La preocupación por un clima mundial conflictivo y por la velocidad y profundidad de los cambios que vive la humanidad en todos los órdenes no ha impedido, al menos por breve tiempo, abrir un paréntesis para ocuparse de un acontecimiento capaz de concertar el interés de muchos, pero especialmente de recordarnos el valor del esfuerzo, de la excelencia, de la competitividad, de la amistad. Es lo que ha pasado con las recientes Olimpiadas de París 2024 y con lo que está ocurriendo en estos mismos días, también en París, con los Paralímpicos.
Su importancia supera las estadísticas y trasciende el espectáculo. Invita, al contrario, a reflexionar sobre las motivaciones y el significado de un fenómeno que abre posibilidades de encuentro entre personas y pueblos y en el que se conjugan valores personales y colectivos. Pensamos en primer lugar en los protagonistas, los atletas, los deportistas participantes, y en lo que representan como expresión de talento, preparación, ambición, esfuerzo, constancia. Admiramos el dominio de su disciplina, sus técnicas y tácticas, pero nos entusiasma muy especialmente su entrega, su concepto de equipo, su valor para superar las dificultades, su competitividad al mismo tiempo que su reconocimiento del otro y su apertura a la amistad. El podio no es para ellos el único lugar en el que demuestran su satisfacción por el logro, su legítimo orgullo, su sentido de pertenencia al país al que representan.
Las Olimpiadas tienen la virtud de recordarnos, pensando especialmente en el país anfitrión, el valor de la planificación, la exigencia de trabajo de años para asegurar la preparación logística, el levantamiento de la infraestructura deportiva necesaria para un evento de grandes dimensiones, la formación de los técnicos, la implementación de planes de seguridad. Para cada país participante es también el recuerdo del valor de la formación de los equipos, del fomento de una cultura del deporte, de la preparación de los atletas, del estímulo a su superación y de la creación de las condiciones para su desarrollo.
Los Juegos Olímpicos, está visto, inspiran a la gente a superar diferencias políticas, económicas, de género, raciales o religiosas y forjar amistades a pesar de las diferencias, como declara Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, al subrayar que los Juegos Olímpicos “no son solo una competencia, sino también una celebración de valores y emociones que trascienden el rendimiento deportivo”. Nos dan la esperanza de que es posible un mundo mejor, porque son un ejemplo de interacción pacífica mundial, dicen los analistas. Es el reconocimiento de que son una prometedora muestra de ese tan necesario espíritu de unidad en la diversidad.
Imposible no vincular la educación con el deporte. La definición de los valores que definen y animan educación y deporte van estrechamente de la mano. El tema parece haberle interesado al propio Pierre de Fredy, Barón de Coubertin, historiador, educador y padre del olimpismo moderno, visionario del deporte como una herramienta para lograr el entendimiento entre las personas y los pueblos.
Junto al concepto de éxito, el deporte en general, y más el de una competencia como las Olimpiadas, obliga a preguntarse por las razones que hacen que las personas y los pueblos tengan éxito. Las Olimpiadas ayudan, sin duda, a redescubrir algunas de esas claves: preparación, propósito, organización, constancia, reglas claras y respeto por ellas, estímulo al esfuerzo, búsqueda de la excelencia, solidaridad, constancia, disciplina. A través del deporte se promueve la amistad, el juego limpio, el trabajo en equipo, el sentido de logro, el respeto por los adversarios, condiciones todas para animar una sociedad orientada al éxito.
Ojalá la sociedad interiorizara el valor del deporte para las personas y su capacidad para unir y para entusiasmar a un país. El deporte es, por su naturaleza, la escuela en la que se predica y se practica el sentido honesto de la competencia, el respeto por las reglas, el valor del esfuerzo y de la excelencia, el reconocimiento al mérito y a la propia superación.
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