El 27 de agosto de 2024, el Ministro de Justicia de Argentina, el señor Mariano Cúneo Libarona, en su discurso ante la Comisión de Mujeres de Diputados, justificó el cierre de programas contra la violencia de género decretando, con un tono de voz que recuerda a los mandatarios de las dictaduras militares de unas décadas atrás:
Se acabó solo el género, nuestro valor es la familia. ¿Cuáles son los valores familiares tradicionales? El amor, la unión, el trabajo, el estudio, la solidaridad, la igualdad. La igualdad ante la ley. La igualdad de trato.
Un ejemplo claro de apropiación lingüística, la misma que vienen operando los esclavistas del siglo XIX, los neoliberales del siglo XX y los libertarios del siglo XXI sobre una de sus mayores víctimas: la palabra (ideoléxico) libertad. ¿Acaso el amor, la unión, el trabajo, el estudio, la solidaridad, la igualdad, la igualdad ante la ley, la igualdad de trato no son valores fundamentales de aquellos que luchan por sus derechos no reconocidos o negados por los fanáticos de “los valores tradicionales de la familia”?
Luego de la apropiación arbitraria y arrogante de estos valores caros para los grupos despreciados, el ministro fue más específico y sincero: “Nosotros rechazamos la diversidad de identidad sexuales [sic], que no se alinea con la biología… Sí”. Aquí fue aplaudido por los diputados de su partido, el partido oficialista.
El ministro no sólo desplegó una muestra de autoritarismo y arbitrariedad, sino de ignorancia también, tres valores tradicionales que están de moda entre los reaccionarios, borrachos de poder mediático y político.
En febrero de 2010, en un artículo titulado “La moral de los perros” y publicado en Milenio de México, respondíamos al arzobispo Antonio Chedraui quien, en la televisión mexicana había declarado que “Lo anormal no puede ser normal”. Luego de la meritoria tautología, lanzó su pregunta retórica:
“¿Usted vio alguna vez un animal, un perro teniendo relaciones sexuales con otro perro del mismo sexo?” dijo, poco antes de que se escuchara un ladrido.
Bueno, la homosexualidad no es rara en la naturaleza (por no mencionar las relaciones sexuales entre diferentes especies). De hecho, es parte de la ventaja evolutiva de las especies, sobre todo entre los humanos.
14 años después volvemos con la misma mediocridad e ignorancia de argumentos, basadas en la inseguridad masculina y en otras fobias personales y colectivas.
Sr. Ministro de Justicia de Argentina:
Si hay algo que no se alinea con la biología es eso que gente como usted llama “valores tradicionales” y son, por ejemplo, el celibato y la monogamia. Además, señor ministro, si usted supiera algo de biología (todos somos ignorantes, pero algunos presumen de ello), se escandalizaría sobre la diversidad sexual de la naturaleza. Es precisamente la diversidad (en gran medida producida por la aparición del sexo en este planeta) lo que permite a una especie sobrevivir y evolucionar, algo que tampoco es ni fue nunca de agrado de los fanáticos de su club.
La diversidad no solo es crucial en biología, en los ecosistemas, sino en las culturas humanas. Incluso en las ciencias: cualquier académico más o menos decente sabe que la ciencia, incluida la biología, ha avanzado (o evolucionado) a fuerza de no solo tolerar sino promover la diversidad de teorías, puntos de vistas, la crítica radical, para poder filtrar lo verdadero de lo falso, para dejar de perder el tiempo con ignorantes como usted que recuerdan los tiempos de la Santa Inquisición del Santo Oficio (campeones de los valores tradicionales, no hay por qué dudarlo), que no solo censuró a Galileo Galilei por afirmar algo que no estaba en el dogma religioso, sino que persiguió, torturó y quemó miles de personas en la civilizada Europa, sobre todo aquellos que no se alineaban a “los valores tradicionales”.
Incluso las dictaduras militares del continente, como la de su país, repetían su defensa a la libertad, el patriotismo y los valores tradicionales de la familia mientras torturaban con picanas eléctricas aplicadas a los testículos y las vaginas de sus prisioneros maniatados. Esta obsesión sádica de la tortura y la humillación moral, reproducía las prácticas de la misma Santa Inquisición, como por ejemplo el Judas’ chair o la Silla de Judas (dato histórico siempre cuestionado por algunos católicos), que no era otra cosa que una pirámide donde se sentaba a los acusados de herejía hasta que les destrozaban el ano o la vagina muy lentamente.
Todo en nombre de Dios, la civilización, la familia y los valores tradicionales de la familia, está de más decir.