Rosalía Moros de Borregales: Insuperable

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Dedicado a Leonardo.

Esta semana mi esposo y yo arribamos, como él dice, a nuestros primeros 37 años de vida matrimonial. Quizá porque a esta edad sabemos que el tiempo que nos resta es más corto que el tiempo que hemos vivido, comenzamos a pensar en la posibilidad de unos segundos 37. De cualquier modo, esa remota posibilidad no nos preocupa en lo absoluto, pues estamos confiados que nuestras vidas están en las manos de Dios. En resumidas cuentas, lo que realmente quisiera transmitir hoy es la posibilidad siempre presente en cada matrimonio de conquistar una vida en conjunto tan llena de amor, que al final del camino, al volver la mirada atrás y ver el recorrido juntos, puedan decir como dijera mi madre aquel día. Permítanme contarles.

Los padres de Rosalía Moros de Borregales

Los padres de Rosalía Moros de Borregales.

Era una bella tarde soleada de un sábado, estábamos celebrando con una merienda sencilla el sexagésimo noveno (69) aniversario de boda de mis padres. No éramos muchos, cuánto deseé que hubiéramos estado los 9 hijos con sus hijos y sus nietos. Pero, por razones que prefiero pensar que son asunto de la Providencia divina, solo estábamos mi esposo y yo, los únicos hijos que le quedaban en Venezuela. Un privilegio cargado de nostalgia; sin embargo, un privilegio del cual cada día soy más consciente y agradecida.

Una pareja amiga de ellos también compartían con nosotros la alegría de aquella tarde de celebración. Al llegar el momento del postre y el café, mamá, quien realmente era poco dada a expresar sus sentimientos, dijo sin ton ni son:  _ La compañía del esposo es insuperable. A lo que su amiga, unos años más joven que ella, le respondió: _ Claro, claro, nosotras somos bienaventuradas de haber llegado a la vejez acompañadas. Mami, le sonrió con su sonrisa espléndida, levantó sus ojos hacia el cielo y su mirada se perdió, pensativa, en el horizonte.

La observé con detenimiento mientras repetía dentro de mí, insuperable, como buscando una respuesta, con un profundo suspiro traté de indagar, qué habrá querido decir mamá con esa palabra insuperable. Papá siempre fue el hombre de la poesía, de las palabras que dejaban huella en el alma. Recuerdo que el día en el cual hubieran llegado a su septuagésimo (70) aniversario, me puse a buscar entre sus escritos algo para llevarle ilusión y alegría a mamá; pues ella insistía en que él debería haber estado allí ese día. Para ella él se había marchado sin su aprobación Entonces, en mi búsqueda, encontré una carta que él, papá, le escribió a mamá cuando él cumplió los 90 años. En esa carta le agradecía por haberlo hecho un hombre tan feliz toda su vida, por haberle dado 9 hijos de quienes se sentía muy agradecido a Dios.

Toda la carta era una declaración de amor que tocó hasta la fibra más profunda de mi ser. Me quedé con estas palabras: “Amada esposa, he llegado a los 90 años y te sigo amando como cuando te soñaba y anhelaba construir un hogar contigo”. Mamá, por el contrario, era de pocas palabras, las cuales llegaban en el momento menos imaginado. Ella las lanzaba así, como el insuperable de aquella tarde, libremente, sin muchos anuncios, como quien lanza un cometa y deja que el viento lo lleve a donde quiera.

Además, esa tarde mamá estaba pensativa, con cierta frecuencia hacía inhalaciones profundas y miraba al Cielo. Mientras papá, mi esposo y el amigo echaban cuentos, le pregunté a mamá, ¿cómo es eso de insuperable? A lo que ella me respondió: _ Bueno chica, no hay nadie que te conozca mejor y te quiera más que tu marido. Los hijos lo aman a uno, pero ellos son de Dios, de la vida. Un día levantan alas y se van. Como uno deja a los padres cuando es joven, luego los hijos lo dejan a uno. Entonces, el que te queda siempre es tu marido y su compañía es insuperable

Me quedé en silencio un buen rato, absorbiendo aquellas palabras que no eran más que la conclusión en una reveladora frase del testimonio de vida que ellos legaron a esos nueve hijos. El legado de un ser humano consiste en los corazones que haya tocado, en las vidas que haya impactado, en las mentes que haya alumbrado. ¡Y como los llevo grabados en mi ser!

Ese día escribí: “Estos dos tortolitos acaban de arribar a su 69 aniversario de Bodas. Ella es una esbelta chica de 92 años, coqueta como si estuviera en sus veinte, amorosa con él como ha sido toda su vida, solo un poco impaciente ante su pérdida de oído. El, un apuesto galán de 98 años que todavía la llama “mi muchachita linda”. Protector de ella, como el león que cuida celosamente lo que le pertenece. Tuvieron 9 hijos que acurrucaron en su nido con un amor tan dulce como la miel, tan grande como el cielo azul y tan profundo como el océano. Hoy esparcidos por el mundo.

El continúa cantándole la canción de la casita y buscándole el café por la mañana. A ella, le parece que él debe persistir, luchando hasta el final. Un final que solo Dios tiene en su agenda. Cuando él habla de cansancio y vida eterna, ella le continúa diciendo: _Si te mueres, te mato. Así que él, no se entrega plácidamente, como quisiera, en los brazos de su Dios, a quien ama entrañablemente, sino que persiste en la vida, porque ella es una chica que va tarde a la cama y todavía no se rinde. Ella lo amenazaba con ‘matarlo’ si se le ocurría morirse. Pues, para ella su compañía es insuperable.

Hoy pienso en los misterios de la vida, en los valores que tienen carácter de eternidad. Sigo pensando que Dios tiene un propósito con cada vida. Y que la vida longeva de mis padres parece haber tenido el propósito de enseñarnos que el amor tiene la capacidad de transformarse, de renovarse, de ser eterno. Hoy recordando a mis padres en nuestro aniversario, pienso que quiero “crecer hacia la vejez junto a ti” (grow old together).

Hoy brindo por los buenos matrimonios, por los que duermen en la misma cama hasta el fin de sus vidas. Por los que se toman de la mano, después de 69 años para conciliar el sueño, se rozan los pies y se abrazan en medio de la noche. Hoy brindo por los que no se dejan vencer en la primera pelea y salen cada uno por su lado; sino que comprenden que la vida es un aprendizaje y que el matrimonio es la amistad más poderosa de la Tierra. ¡Hoy brindo por nuestro amor insuperable! Hoy elevo mi corazón al Cielo en una plegaria para que haya muchos más matrimonios insuperables.

Y Jesús les dijo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne. Así que, ya no son más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Mateo 19:4–6.

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