La política tiene que ver con los asuntos colectivos, esos que afectan a la comunidad humana en su conjunto. Ella es de dominio público, pero su fuerza es tan demoledora que puede influir en la vida privada de las personas, tal como ocurre con los regímenes autoritarios que controlan la vida de todos los ciudadanos.
Cuando hacemos referencia a problemas de deserción estudiantil, crisis hospitalaria, violencia juvenil, colapso del sistema eléctrico, hambruna, pobreza, escasez de bienes y servicios, inflación, corrupción administrativa, falta de institucionalidad, violación de derechos humanos, control de los medios de comunicación, entre otros, estamos hablando de temas políticos aunque no lo consideremos así. La política cubre todos los espacios de nuestra vida, no nos es ajena.
Las decisiones tomadas desde las altas esferas del poder público generan inevitables consecuencias en el rumbo y futuro de un país. Por eso la política es de suma importancia para que el ciudadano se interesa por ella. No para que la siga viendo como algo detestable que solo pertenece a la esfera de las organizaciones partidistas o de los expertos en discursos manipuladores. Nada tan absurdo como eso. La política es la propia esencia de la convivencia humana, sin desconocer que en ella priva la existencia de actores que luchan por mantener relaciones de poder e incidir en las decisiones del Estado.
Ante esta cruda realidad se enfrenta el periodismo, como actividad profesional y disciplina científica. Los periodistas se deben a la verdad y a la democracia, tal como lo establece Su código de ética. Como intelectual debe procurar reflexionar, opinar, denunciar los atropellos que vulneren el Estado de Derecho y hacer aportes al fortalecimiento de un clima de convivencia social y prosperidad económica. Allí radica la naturaleza política del periodismo en una sociedad cada vez más compleja, globalizada y exigente.
La responsabilidad de informar veraz, oportuna e imparcialmente a los ciudadanos, obliga a los periodistas a ser valientes y asumir riesgos. Va en contra de su ética profesional mantener una actitud silenciosa ante la serie de problemas políticos que se suscitan en la cotidianidad o servir de agentes reforzadores de la propaganda oficialista para desinformar a la comunidad. Los periodistas son los fieles guardianes de la libertades públicas y se deben a los ciudadanos para mantenerlos informados de todo lo que acontece a su alrededor.
Muchos gobiernos de corte totalitario no comprenden esa tarea que cumplen los profesionales de la comunicación con la verdad y la democracia. En consecuencia, persiguen, hostigan, aprehenden y encarcelan a periodistas calificándolos de desestabilizadores o enemigos del gobierno. No es casual, entonces, llegar a la ineludible conclusión de evaluar el carácter democrático de un gobierno dependiendo de su capacidad para garantizar el derecho a la libertad de expresión y a una prensa libre.
Precisamente, esos son los desafíos que se le presenta a los periodistas hoy en día. Seguir luchando por las libertades públicas y formarse como intelectuales para desenredar la red de desinformación y censura informativa promovida por los grupos de poder. La sociedad espera más de estos profesionales. No solo ser interlocutores de la noticia y los ciudadanos, sino asumir una visión intelectual crítica contra el fantasma del autoritarismo, cuyos tentáculos siguen extendiéndose en varias regiones del planeta.
Periodista y miembro del Tribunal de Disciplina y Ética del CNP-Sucre.