Efectivamente, la escena de Unamuno y Millán Astray, el franquista, se repite en espejo como una circunstancia arquetípica. Los fascistas actuales roban elecciones, no permiten la auditoría ciudadana de los votos de una elección democrática, desfiguran la estructura orgánica del Estado democrático, con sus poderes separados, para usurpar funciones del Poder Electoral; “sentenciar” unos resultados electorales sin respaldo ni verificación alguna (claro: violentaron todas las normas, y montaron un teatro tipo CSI con su “peritaje”), con lo cual realizaron un golpe de estado, mientras desatan una represión brutal, detienen más de mil adolescentes de extracción humilde, desaparecen periodistas, sindicalistas, abogados defensores de los derechos humanos, violentando los convenios relativos a refugiados y asedian una embajada (otra escena en espejo: igual que aquellos fascistas que asediaron la embajada de Cuba en 2002, pero esta vez desde el gobierno de facto). Como control de daño, hacen asambleas con su militancia para resolver proyectos, pendientes desde hace mucho; hacen demagogia sobre la transformación del Estado cuando su ineptitud y burocratismo ya está plenamente demostrado durante más de diez años; insultan llamando fascistas a todos los que le critican su conducta autoritaria y, encima, manchan la figura de Salvador Allende convocando un evento “antifascista”. Pero igual: pueden vencer (persiguiendo, reprimiendo), pero no convencer. Incluso, algunos que se tragan los resultados que anunció su presidente del CNE, advierten que se trató de una “victoria pírrica”, o sea, una derrota disfrazada. Por más que decrete la Navidad el “Grinch” de la democracia, la página no se ha pasado.
Hay que estar muy alerta con los conceptos, en esta época de regímenes “híbridos”, de Partidos Comunistas (como el chino) que defienden el libre flujo global de capitales y mercancías, que tienen millonarios en su Comité Central, que ofrecen 50 millardos de dólares como “ayuda” contra el subdesarrollo de África como hacía en sus tiempos el FMI y otras “multilaterales”; cuando coinciden “neonazis” y “ultraizquierdistas” en Europa para apoyar la invasión de un Estado soberano; cuando un “hombre fuerte”, que ha eliminado a todos los opositores, y desea la reconstrucción de los dominios del imperio zarista, llamando, como su filósofo señor Dugin, a una gran alianza de izquierda y derecha contra el liberalismo, a la cual se sienten llamados por igual Trump, Orban y Bolsonaro. Tiempos tan revueltos como este, han sacudido los esquemas de la antigua Guerra Fría del siglo XX, cuando había claramente dos polos de poder mundiales, aunque había “cosas raras” como el maoísmo antisoviético y el no alineamiento, que pretendía agrupar a un “Tercer Mundo”. Hay una gran confusión ideológica. Por eso, también hay que estar muy pendientes de los distraccionismos. Hay que insistir, recordar, entender que aquí se robaron unas elecciones, se violó el artículo 5 de la Constitución, hay una crisis del madurismo (moral, de proyecto, de hegemonía)… La página no se ha pasado.
En todo caso, todavía se puede confiar en el sentido común de la gente y hasta en su inteligencia. Siempre se me viene a la cabeza la defensa de una tesis de un amigo acerca de la lucha armada en Venezuela. El trabajo académico, por supuesto, estaba repleta de anécdotas de las vivencias personales de aquel período terrible, recordadas, no con algunos traumas, por el amigo quien fue combatiente de la “guerrilla urbana” que organizaba ciertas acciones “revolucionarias” como asaltar bancos. Parte del dinero era para sostener las actividades de una organización que no viene al caso mencionar. Pero otra parte se lo quedaban los heroicos combatientes. Como el tesista afirmaba que el marco teórico de su trabajo era el marxismo-leninismo, le pregunté: “O., tomando en cuenta tu marco teórico, ¿a qué clase social crees que tú que representaban cuando planificaban esos atracos”. La respuesta es un ejemplo de inteligencia y sentido común: “éramos lumpen, profe”. O sea, el tesista fue capaz de disipar la “bruma ideológica” que lo hacía significar su comportamiento como “revolucionario y del proletariado”, y no como simple asaltador de bancos.
Así mismo, si un animal ladra, para orinar levanta la pata, agita la cola como expresión de alegría o amistad, ese animal es un perro. Si un gobierno se roba unas elecciones, impone un estado de excepción de facto, cierra medios de comunicación, emprende una ola de detención son ningún respeto al debido proceso, entre otras cosas, ese gobierno es una dictadura y no una democracia. Pero hilemos más fino. Por ejemplo, ¿cómo caracterizar un gobierno que ha establecido las siguientes reglas de conducta? Ya Damián Alfa las recogió, lo solo las resumo: 1. Gritar “lo que diga Nicolás”, 2. Jamás dudar de las decisiones del líder y el partido, 3. Todo opositor es culpable de todos los males (desde los apagones hasta las inundaciones), aunque demuestre lo contrario, especialmente si atribuye la responsabilidad de los apagones, por ejemplo, a 25 años de pésima y corrupta gestión, 4. Toda crítica o duda es expresión de odio; los propios no odian, solo combaten la “derecha fascista” con todos los recursos a mano, especialmente la fuerza, 5. Ser de la “derecha fascista” se evidencia cuando se pida publicar y verificar los resultados de una elección, pedir aumento de salario o apoyar un sindicato que lo haga, hablar de derechos humanos, pedir cifras y datos económicos al BCV, a PDVSA, o al Ministerio de Sanidad o Educación, 6. Los cuerpos de seguridad tienen derecho a allanar casas, desaparecer forzadamente y hasta torturar a todo sospechoso de ser de la “derecha fascista”, 7. Toda personalidad de proyección internacional que pregunte por las actas, pasa a ser fascista ¿Dónde está el fascista? Por eso, es claro que poner en la agenda pública el fascismo, término usado más como un simple insulto que como concepto, me parece otra operación de distracción, como el asunto de las Navidades adelantadas. La página del robo de las elecciones no se ha pasado.
En estas tareas de confusión ideológica, tienen sus funciones los “influencers” tarifados. Hay de varios tipos. Solo mencionaré algunos, a la manera de los “tipos ideales” de Weber, o sea, modelos generales, sin caer en señalamientos personales, claro. Pero son claramente identificables igual, aunque no hay nada personal en esto:
Tenemos en primer lugar, el cronista asustado por quién sabe cuántas amenazas que tiene a sus espaldas. Sus lecturas le pesan, porque se da cuenta perfectamente de lo que está pasando, pero no quiere sufrir más y por eso se cuadra con el discurso oficial, aunque, de vez en cuando, se le chispotean disonancias como que el PSUV no tiene democracia interna, hay corrupción e ineptitud en el gobierno, no se cumplió con el programa del Comandante, no hay balance de que se perdieron las elecciones (¡uups!), etc. Hay también el simple adulante, que hasta enumera sus artículos que repiten lo que ya dijeron sus dirigentes, aunque ensalzándolos con “razonamientos” melosos, pseudojurídicos. También está el antiimperialista místico que percibe en todas partes la presencia del satánico imperialismo, la CIA, mientras contempla arrobado las cualidades revolucionarias, patrióticas, proféticas, cristianas, bolivarianas y auténticamente chavistas del Presidente Superbigote Pastor. Otro, es el odiante, cuyos textos se resumen en una larga retahíla de insultos y arrechera. También está el filósofo de los niños cantores del Zulia que combina los estilos de los tipos anteriores.
Párrafo aparte merece el cínico descarado. Nietzsche gustaba de los cínicos por ser cultores de decir la verdad, cueste lo que cueste. Este, efectivamente, dice la verdad, pero con el descaro y el gozo del abusador; no por simple gesto revelador. Claro, se trata de un triste pajúo, quién sabe si habrá aprovechado alguna prebenda a su avanzada edad, pero está completamente identificado con el gran Patán del Mazo que hace lo que dice la teoría del columnista en cuestión, pero no lo dice. En cambio este señor escribe artículos en Aporrea donde expresa desde su título “Y si hubiera fraude… ¿Qué?” y despliega una teoría digna de un Nietzsche (o niche) subdesarrollado. Sostiene que “El poder se conquista, se ejerce, se preserva y se disfruta”, y eso desde que los seres humanos salieron de las cavernas. Seguidamente, niega la tesis central del marxismo, y formula la que podría ser la premisa del madurismo teórico: “La historia de la Humanidad no es la historia de la lucha de clases, es la historia por el dominio, preservación y disfrute del placer que significa mandar y ser obedecido”. Y detalla luego: “Para conquistar y obtener el poder, los humanos hemos hechos guerras, invasiones, exterminios, esclavizar, robar, mentir, torturar, atemorizar, secuestrar, aterrorizar y explotar…”
¿Cómo van a convencer estos tipos? Aquí se robaron unas elecciones, se aplica el terror de estado, se violan los derechos humanos, se violó la Constitución (artículo 5, el de la soberanía popular). La página no se ha pasado. Todo lo demás es distracción. Incluida la discusión sobre el fascismo. Gracias, Juan Veroes, por exponerlo tan claramente.