Adelantamos algunas consideraciones y reflexiones ante la pretendida disposición de un reducido grupo de trasnochados ideólogos; lo que ellos creen que constituye – todavía- un inacabable discernimiento dilemático.
Insisten en revivir en el presente tramo epocal una cartografía socio-política que ya el mundo desplazó hace rato.
Tales extraviados “pensadores” aspiran forzar la vigencia disyuntiva de dos mundos posibles, dos filosofías ante la vida que las hacen por irreconciliables en estos tiempos que transcurren. Ubican en dos parcelas diferenciadas a lo que una vez fue la derecha y la izquierda. Ya ese esquema político quedó preterido, desactualizado.
Resulta tamaña ociosidad debatir sobre fricciones entre sistemas políticos de derecha o de izquierda, cuando el énfasis debe marcarse en otras más actuales caracterizaciones
Pensábamos que tales discusiones habían sido clausuradas, porque ahora es posible sintetizar (reunir) ambas líneas de discernimientos en un instrumento teórico-práctico más engrandecedor y viable.
Las ideas para las sociedades en la actualidad se densifican en otra dirección y propósitos; sin embargo, todavía conseguimos voceros que siguen anclados y leyendo en ruinosos manuales con la indisimulada intención de retrotraernos otra vez a un mapeado de disyunción sociopolítica sin justificación aparente, que ha sido desplazada ampliamente; porque el mundo está leyendo y analizando la realidad con otras claves enunciativas.
Comencemos por volver a desanudar este asunto, que para tantos se hace deseoso y necesario.
Sin rehuir a los planteamientos y sin opacidades al momento de dar sus antecedentes. Digamos entonces que cada etapa de la humanidad tiene su específico vehículo sujeto liberador. Lo que se ha dado en llamar la vanguardia.
Siempre ha habido movimientos vanguardistas. Lo que hay es que saberlos ubicar y distinguirlos, para contextualizar los desenvolvimientos y los hechos históricos; con la debida advertencia que lo se conoce como “la vanguardia” puede llegar a presentarse inasible, difusa, plural.
Cuando Marx y Engels determinan en el Manifiesto Comunista (1848) que el “sujeto liberador” es la clase obrera, tal vez –duda razonable mediante— llegó a ser una interpretación correcta en su momento, por cuanto dentro de las clases sociales que estaban en movimiento –para la“previsible revolución”– la clase trabajadora conformaba el estrato social que padecía las mayores explotaciones.
Una pregunta adelantada: ¿tiene sentido insistir con tal posición?
Serias sospechas tenemos que son múltiples los sujetos liberadores que en la actualidad recorren al mundo. A veces identificados y/o diferenciados entre ellos mismos. Cada uno aporta determinadas aproximaciones teóricas y prácticas para la resolución de problemas en el ámbito de que se trate: económico, social, cultural, político etc.
La cosa es resolver rápido y de la mejor manera posible (pragmatismo le dirán no pocos).
Estamos en presencia de una “vanguardia multifacética”, que no se contiene ni se contenta con una específica mirada. Maffesoli lo llama “el descentramiento del sujeto”; y nosotros no tenemos la intención de socavar su exquisita inspiración.
Da lo mismo narrar desde el centro o insinuar ciertos criterios desde la periferia.
Son tantos los sujetos individuales o colectivos que analizan y proponen las situaciones objetivas, que explican con aciertos las posibles vías de liberación.
Exponer que sólo la izquierda asume los designios liberadores de la humanidad es hablar de modo obtuso; como también será una torpeza mayúscula arrogarse por parte de la derecha la exclusividad de redención.
Hoy han aflorado grupos espontáneos por todas partes que no llevan una particular impronta ideológica y han tenido el atrevimiento de proponer y hacer cosas: Ecologistas, defensores de los derechos humanos, feministas, impulsores de la ciudadanización, preservadores de la vida de los animales, indigenistas, etnicistas, de la diversidad sexual, defensores de las plataformas tecnológicas, proponentes del decrecimiento sustentable (Latouche y Georgescu-Roegen dixit) como opción de futuro; en fin, un gentío in-corporado socialmente a aligerar la vida sin que prele en ellos una Razón ideológica previamente. Nunca de etiquetan, por anticipado, de derecha o de izquierda.
Por eso, señalamos que luce anacrónica la reiteración de esa nomenclatura.
También con la intención de formular algún contraste indirecto frente a cualquier ideología diremos que la democracia, con la que nos regustamos a pesar de sus errores e imperfecciones, no sólo queda definida como forma de organización política sino en tanto modo de convivencia y estructuración social: menos vertical, con búsquedas más igualitarias (que no igualación) de las relaciones entre sus miembros; que aunque sean disímiles los planos políticos escogidos por la gente para participar prevalecen el respeto y la tolerancia hacia el otro.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua – abrahamgom@gmail.com