La pobreza se ha convertido en el talón de Aquiles de los gobiernos del mundo, oscureciendo aún más el panorama económico en cada acción que ejecutan los gobernantes, truncando con ello el futuro de millones de personas, quienes se ven atrapados en una especie de apocalipsis, inducido por factores que desprecian la condición humana, y apuestan por incrementar sus riquezas materiales y ejercer control social sobre los individuos, con agendas ocultas, pero disimuladas en la narrativa que emiten públicamente.
Diversas expresiones de expertos no alineados a esa propuesta, que se ha debatido en foros internacionales como el de Davos en febrero del 2018, son descritos con antelación, y de forma magistral por Ralph Epperson en su libro “El Nuevo Orden Mundial”. La pandemia; las tensiones políticas y los desastres naturales no escapan al escrutinio riguroso de la existencia de una planificación exhaustiva de poderosos grupos económicos y políticos, direccionada a fracturar la economía mundial para alcanzar el objetivo hacia la sumisión, evaporando el pensamiento crítico y los derechos humanos. Los extremos se encuentran para repartirse vulgarmente los espacios territoriales y hacer de lo unipolar su monarquía.
El tamaño y dimensión del problema va a depender de la lupa con la que sean analizados los acontecimientos presentes. Algunos expresarán que esa es una oportunidad, y otros se opondrán. La realidad invita a definir ¿Cuál es papel de los gobiernos llamados tercermundistas en ese escenario? ¿Cuáles serán las consecuencias que deben ser asumidas? ¿Sucumbirán y alienarán a uno u otro factor por asociación ideológica? Los que nadan en el centro ¿qué proponen? En la pretendida implementación de políticas económicas globales homogéneas ¿van a respetar las particularidades constitucionales de cada nación? ¿Se respetará igualmente la cultura de los países? ¿Hay interés en preservar el respeto a las libertades individuales, tan pisoteadas en la actualidad? ¿se terminará de rodillas ante los caprichos de una elite mundial?
La cooperación internacional es un factor de vital importancia para las naciones del mundo, sin dejar de lado el respeto a la autodeterminación de los pueblos. La exclusión es la causa que debe ser analizada para brindar alternativas que integren a los más vulnerables a los procesos de crecimiento y desarrollo de los países, sustentadas en la educación, como base para fortalecer el conocimiento y uso de las herramientas tecnológicas de avanzada. La pobreza no va a disminuir si la voluntad política se ausenta para evadir ese dilema. La agenda 2030 que promueven desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pudiera ser un marco de referencia para fortalecer el respeto en la diversidad.
Establecer prioridades en la unificación de esfuerzos entre los países del mundo, y enfrentar así los desafíos que le son comunes sin sacrificar los principios fundamentales referidos a la dignidad humana y la libertad, es posible con el diálogo constructivo, asumiendo las complejidades que genera la interconexión mundial, aportando soluciones en pro de ostentar un mañana prospero y de justicia social y económica para todos. La retorica sin contenido y compromiso no enamora a nadie.
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