelantado con el 116% de los votos; sin Actas; con apenas el 80% de la totalización, según él. Sin auditorías, ni prueba alguna.
Todo el mundo sabe lo que realmente pasó el 28 de julio, y hubiera sido muy sencillo si el CNE como poder autónomo, reconocido así en la Constitución, hubiese cumplido con su deber. Está en el aire la pregunta. Dónde están las Actas; por qué nunca las exhibieron; el Plan República las tiene también en su poder, ¿y por qué las esconden?
Obviamente porque la derrota ha sido monumental, y no quieren aceptarla, pero así no es el juego. Si aceptaran las reglas de la competencia, por cierto, desiguales y abusivas (a su favor) durante toda la campaña, entenderían que en política se pierde y se gana; y perder una elección no es el fin de la historia. Pero de ahí a cometer semejante despropósito no tiene parangón en ningún otro proceso previo.
Ahora toca buscar caminos para corregir, y retomar la sindéresis perdida por el extremismo que a nadie conviene.
Se hace necesario buscar mecanismos de intercambio; tender puentes para el entendimiento, y la negociación que permita reconstruir acuerdos. Ampliar los escenarios, y los actores, y no circunscribirse solo a los bandos en pugna.
El país es de todos, y a todos nos interesa encontrar formulas de concordia y reencuentro para viabilizar la gobernabilidad extraviada. De lo contrario, todos los factores de la cotidianidad relativos a la economía; los servicios; el salario; el empleo; la producción, y también –como no- la tranquilidad ciudadana, se habrán destruido por largo tiempo. Eso no le sirve a nadie.
Es muy necesario profundizar la idea de ampliar los escenarios y los interlocutores; bajar las tensiones, y la diatriba, para aproximarnos a la discusión calmada; racional, y constructiva, y si para ello es menester invitar a organizaciones internacionales, y personalidades de reconocida trayectoria e imparcialidad, bien vale la pena.
El país merece el desarrollo en medio de un ambiente de paz social, para la construcción de la gobernabilidad perdurable. Es imprescindible la coexistencia pacífica, libre de retaliaciones, y venganzas. Un equilibrio garantizado; negociado, y mutuamente aceptado bajo el respeto y apego a la Constitución de todos. Una transición ordenada, y garantista de respeto recíproco.
Hay que evitar a toda costa una nueva oleada migratoria descontrolada, e indeseada por los vecinos geográficos cercanos, y también lejanos, con los problemas socioeconómicos; demográficos; de servicio, que generaría sin dudas.
Estamos a tiempo para frenar las consecuencias deletéreas de lo que sería imponer por la fuerza institucional; militar, y policial, lo que a todas luces no existió en las urnas electorales. Promover una amnistía general, y garantizar la paz para reconstruir la democracia. Hay un claro ganador de las elecciones presidenciales del 28 de Julio, y es el Diplomático Edmundo González Urrutia; hombre de bien, dispuesto como ha dicho reiteradamente a la negociación.
Es él quien debe encabezar las conversaciones con el gobierno del Presidente Maduro, y los garantes que todos los bandos acepten, así como la ampliación de voceros de todos los sectores, para incentivar el proceso negociador que firme los acuerdos de gobernabilidad, y construya la transición democrática, pacífica que todos deseamos y a todos conviene por la salud de la República.
Amnistía total; libertad incondicional de todos los presos de conciencia; acuerdos de gobernabilidad, y garantías de coexistencia pacífica, sin odios, ni venganza. Firmemos la paz. Es justo y necesario.
@romanibarra