El valiente tiene miedo del contrario, el cobarde de su propio temor.
El valor ante el reto social, consiste en asumir los compromisos desde nuestro pequeño espacio para colaborar con el cambio al que todos aspiramos. Una sociedad agotada y distorsionada, producto de décadas de estatismo, burocracia y renta petrolera, y de una economía privada que todavía no alcanza su madurez y que sigue dependiendo del poder de turno, donde algunos de ellos prefieren seguir hibernando a la sombra del estado, antes que asumir el reto de la iniciativa liberal.
El cinismo y la opresión son dos valores fundamentales en los sistemas radicales religiosos y políticos, la propaganda, el dinero, la corrupción y las armas están siempre disponibles. Contener el poder del gobierno central ha sido la preocupación de las democracias occidentales, mientras otras sociedades fortalecen el poder del estado, las democracias occidentales insisten en extender la libertad personal y donde los partidos políticos representan las diferentes opiniones. En las sociedades autoritarias, el proceso político se orienta a la dominación y no la alternabilidad en el poder.
No es el socialismo original, compatible con la idolatría de hombres, el atropello ni de la violación del derecho individual. Esa trágica interpretación del llamado Marxismo-leninismo, es lo que realmente el mundo ha conocido. “Somos ahora patriotas y libres”… Con esta frase se dan la mano la ironía y la ambición. La oposición, en esos sistemas representa una amenaza y es reprimida severamente. Por el contrario, la democracia liberal es un consenso sobre los valores, e inclusive le pone límites al exceso del “partidismo”, una distorsión muy extendida en las débiles democracias latinoamericanas.
El respeto al prójimo, a no malversar el dinero, a que se respete la ley, virtudes que posiblemente nunca harán a un héroe, pero sin los cuales tampoco habrá jamás un buen demócrata. La fuerza material en las sociedades organizadas se basa en el esfuerzo individual, ya que fortalece la consciencia. Los valores, son las claves de los países desarrollados. El socialismo radical, por el contrario, ha utilizado el resentimiento como una flecha envenenada contra el sistema democrático.
El resentido social la mayoría de las veces es incapaz y moldeable, al adquirir alguna posición de poder se vuelve temible y cínico, dispuesto a vengarse. En la revolución bolivariana han sido públicos y notorios, rasgos de este comportamiento. El resentido nunca asume responsabilidades, la culpa es siempre de los demás que le quieren hacer daño.
Él es de conducta hipócrita y siempre trata de rodearse de acomplejados y de personalidades problemáticas. Utiliza el refugio del radicalismo religioso o ideológico, porque ambas doctrinas reflejan la poca capacidad para entender y afrontar racionalmente las situaciones a la que nos expone las circunstancias propias y particulares de la vida en una sociedad moderna.
Si el Libertador hubiese pensado que la Independencia era una moda de algunos oligarcas, o si el Gral. Páez, por el contrario, veía que aquello era un problema solo de los ricos mantuanos, jamás se hubieran sacrificado en ella. Con coraje asumieron y superaron sus retos en bien de todos los venezolanos de ese tiempo. Haciendo una analogía y aunque algunos les parezca algo exagerado, María Corina Machado libra una batalla similar.
La correcta evaluación de las circunstancias reales, son las que hacen al estadista y al líder. El insistir en buscar en el pasado las soluciones del presente, son actitudes que denotan la falta de creatividad y el resentimiento del fracasado modelo político tradicional venezolano, puesto en evidencia por los denominados “Alacranes”, donde el antiguo liderazgo y un sector del nuevo, asumieron esa perversa forma de hacer política.
Los atributos vitales que posee María Corina para afrontar estas tareas, son la valentía y el carácter: la valentía para elegir una dirección entre los escenarios difíciles, lo cual requiere voluntad, y la fuerza de carácter para mantener un rumbo entre los peligros que acechan. Es decir, posee el valor en el momento de la decisión y el carácter para llevarlo a cabo. El liderazgo es aún más esencial durante las transiciones, cuando los valores y las instituciones pierden relevancia por el deterioro moral, económico y la carencia de una conducción racional e inteligente ante un futuro todavía distante e incierto.
En ese recorrido, el liderazgo responsable a diferencia de lo experimentado hasta ahora, debe tomar decisiones, ganarse la confianza, mantener las promesas. Se necesita un verdadero liderazgo para ayudar a los pueblos a ir de donde están a donde nunca han estado. María Corina, así lo ha entendido, y estamos seguro que se esforzará por conducir a Venezuela a ese destino que tantas veces el mal liderazgo nos ha arrebatado.
Sin embargo, esto no es más que el principio, ahora nos toca realizar un supremo acopio y prepararnos a defender y luchar por la democracia y la libertad, tratando de sentar las bases de una sociedad de trabajo y no de la burocracia política, fácilmente manipulable por esta nueva modalidad de controlar un país con base a la corrupción, y posibilitado gracias al radicalismo doctrinario, el militarismo primitivo y sus semillas del resentimiento social.
El reforzamiento de la autoestima, con base a la moral y los valores tradicionales a través de instituciones democráticas eficientes y por sobre todo, el impulso del trabajo honesto y creador, que hace inviables a estas distorsiones sociales. Siendo el trabajo, un atributo fundamental de la humanidad es el único remedio comprobado para la pobreza, el ocio y el vicio. Basta ya de mitos y leyendas históricas y de prejuicios sociales ante la realidad del mundo globalizado.
No hay peores tiranos que los esclavos, ni hombres más soberbios que los salidos de la nada… Proverbio Romano …