La revuelta popular vivida el pasado lunes 29 de julio a lo largo y ancho del país, en rechazo al fraudulento resultado ofrecido por el CNE, fue, ni más ni menos, la respuesta espontánea del pueblo pobre que ha sufrido los míseros niveles de subsistencia durante un cuarto de siglo. Estas protestas recordaron los disturbios del Caracazo de 1989.
No otros, sino los sectores populares, se arrojaron a las calles para exigir el respeto de la voluntad popular. El carácter ignominioso del anunciado gobierno de facto fue el detonante de la cólera desatada de una nación harta de una camarilla ineficiente y corrompida, vil y depravada.
La ópera bufa orquestada que escamoteó la aspiración de cambio de un país decido a recobrar su libertad y progreso, nadie, en su sano juicio, la digirió. Todas las falacias construidas hasta ahora, a saber: el ciberataque, el plan golpista, el surgimiento del fascismo internacional, el imperialismo yanqui o cualquier otra teoría conspirativa que la hegemonía geobeliana invente, no lograrán ocultar la aplastante derrota.
El régimen de terror silenció con una feroz represión el disentimiento de todo un país, con cifras de muertes y presos que nos ubican entre los países más retrógrados del orbe. La disconformidad política, sin embargo, persiste, palpitando en todos y cada uno de los venezolanos. Es el aire que se respira en cada espacio, en cada rincón del territorio nacional.
Se equivocan olímpicamente aquellos que sueñan con una transición acordada, o bien con un diálogo concertado entre la jauría enquistada en el poder y la ciudadanía, como si estuviéramos confrontando a unos demócratas. Tamaña inocencia. No, la política del régimen es la permanencia en el poder a cualquier costo, ¿habrá espacio para la duda? El absolutismo presidencialista al más puro estilo facho ha apretado el acelerador de la tiranía para no detenerse ante nada.
Como las soluciones no vienen solas, la acción política tiene que dirigirse a la denuncia internacional del megarobo electoral, a la creación de un gran movimiento nacional donde estén incluidos los partidos de oposición que públicamente no han validado la estafa, los gremios y demás sectores del país.
Esta gran fuerza ciudadana de resistencia pacífica tiene que contrariar el curso de una “normalidad” infame que nadie acepta; estar disponible para resquebrajar con su firme voluntad el frágil andamiaje de la dictadura. Este capítulo oscuro no cesará la lucha por la libertad de Venezuela.
¡Gloria al bravo pueblo!