Antonio de la Cruz: La caída del régimen, la última batalla por la democracia en Venezuela

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Venezuela se encuentra en una encrucijada histórica. El pueblo ha hablado en las urnas y, a pesar de las tácticas de represión y miedo empleadas por el régimen de Nicolás Maduro, la demanda de cambio es clara e irreversible. Con más de 7 millones de votos, la ciudadanía ha dejado claro que su deseo es la democracia, la libertad y, lo más importante, la reunificación familiar en un país que ha sido devastado por el exilio forzado de millones de venezolanos. Hoy, más que nunca, la lucha por la libertad debe ser intensificada, dentro y fuera de nuestras fronteras.

El liderazgo de María Corina Machado ha sido fundamental en este proceso, al frente de un movimiento ciudadano que muchos consideraban imposible en un contexto de represión y desesperanza. Su equipo, algunos de los cuales han sido encarcelados por el régimen, ha demostrado un coraje y una dedicación incuestionables. A ellos, y a todos los venezolanos que participaron en esta gesta democrática, se les debe un reconocimiento eterno. Son los verdaderos héroes de la libertad y los nuevos conquistadores de la democracia en Venezuela.

A pesar de esta victoria, el régimen de Maduro ha intensificado sus ataques en un intento desesperado por mantener el control. Desde la acusación de «terrorismo» y «traición a la patria» contra figuras opositoras hasta la persecución judicial y el acoso diplomático, Maduro ha mostrado su verdadero rostro: el de un líder debilitado que, en lugar de escuchar, opta por sofocar el clamor popular con violencia y tácticas de guerra psicológica.

La reciente orden de arresto contra Edmundo González Urrutia, seguida por el asedio a su abogado y la presión sobre la Embajada de Argentina en Caracas, son solo algunos de los ejemplos más recientes de las acciones desesperadas del régimen. Estas medidas, lejos de demostrar fortaleza, revelan la creciente debilidad de un gobierno que sabe que ha perdido el apoyo del pueblo. A esto se suma la filtración de noticias sobre el fiscal de la Corte Penal Internacional -su cuñada fue contratada para defender a Maduro ante la CPI- y el exilio del presidente electo, acciones que buscan intimidar a la oposición y frenar el proceso de transición democrática.

En medio de este panorama, la ciudadanía debe entender que estas tácticas no son más que los últimos estertores de un régimen que se desmorona. La persecución, el miedo y la represión son herramientas que Maduro y compañía han usado con eficacia durante años, pero hoy, más que nunca, estas son percibidas por el pueblo y la comunidad internacional como lo que realmente son: actos de un gobierno que está llegando a su fin.

En un intento de aparentar control, el sucesor de Chávez ha dicho que el exilio del presidente electo se realizó para “garantizar la paz de la nación”. Sin embargo, esta afirmación es solo una cortina de humo para encubrir la verdad: el juego democrático en Venezuela no ha terminado. El régimen está debilitado y cada paso que da en su afán de mantenerse en el poder no hace más que acelerar su propia caída.

A pesar de las adversidades, la lucha por la libertad y la democracia en Venezuela continúa, tanto dentro como fuera del país. El exilio temporal del presidente electo no es una derrota, sino una estrategia para mantener viva la causa democrática en el escenario iordinación interna y fortaleciendo la resistencia ciudadana.

La lucha por la liberación de los presos políticos, la justicia y la restauración de la democracia en el pnternacional. Mientras tanto, María Corina Machado y su equipo permanecen en el país, liderando la coaís está lejos de terminar. El régimen puede intensificar su represión, pero el pueblo venezolano ha demostrado que no será silenciado. Cada día que pasa, Maduro está más débil y la esperanza de un futuro libre y democrático está más cerca.

Este es el momento de no rendirse. La transición hacia una Venezuela libre está en marcha, y todos aquellos que sueñan con un país donde la justicia y la libertad prevalezcan deben redoblar sus esfuerzos.

La estrategia implícita es la resistencia latente. Aunque no haya manifestaciones visibles en las calles, existe una rabia subterránea que puede desbordarse en cualquier momento, esperando el tiempo adecuado para actuar. Nos encontramos en una especie de juego de desgaste, donde Maduro y su régimen, sin legitimidad de origen, continúan hundiéndose, mientras Edmundo González Urrutia permanece como presidente electo, esquivando el «jaque al rey» en esta partida de ajedrez político.

El final del régimen está escrito; lo que queda ahora es asegurarnos de que el proceso de transición sea pacífico, justo y, sobre todo, inevitable.

Dios bendiga a Venezuela y a su pueblo. Juntos lo vamos a lograr.

 

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