Sebastián de la Nuez: ¿Cuánto le ha costado a los venezolanos la mediació de Rodríguez Zapatero?

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José Luis Rodríguez Zapatero tiene su causa así como Pedro Sánchez tiene la suya. Solo que la del actual presidente del gobierno español se diluye entre otras que debe asumir aunque lo enerven o fastidien. La causa de Sánchez es la de la igualdad de género. La de Rodríguez Zapatero es bien distinta y más perfilada: Maduro es un buen chico incomprendido por el mundo.

Sánchez y Rodríguez son hijos del mismo partido y de una  misma mirada cínica sobre el Caribe, una que creció fascinada por Fidel Castro y después, cómo no, por Hugo Chávez Frías. Ya que han sido capaces de ello, deberían acercarse más a Daniel Ortega. ¿Qué diferencia hay?

Hay alguien que me responde desde el entorno de la plataforma unitaria, está en contacto con los líderes, es absolutamente confiable. Dice que este que se hacer llamar mediador entre dos partes no es ningún mediador entre dos partes; anda por las cañerías dando señales de humo. No ha habido ningún acercamiento del viajero errante a la Plataforma Unitaria ni a Vente Venezuela ni a cosa semejante; tampoco con alguna personalidad del entorno de María Corina Machado o Edmundo González Urrutia, ni con ellos mismos ni con nadie que se les parezca. Me dice esto sobre Rodríguez Zapatero:

«No hay mucho que te pueda decir de ese personaje. Creo que trata de meterse por las ventanas, por las cañerías, por donde sea, mandando señales de humo; pero no ha habido ningún contacto porque es un tipo realmente tóxico… Para la política nacional por razones obvias, pero igual internacionalmente. En España es muy repudiado y no solo por Vox y otros partidos  sino también dentro de su propio partido. Felipe González lleva una voz muy fuerte, como sabes bien, contra él. Lo que entiendo es que él se hace valer porque le pide a Maduro un preso o dos presos, creo que tuvo que ver con la casa por cárcel que le dieron a Leopoldo [López], ese tipo de cosas. Usa a los presos políticos, los pocos que han logrado liberarse, para hacer valer una posición que realmente no tiene. El último significativo creo que fue [el exministro del Interior y general Miguel Eduardo] Rodríguez Torres. Al parecer tiene influencia sobre los hermanos [Delcy y Jorge] Rodríguez pero no se lleva bien con Diosdado [Cabello].»

Las explicaciones sobre el papel que se empeña en jugar Rodríguez Zapatero ―el viajero errante― son más pedestres que una componenda en medio del Atlántico. ¿Un complot entre regímenes de izquierda? ¿Cuál izquierda, por cierto? No hacen falta tantas vueltas: en España se vive del postureo, es un deporte nacional. Es práctica ritual a la que se entregan las personas para verse retratadas en X, Instagram, televisión o donde sea. La corrupción no es meramente monetaria en este caso; aun cuando debe haberla (con los maletines de Delcy incluidos y la plata para la línea aérea y todo lo demás), lo que verdaderamente manda sobre ZP es la nostalgia. El pobre, tiene nostalgia de la importancia que antes le daban los medios. Ha resistido mal quedar opacado por los nuevos tiempos. Después de  La Moncloa ha debido sobrevenirle la depresión del desarraigo y es lógico pues las ceremonias del poder son harto encantadoras.

Esta es la historia, pues, de un mal de amores. ZP tiene su corazoncito y en él palpitan la  ausencia y la orfandad. Anhela seguir vigente, no quedarse de adorno en la vitrina. El escenario español es demoledor. Rodríguez Zapatero tal vez no desea verse jamás en la tesitura de sostenerse como tertuliano en programas de La Sexta o 24 Horas, o ingresar  domesticado, con un cargo honorífico, en la directiva de una multinacional eléctrica.

Lo suyo es volar, compréndanlo. La palestra pública. Sentirse importante. Lo suyo es el postureo: según el diccionario de la Real Academia, neologismo coloquial que alude a una actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción. Eso es todo. Lo que priva en Rodríguez Zapatero es su deseo de aparentar ser hombre de Estado, buscador de la paz y la conciliación, caballero que se sube a un jet en primera clase. Eso es vida de mediador y lo demás es cuento. Que esa mediación sea un bulo y que ello incline perversamente la balanza en el conflicto que mantiene el pueblo ante una minoría armada que tiene al país secuestrado, ¿qué importa?

El problema es que sus ganas de presumir le cuestan al país, a todos los venezolanos, un montón de dinero. E incluso le cuestan, por su inutilidad, un montón de vidas humanas. ¿Eso no debe ir también a engrosar el legajo de la Corte Penal Internacional?

Rodríguez Zapatero, como mediador, no revela sino fracaso, no concita sino la duda, no cosecha sino rechazo. Pero él se empeña y alega que en Venezuela se puso «una lupa gigantesca sobre las elecciones» y que él fue el primero negociando las condiciones de las elecciones, según declaró a un medio argentino. Debería estar avergonzado por ello, pero no. Más bien lo contrario: «Mire, yo soy una persona muy independiente. Con 57 años, he presidido un país, tengo unos profundos valores democráticos por la paz y no voy a admitir ni una sola hipocresía. Insisto, yo soy crítico del presidente Maduro».

Se jacta de aquello que comentó la fuente, haber trabajado por la liberación de presos, aunque él no agrega  «políticos». Nunca ha admitido que los presos políticos de Nicolás Maduro son eso. Y ahora, de un tiempo a esta parte, como dice la Ayuso, permanece mudo, ensimismado.

Desde España, la figura de María Corina Machado se aprecia cada vez más agigantada. La tienen en los medios privados por heroína, ensalzan su rectitud y coraje, a veces hablan de la posibilidad del Nobel. La estatal Televisión Española se muestra más bien comedida. Mientras la figura de la venezolana crece, la de José Luis Rodríguez Zapatero no empequeñece; solo sigue ahí, como telón de fondo. Como la del propagandista Juan Carlos Monedero, cuyos mensajes por la red X no distan tanto de los comentarios de ZP en sus declaraciones. Mejor cartel tiene Bertín Osborne, quien, estando casado con una venezolana, ha pronunciado pequeños discursos de solidaridad con el pueblo venezolano llenos de denuncia y cariño. Osborne es mil veces más atinado que ZP sobre el caso Venezuela. En un país tan farandulero como España, esos detalles deben tomarse en cuenta.

Le dedican, este lunes 2 de septiembre, media hora a María Corina Machado en el programa mañanero de máxima audiencia «Espejo Público», cuya conductora, Susanna Griso, tuvo o ha tenido hermanos en Venezuela. Susanna la ha entrevistado esta madrugada vía Zoom. Los tertulianos que comentan la entrevista, entre ellos Joaquín Manso ―director del periódico español El Mundo― y Nicolás Redondo Terreros, del gubernamental PSOE, no tienen para MCM sino palabras de ánimo y admiración. Poco antes, en el mismo programa, ha aparecido la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a quien pregunta por las gestiones mediadoras del expresidente Rodríguez Zapatero. Ayuso reitera su asombro ante su mudez actual. Poco después en el mismo programa, Albert Rivera, que lideró con éxito y luego hundió a un partido político de centro como Ciudadanos, dice que le gustaría ver a un expresidente de su país haciendo algo a favor de Venezuela y no a favor de un dictador.

José Luis Rodríguez Zapatero tiene su causa así como Pedro Sánchez tiene la suya, queda dicho. Ante aquel medio argentino se jactaba ZP de conocer bien las cosas en Venezuela porque ha viajado a ese país en 33 ocasiones (ahora parece que ya van cuarenta viajes):

«He viajado 33 veces a Caracas en tres años. Seguramente, en lo que he hecho en mi vida y en lo que me queda por hacer, no habrá un tema al que le he dedicado tanto tiempo, tantas horas. Y lo hice en soledad, con mucha incomprensión y con mucha miopía por parte de muchos gobiernos.»

No viajes tanto, José Luis. Siempre estás en las nubes.

Son bien reconocidos los lazos entre España y Venezuela. En algún momento, los gobiernos de ambos países, una vez restablecida la democracia en Venezuela, tendrán que sacar cuentas. ¿Cuánto le ha costado a Venezuela la bienvenida de brazos abiertos a los capitales que han llegado a España en los últimos veinte años? ¿Los Estados no tienen responsabilidades éticas cuando sus administradores conocen la procedencia de dineros públicos que han pasado a manos privadas? Es más, esos 33 viajes del mártir ZP, ¿no han tenido ningún costo para el erario público venezolano? Lo otro es aquello que no es mensurable. Una intermediación ficticia, ¿cuánto daño causa a los ciudadanos de un país secuestrado? Debe haber algún tipo de baremo para eso.

@sdelanuez – www.hableconmigo.com

 

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