Sergio Ferrari: La cooperación internacional víctima colateral de la guerra

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La guerra Rusia-Ucrania intensifica su impacto desfavorable en los países del Sur. La cooperación suiza en retroceso: un ejemplo “micro”, aunque emblemático.

Los últimos días de agosto el Gobierno suizo publicó su presupuesto nacional para 2025, con proyecciones trianuales. El mismo anticipa que la labor de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, se verá debilitada enormemente. Causa principal: la prioridad que se le dará al apoyo a Ucrania (y a los refugiados ucranios en Suiza) en detrimento de la histórica ayuda a los países del Sur. Desde el inicio de la confrontación Rusia-Ucrania y hasta fines de 2023, Suiza ha destinado 2.750 millones de francos (más de 3.260 millones de dólares) para apoyar a Kiev, de los cuales 400 millones de dicha cantidad salieron de los fondos destinados a la cooperación al desarrollo.

Según un artículo reciente del cotidiano francés Le Monde, la asistencia internacional a Ucrania desde que inició el conflicto supera los 300.000 millones de euros (330.000 millones de dólares), siendo Estados Unidos, la Unión Europea y Alemania las tres principales fuentes de financiamiento.

Recortes para el Sur Global

Para el periodo 2025-2028, la cooperación bilateral que Suiza promueve directamente con ciertos países o regiones perderá anualmente 470 millones de francos (casi 560 millones de dólares). Lo que implica menos recursos para las regiones más marginadas del mundo, consideradas prioritarias y sus proyectos de educación, salud y agricultura. Este recorte, explican expertos del desarrollo, conlleva un doble problema. Por una parte, se sanciona a países del Sur Global, que en el futuro recibirán menos asistencia. Por otra parte, el aumento del paquete para Ucrania define que esos “nuevos” fondos serán destinados fundamentalmente a empresas suizas que inviertan en la reconstrucción de Ucrania.

Andreas Missbach, director de Alliance Sud (Alianza Sur), plataforma que reúne a las principales ONG suizas de desarrollo, considera que “con este proyecto, el Consejo Federal [Ejecutivo colegiado] debilita tanto al Sur Global como a Ucrania” ya que el mismo no refuerza a las empresas de ese país. La mayor parte de las ONG helvéticas, como en el resto de Europa occidental, no cuestionan la necesidad de seguir apoyando a Kiev; sin embargo, reclaman que se destinen recursos extraordinarios específicamente designados para ese fin, no desviados del fondo de ayuda a los países del Sur. Esto último implica una severa sanción a dichas naciones.

Según Alliance Sud, el marco ideológico del discurso gubernamental pone el acento en la promoción de “una mayor flexibilidad para afrontar las crisis actuales”. En la estrategia de la Cooperación Internacional que acaba de aprobar el Ejecutivo suizo, flexibilidad implica que toda la ayuda a Ucrania salga del presupuesto de la cooperación internacional, aunque eso signifique que las cantidades asignadas a otros países y programas se reduzcan significativamente.

El Gobierno suizo apuesta a sostener a Kiev con 5 mil millones de francos (casi 6 mil millones de dólares) durante los próximos doce años. Los primeros 1.500 millones de francos del trienio 2025-2028 se financiarán en su totalidad con fondos que ya se habían presupuestado para el desarrollo internacional. Se trata de una cifra anual de casi 600 millones de dólares.  (Cooperación internacional: Enfoques flexibles para un mundo inestable). De esta forma, Ucrania recibirá más fondos que todos los programas directos que hoy Suiza implementa en los países del África subsahariana, una de las regiones más empobrecidas del planeta. En el presente, la cooperación suiza define cuatro regiones prioritarias: África subsahariana; Norte del Sahara y Medio Oriente; Asia y Europa del Este. Hace tres años, el Gobierno decidió terminar a fines de 2024, y de manera definitiva, todos sus programas en América Latina, decisión muy criticada por un sector de la sociedad civil y de la dirigencia política helvéticas.

La estrategia oficial para el próximo trienio contradice a las organizaciones, los expertos, los partidos políticos y los Cantones (Estados o Provincias) que en 2023 participaron en una Consulta Nacional sobre el tema. De hecho, una abrumadora mayoría del 75% de los consultados coincidieron en que la asistencia financiera a Ucrania no debería realizarse a expensas de la cooperación con otras regiones. Ningún partido político, a excepción de la derechista Unión Democrática de Centro, cuyo programa aspira a la abolición de la cooperación al desarrollo, aceptó la idea de que la financiación del aporte suizo a la reconstrucción de Ucrania salga del presupuesto para la cooperación internacional (Enquête Coopération Globale Suisse 2023 ).

Vivir solidariamente

Varias de las ONG suizas dedicadas al desarrollo en regiones empobrecidas del planeta acaban de relanzar la Campaña “Seamos Solidarios”. La misma busca presionar al Parlamento e intenta frenar la decisión del ejecutivo de castigar al Sur Global con menos recursos. Su argumento es que “La tradición humanitaria está en juego” y que un “recorte drástico provoca una gran incomprensión a nivel internacional y una pérdida de confianza” hacia el país alpino. La paradoja es evidente, sostienen estas ONG: “es, precisamente, la próspera Suiza la que pretende reducir radicalmente su cooperación con el desarrollo. Ni nuestras organizaciones contrapartes en el terreno, ni los países aliados en la lucha contra la pobreza global, entienden esta actitud”.

Con esta estrategia, Suiza destinará en el futuro sólo el 0,36% de su Producto Nacional Bruto (PNB) a la ayuda exterior, “un valor vergonzoso en comparación con otros países europeos”. Desde hace varias décadas, el compromiso de los países desarrollados consiste en asegurar el 0,7% de su PNB para la cooperación, la ayuda humanitaria y la promoción de la paz, en la perspectiva de reducir la pobreza en el mundo, uno de los Objetivos prioritarios de Desarrollo del Milenio y de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (Alerta solidaria en camino).

Como ya lo señalaba la plataforma informativa swissinfo.chen abril, en 2023 Suiza incumplió por enésima vez dicho objetivo. Por eso no extraña que ocupe tan solo el décimo lugar entre los 31 Estados miembros de la OCDE. Desde 2022, prácticamente todos los países de esta organización contabilizan como parte de la cooperación internacional al desarrollo los gastos de acogida de los refugiados y solicitantes de asilo, entre ellos de los millones de asilados ucranianos, que varias fuentes estiman entre 5 y 6 millones. Una fórmula presupuestaria cuestionable que le permite a las naciones del Norte aumentar las estadísticas sobre los montos destinados a la cooperación, sin incrementar realmente los fondos destinados al Sur Global.

Más para defensa, menos para la cooperación

El último lunes de agosto, el periódico progresista Le Courrier, editado en Ginebra,  afirmó que “La cooperación para el desarrollo está amenazada en el parlamento [ya que] una comisión quiere reducir el presupuesto de ayuda externa para financiar al ejército [suizo] y estimular a las empresas suizas para reconstruir Ucrania”.

Dicho artículo, titulado “La ayuda suiza en peligro”, también argumentó que “Las ONG están preocupadas” debido a que “varias ofensivas en el parlamento prevén recortes en los recursos financieros para la cooperación”. De concretarse esta política, según Le Courrier “se corre el riesgo de socavar los proyectos de ayuda en países prioritarios”. Y puntualiza que “Las propuestas de recortes debatidas en las comisiones se refieren a la reconstrucción de Ucrania y la compensación por el aumento del presupuesto militar”.

Además de la quita de fondos para la cooperación con el Sur Global, Le Courrier habló de una segunda amenaza. Concretamente, recortes presupuestarios adicionales para fortalecer las fuerzas armadas suizas. Y recordó que, en 2022, tras el estallido de la guerra entre Ucrania y Rusia, el Parlamento helvético decidió aumentar anualmente el presupuesto para la defensa –que era del 0.7% del PIB ese año– hasta llegar al 1% del PIB en 2030. Como “aún no se ha encontrado la manera de financiar” ese incremento, Le Courrier especula que el gobierno podría proponer un recorte de 2.000 millones de francos en la ayuda al desarrollo con ese objetivo.

El conflicto bélico Rusia-Ucrania y la potencial escalada nuclear no benefician a las poblaciones más marginadas del planeta, las cuales sufren una doble condena. Por una parte, el aumento del precio de los combustibles y los alimentos. Por otra, una reducción significativa de los recursos del Norte para su desarrollo.

Pero tampoco favorece a los ciudadanos “de a pie” del Norte, quienes ya están pagando con sus impuestos el actual apoyo astronómico a Ucrania. Costos que agudizan la crisis económica y social en muchos países de Europa Occidental y que complica dramáticamente la sobrevivencia cotidiana de su gente. En un escenario de guerra que ya lleva 30 meses, con miles y miles de víctimas directas y con un futuro inmediato que se perfila todavía más oscuro, la reconstrucción de Ucrania –que será asumida, esencialmente, por Europa– significará en los próximos meses y años más crisis y tensiones sociales para millones de seres humanos cooptados por una guerra que no eligieron ni desean.

Un agujero sin fondo para las economías nacionales. Una panacea sin límites para la gran industria bélica, el único sector que festeja y se frota las manos.

 

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