Cuando Abraham Lincoln destacó que “la democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo ” quiso dejar muy claro que es responsabilidad de los ciudadanos elegir a sus gobernantes para que éstos trabajen por el bienestar común en nombre de ese colectivo que los eligió. Pareciera simple esta frase, pero el capricho de quien detenta el poder, muchas veces, atenta contra ese precepto en la práctica, generando un grave deterioro a la propia democracia.
El pueblo es el depositario legítimo de la soberanía para decidir, a través del voto, quién debe ser su gobernante por un periodo de tiempo contemplado en la Constitución de la República, concebida ésta como el contrato social. De manera que la soberanía popular encarna el poder constituyente que debe ser respetado por todas las instituciones del Estado, las cuales representan el poder constituido. Así debe funcionar la dinámica de un Estado de Derecho anclado con poderes plenamente autónomos.
Tal concepción republicana no ocurre en Venezuela, al juzgar la reciente sentencia de la Sala Electoral que acaba de pisotear la voluntad de los venezolanos expresada en la elección presidencial del 28 de julio. Esa situación representa un elevado costo político para la clase política que pretende perpetuarse en el poder y, en consecuencia, generar más conflicto social que no le conviene a este convulsionado país.
Lo cierto es que a estas alturas nadie se cree el cuento contenido en la mencionada sentencia. Todo el mundo sabe quién realmente ganó en esa elección. Hasta los propios seguidores del oficialismo están conscientes de ello y, por temor, mantienen silencio. Es como dice el refrán popular “lo que está a la vista no necesita anteojos”, aunque el CNE se niegue a mostrar las actas por cada mesa.
Por supuesto, el oficialismo intenta opacar tal verdad con anuncios de megaelecciones para el 2025. Es una táctica que solo la creen los ilusos. Pero, en realidad, como solía decir Teodoro Petkoff, es un caramelo de cianuro. Lo fundamental es que con la voluntad del pueblo no se juega. Este último sabe cómo, dónde y cuándo pasa factura.
El pueblo venezolano habló y hará valer la comentada frase de Lincoln. No es cierto que hay una polarización, como de manera simplista, algunas voces han intentado vender. La gran mayoría del país optó por el cambio y seguirá firme hasta que se cumpla su voluntad. De aquí al 10 de enero del 2025 todavía queda mucha tela que cortar y eso es lo importante.
Politólogo y profesor universitario.