En su épico poema “Canto a los hijos” Andrés Eloy nos regala estas sensibles palabras: “Mis hijos son el llanto de la Naturaleza / mis hijos son el modo de protestar la aurora/ por el sol traicionado de la vida que empieza”. ¡Exquisita prosa que brota del alma del célebre bardo cumanés que sonó con la libertad de su patria en medio de las horas oscuras!
Ella es el pálpito de esos seres adorados, fruto de nuestra unión y amor fervoroso. Es el canto de las voces primaverales que protestan contra la sombra en palaciega y la espada inquisidora que derrama sangre inocente. Sí, nuestros hijos están allí, apenas saliendo del capullo del transitar humano. Airosos e irreverentes con sus voces.
Sin pensarlo me reencuentro con la poesía de nuestros hijos infinitos. De esos que se multiplican por todos lados y se han atrevido a desafiar la tiranía. Muchos de ellos son prisioneros, detrás de unos barrotes sombríos, a pesar de su corta edad. Son los rostros adolescentes que luchan por el renacer de la patria y han despertado sentimientos de rabia y rebeldía.
Hoy muchas madres lloran su encierro. Las lágrimas y el llanto brotan en el firmamento. Es el dolor de ese parto que se abre pujante hacia la libertad de nuestra amada Venezuela. Son nuestros hijos, a su corta edad, los osados heraldos de la libertad. Han alzado sus voces blancas contra los infames seres que intentan trampear los sueños de esperanza.
Ni la noche siniestra ni la mano cobarde podrán detener esa luz fulgurante que simboliza el despertar de la historia. Son los hijos del alba, razón primaveral de nuestros días, que corren presurosos para abrir las puertas del futuro promisorio de esta heroica nación. Las campanas de libertad pronto se escucharán entre la multitud. ¡Vivan nuestros hijos infinitos!
Politólogo y profesor universitario