Francisco Suniaga: El terror como único contenido

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En varios artículos anteriores, desde antes incluso de las primarias, insistía en afirmar que el ideario y contenido normativo del régimen chavista había sido desguazado por Nicolás Maduro y su claque. Consecuencia de ese desguace, como régimen estaba liquidado porque sin ideas políticas y normas éticas, sociales y jurídicas un régimen no existía. Como consecuencia de esa falla estructural que fue la base de su insondable corrupción, sus partidarios lo abandonaron. Eso quedó dramáticamente demostrado el 28-J cuando fue aplastado por el pueblo venezolano.

Un hombre, Edmundo González Urrutia, sencillo, anónimo, conocido solo para quienes participaban en la vida interna de las diversas plataformas políticas montadas por la oposición en cinco lustros o en el mundo diplomático, fue el abanderado de esa victoria popular. Es por la más genuina de las formas, la de la verdad, el presidente electo de los venezolanos. La vasta mayoría de quienes pudieron votar, lo invistieron de una autoridad sagrada en democracia. Y entonces, de la nada, sin sustentación real o jurídica, el gobierno depuesto por el pueblo pretende convertirlo en reo de una serie de delitos que solo existen en las mentes afiebradas de la claque chavista, y a punta de pistola pretenden ahora usurpar el poder que perdieron.

Lo de la pistola es un decir, la realidad es aún peor. Su propósito de desconocer a la voluntad popular es tan raigal que desde el 28 de julio pasado, a partir de la hora en que ordenaron cortar la transmisión de las actas de escrutinio de los centros electorales a la sala de totalización del CNE (la paliza que Venezuela les estaba dando era gigantesca) descargaron su furia contra el pueblo que rechazaba la farsa que escenificaron al anunciar un resultado sin siquiera presentar un papelito.

Desde esa hora, los jefes del chavismo han llenado de contenido la carcasa vacía de lo que fue el régimen del socialismo del siglo XXI. Lo hicieron con el más tóxico de los contenidos, algo impensable para quienes honestamente pusieron alguna vez en él sus esperanzas: el terror. Armados con él han desatado sobre los venezolanos la furia de un ejército de ocupación extranjero. Nada se ha salvado: ni instituciones, ni personas, ni los niños. Ni el presidente electo.

¿Cuál es la razón de tanta rabia contra los venezolanos que durante años incluso los votaron? La respuesta parece absurda: el miedo. El inmenso temor que desde hace años ha venido condicionando su comportamiento. Ese miedo que les ha dejado al terror como único aliado, como el gran instrumento, no para materializar una empresa o un proyecto político (que ya no existe) sino para controlar y reprimir a una sociedad que expresó democráticamente su rechazo por ellos. El miedo a responder por sus hechos, a rendirle cuentas a los venezolanos sin la protección del inmenso poder que acumularon. Ojalá no les dé por seguir la misma senda de Slobodan Milosevic y su grupo fanático de nacionalistas serbios. Cuando se vieron convertidos en una reducida minoría, cuando percibieron que carecían de un ideario político distinto al odio étnico-religioso y, en particular, ante la posibilidad cierta de perder el poder y tener que rendir cuenta de sus corruptelas y delitos, optaron por el terror y perpetraron crímenes atroces. El terror fue entonces su única razón de existir. El problema de llegar allí es que, como del Hades, ya no se puede regresar. Ojalá reflexionen y actúen de manera responsable y democrática, faltan cinco meses para que reconozcan a Edmundo González como lo que es, el presidente electo. Quién sabe, este es el mes de la Virgen del Valle.

 

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