Gloria Cuenca: La ilustre ancianidad arruinada

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Este comentario va dirigido a la gente de buena fe, que cree que la creación del Ministerio de los Abuelos es un reconocimiento a la labor desempeñada por años, por quienes fuimos: o funcionarios públicos, o docentes universitarios de universidades autónomas, o Maestros, (sí con mayúscula) de Escuela Primaria y, también a los docentes de secundaria. El gran Don Simón Rodríguez, tan alabado por ciertos personajes, decía que lo más importante en la vida del ser humano era la enseñanza que recibía en la escuela primaria. Así se expresaba el extraordinario y adelantado Maestro del Libertador, “Los maestros deben ser doblemente reconocidos: por su meritoria y extraordinaria labor y además con un salario digno; a la hora de la jubilación, que les permita mantenerse adecuadamente, producto de los años de trabajo, rendidos en su labor, en reconocimiento de la trascendencia de su actividad ” Progresivamente, durante la REPUBLICA CIVIL, gracias a las luchas de todos los docentes del país, a las organizaciones gremiales, a las Acta Convenio, a los miles de dirigentes honestos y dedicados a la lucha por el compromiso de todos, los docentes en todos los niveles íbamos alcanzando el estado de bienestar al que se aspira luego de trabajar 20, 25, 30, 40 o 50 años,  (seguro que mucha gente no se imagina que se pueda trabajar tanto… sin embargo, así es.)formando, enseñando, ayudando a crecer., en algunos casos a vivir, a los alumnos.

Nosotros, profesores de la UCV, teníamos un Seguro de Vida, gestionado por los mismos docentes: SAMOHI. Prestigioso por su seriedad y reconocido por los centros de salud públicos y privados del país. Todas las universidades, tenían los mismos beneficios. Todavía quedaba gente sin seguro y, esos recurrían al Seguro Social, mal que bien, recibían apoyo. Resultó que de buenas a primera nos quitaron todos esos beneficios. Se redujeron los sueldos, se quitaron las primas, anularon nuestros seguros y todavía pretenden que nos sintamos contentos. Si no fuera porque estoy en contra de las malas palabras al público, utilizaría la que el Dr. Uslar puso públicamente de moda, pero prefiero decir que la gente de buena fe, es una especie de tonto útil en estos casos, que sigue creyendo las mentiras, a diestra y siniestra. Para nadie es un secreto que milité en esa izquierda radical de los años 60. Lo qué si no creo que sepan muchos de los amables seguidores y los contradictorios lectores, es que la mayoría de los que en ese momento luchábamos, no éramos acomplejados, menos envidiosos: queríamos que todo el mundo fuera culto, brillante, próspero, sano. Un triunfador en la vida, pues. Este desastre, ¿surgido en la China de Mao, con la revolución cultural? Y el loco de Althusser: “Destruir los aparatos, construir los aparatos”, de arrasar con todo, para en un futuro, ¿cuándo? volver a tener lo que ya se tenía, conocía y estaba en la vanguardia, es de los disparates más horrendos y destructivos hechos en el ámbito revolucionario.

Mi padre, desde que era yo muy pequeña, nos explicaba: “Atención, no ser mezquinos, menos envidiosos. Arremetía contra la envidia. Lo confieso, lo sentía exagerado. No entendía bien, su preocupación y angustia: “No envidies  nada ni a nadie. “, Eso me decía. “¡Cuidado! La envidia te impide ser tu misma, por cuanto viendo al otro/a que inspira la envidia, no haces lo que tienes que hacer, por ti misma.” Resulta que tenía toda la razón, no estaba exagerando. Observo que estamos rodeados de envidiosos/as.  La mezcla de envidia con el resentimiento resulta explosiva. Seres que no saben ni para donde van, ni de dónde vienen. Creo que a eso se debe esta caterva de horrores que nos toca ver, vivir y padecer. Nunca imaginé que envidia y resentimiento se expandieran de esta forma y llegaran a todos los niveles. En primer lugar, ¿quién es responsable de que alguien nazca en cuna de oro y, el otro en la miseria? Visto con ligereza serían los padres: pues si no tengo cómo mantener a los hijos, no debería haberlos tenido. Esta es una aproximación básica. Hay otro aspecto: ¿Si no me quiero superar, estudiar y esforzarme para salir de donde me encuentro? ¿De quién es la responsabilidad, que ya no la culpa? ¿Si no estudio por flojo, vago o desinteresado y nunca me compongo, de quien es la culpa? ¿Del empresario, del doctor, del comerciante? ¿De ese, que se ha esforzado toda la vida por estudiar, aprender, comprender y compartir? ¿Ese zutano vendría a ser el responsable? Nada más injusto. Sin embargo, lo que me interesa destacar ahora es qué, por los insensatos y las devaluaciones, disminución del salario por parte del régimen los ancianos somos unos ilustres arruinados. Encima creen que somos tontos; quieren hacernos “tragar el cuento” de que, “fue por las sanciones,” que estamos así. Sí como no. De nada valen títulos PHD, MS, Licenciaturas, entre otros, los ancianos nos hemos convertidos por obra y gracia del socialismo del siglo XXI: en una masa de ilustrados ancianos arruinados. Quienes tenemos hijos y nietos, sobrevivimos porque la descendencia nos quiere. No desean vernos en el sector de los desamparados e indigentes. ¡Ay! de quienes no tienen descendencia, ni perro que le ladre, están en estado de indigencia ¡eso sí!: Con títulos, sabiduría y conocimientos. Parece una venganza de resentimiento, por ignorancia e incultura. ¡Como si, no hubiera costado horas de estudio, concentración, ausencia de fiestas, renuncias. y demás! Dios está en el cielo, Él no sabe de venganza, si de Justicia. Sin duda. Amanecerá y veremos.

 

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