Anabel Hernández: El Mayo Zambada, crónica del ocaso de un rey del crimen

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Mientras en México su reino criminal arde en medio de una cruenta guerra contra poderosos enemigos, en Estados Unidos, el 13 de septiembre, Ismael Zambada García, El Mayo, líder del Cártel de Sinaloa, fue presentado ante la Corte de Distrito Este de Nueva York por el Gobierno de Estados Unidos como un trofeo. El “narcotraficante más poderoso del mundo” fue sentado en el banquillo de los acusados para rendir cuentas ante la justicia, tras cinco décadas de vida criminal invicto e impune.

Tengo veinte años de investigar como periodista la vida de El Mayo Zambada, su poderosa organización criminal y el entramado de corrupción en todos los niveles del gobierno en México, por eso fue impactante verlo ese día en la corte con mis propios ojos por primera vez, con su uniforme de reo color caqui. Es como si sobre su espalda encorvada cayera finalmente el peso de toda su historia criminal.

Despojado de su trono y corona, el otrora rey narco lucia desgastado, cabizbajo y pensativo en su primera audiencia ante esa corte, que ya juzgó implacablemente a dos de sus cómplices: Joaquín Guzmán Loera, El Chapo Guzmán, su socio y compadre; y a Genaro García Luna, exsecretario de seguridad pública federal, su cómplice y protector.

Mientras el fiscal adjunto de Nueva York, Francisco Navarro, hacía una relatoría de los 17 cargos criminales de los que es acusado: tráfico de fentanilo y cocaína, corrupción de servidores públicos, asesinatos en Estados Unidos y México, torturas, secuestros, lavado de dinero y un largo etcétera, los ojos de El Mayo, hundidos como dos pozos sin fondo, miraban hacia la mesa de madera falsa. Cargo tras cargo, se movía lentamente de un lado a otro en la silla giratoria en la que estaba sentado flanqueado por su abogado de defensa, Frank Pérez.

Era como si los pensamientos del jefe narco estuvieran muy lejos de ahí. Mientras, afuera de la corte, la ciudad neoyorquina seguía su rutinario ajetreo.

En esta columna, presento la crónica de lo que vi en la audiencia y lo que ha ocurrido en México desde el 25 de julio pasado, cuando El Mayo fue traicionado y capturado por el grupo criminal de Los Chapitos, hijos de El Chapo. Muchos de los sucesos desde entonces, confirman lo que he venido revelando en esta columna en DW desde principios de 2021 sobre la relación entre el Cartel de Sinaloa y miembros del partido oficial Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), cuyo líder moral es Andrés Manuel López Obrador, cuyo mandato termina el 30 de septiembre, dejando un país en llamas, en medio de una narco-insurgencia.

Parte de guerra

Era viernes 13. Si El Mayo Zambada fuera supersticioso, pensaría que todo lo ocurrido ese día era propio de alguna maldición. Otros lo llaman karma.

Desde antes que despuntara el alba, en muchos puntos de Sinaloa, su tierra natal y su centro de operaciones criminales, se libraban sangrientas batallas que dejaron innumerables muertos y desaparecidos, propiedades balaceadas, así como vehículos y camiones incendiados.

Sus otrora protegidos, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, hijos de El Chapo Guzmán, líderes de Los Chapitos, a quienes vio crecer como si fueran parte de su propia familia, buscan ahora conquistar todos aquellos territorios y bienes que acumuló durante décadas de criminalidad. A como dé lugar quieren expulsar o exterminar a todos aquellos relacionados con El Mayo. Es como si quisieran borrar del mapa todo aquello que recuerde a su ‘reinado’.

De acuerdo a mis informantes, y con corroboración de personas vinculadas al Gobierno de Estados Unidos, a partir del 9 de septiembre Los Chapitos comenzaron a atacar abiertamente sindicaturas aledañas a la ciudad de Culiacán neurálgicas para la facción de El Mayo Zambada, lidereada por su hijo Ismael Zambada Sicairos, alias Mayito Flaco: Costa Rica, el Álamo y El Salado, así como los municipios de Elota y Cosalá.

“Están cateando casas y a unos los matan dejando mensajes y a otros los desaparecen, la mayoría de los afectados son gente de El Mayo” me explica uno de los informantes, que monitorea las 24 horas la narco-guerra que se registra en Sinaloa y que comienza a extenderse a otros estados de la República mexicana.

Desde el 25 de julio pasado, cuando su padre fue engañado por Los Chapitos y llevado contra su voluntad a Estados Unidos para ser detenido – como informé el 26 de julio pasado y como confirmó días después su abogado oficialmente-  Mayito Flaco escapó de Sinaloa y comenzó a buscar desesperadamente apoyo de otras familias integrantes del cartel porque no cuenta con el número de sicarios, armas y dinero que tienen Los Chapitos.

Desde entonces, el hijo de El Mayo Zambada ha logrado el compromiso de tres clanes importantes: Fausto Isidro Gómez Mesa, alias Chapo Isidro, cuyo grupo es conocido como Los Mazatlecos. José Gil Caro Quintero, alias El Pelo Chino, familiar del narcotraficante Rafael Caro Quintero, líder del Cartel de Caborca, quien tiene viejas rencillas con Los Chapitos. En un inicio, José Gil quería mantenerse neutral, pero finalmente dio el sí a Mayito Flaco.

Se afirma que, del lado de los Zambada, también está Alfonso Limón, líder de uno de los clanes del Cartel de Sinaloa que más droga trafica a Estados Unidos, y que en los últimos años había sido parte del circulo más cercano a El Mayo Zambada. También los hermanos Cabrera Sarabia de Durango, quienes, aunque en un inicio de la guerra habían hecho un guiño a Los Chapitos, al final prometieron apoyar a a Mayito Flaco en esta guerra.

Esa mañana de viernes 13 de septiembre, a las 10:20 de la mañana, el parte de guerra no arrojaba datos favorables para los Zambada y sin duda el líder caído lo sabía.

Para evitar que llegaran por tierra refuerzos del Chapo Isidro y los Cabrera Sarabia, Los Chapitos bloquearon, en una estrategia propia de la milicia, las vías de acceso a las inmediaciones de Culiacán. El objetivo de Los Chapitos no es solo expulsar o exterminar a los Zambada, sino apropiarse de bienes inmuebles, empresas legales, narco laboratorios, drogas y dinero.

La violenta operación hace recordar a la que en 2016 y 2017 emprendieron los hermanos Guzmán contra la familia de Dámaso López Núñez alias El Licenciado, quien había sido brazo derecho de su padre, y tras su última detención en 2016 comenzó una disputa interna de esa facción para ver quien se quedaba con el imperio. Esa guerra dejó muchas bajas, pero la guerra actual es sin duda la peor que ha vivido Sinaloa desde 2008 cuando se rompió la alianza de El Mayo y El Chapo con el clan de Arturo Beltrán Leyva y sus socios.

Derrotado y amenazado

Los violentos eventos en Culiacán comenzaron justo después de que El Mayo, aún preso en una cárcel al oeste de Texas, fuera amenazado de muerte. De manera férrea se negaba a ser transferido a Nueva York, como había solicitado la fiscalía. Aunque un juez federal le dio la razón a Zambada García, este, de manera inesperada y repentina, cambió de opinión el 5 de septiembre y acepto ser trasladado enseguida.

La información que recibí y confirmé es que el líder del Cartel de Sinaloa fue amenazado por una banda criminal conocida como Los Aztecas, quienes tienen importante presencia en diversas cárceles en Estados Unidos y México. Apenas en noviembre, con todo y cámaras de seguridad, habían asesinado brutalmente a golpes a un preso en una cárcel en El Paso, Texas. Periódicos locales refirieron que el caso estaba relacionado con Los Aztecas y que la víctima recibió un golpe en el escroto que lo dejó inmóvil y después fue apuñalado en los ojos.

En 2008 El Mayo y su compadre El Chapo habían enviado a Ciudad Juárez, Chihuahua, un ejército para exterminar a La Línea, grupo armado del Cartel de Juárez, que, junto con Los Aztecas, defendían esa plaza. La guerra fue campal, al grado de que Ciudad Juárez fue considerada ese año la ciudad más violenta del mundo. Al final, Zambada y Guzmán Loera se convirtieron en el grupo hegemónico.

Por esa historia es que la vida del capo corría peligro. Cuando se acordó su transferencia a Nueva York, el departamento de justicia envió escritos al juez advirtiendo de los peligros en torno a El Mayo, incluyendo el peligro de que grupos rivales cometieran acciones violentas contra él y sus guardias.

El 12 de septiembre, Zambada García fue trasladado a Nueva York.

Serían todas esas circunstancias las que ocupaban el pensamiento del otrora poderoso narcotraficante, sentado ahora en la sala de la corte federal. Parecía ausente. Cuando el juez James Cho le comenzó a hacer las preguntas básicas de las audiencias de presentación, el acusado apenas respondió.

-¿Entiende que tiene derecho a un abogado?

-Sí- dijo el capo en un susurro, con voz grave y apagada. Parecía resfriado.

Su cara era cadavérica. No solo por la delgadez, sino por los ojos hundidos y los restos de lo que alguna vez fue una nariz convertida prácticamente en dos agujeros a causa de su adicción de años a la cocaína. De los huesudos pómulos colgaba la piel, igual que de sus antebrazos que se asomaban bajo el uniforme de reo de manga corta. Todo ese cuadro contrastaba de modo extraño con su escaso pelo teñido de negro azulado cubriendo su cráneo.

No queda nada del otrora recio y fornido capo que posó en 2010 con el periodista Julio Scherer para la única entrevista que el narcotraficante ha dado en su vida. El tiempo y la diabetes que padece desde hace tiempo han sido tan inmisericordes como él con sus cientos de víctimas.

-¿Entiende los cargos en su contra?- preguntó el juez Chon.

-Sí- respondió El Mayo, de nuevo con voz prácticamente imperceptible.

-¿Cómo se declara?

-No culpable.

La audiencia fue breve, no más de 20 minutos. Cuando concluyó, El Mayo se puso de pie con dificultad. Los tres elementos de seguridad que lo custodiaban, jóvenes musculosos vestidos de color arena, lo tuvieron que ayudar. Lentamente, el capo se perdió de vista, rengueando y arrastrando un poco la pierna izquierda. Quién sabe cuánto de esa dramática fragilidad habrá sido real y cuánto fingida para parecer solo un viejo débil, para poner color al circo en el que él fue la atracción principal esa mañana.

Al terminar la sesión, la treintena de funcionarios que estaban en la sala 11D entre fiscales, fiscales sustitutos, directivos de la DEA, el FBI y del Departamento de Seguridad Nacional (HSI) celebraban y reían en el pasillo como quien se ha sacado la lotería.

En contraste, desde su arresto en Estados Unidos, el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, parecieran estar de luto. El mandatario mexicano y la Fiscalía General de la República han estado más preocupados en insinuar la intervención de autoridades extranjeras en la captura del narcotraficante que en colaborar con el gobierno norteamericano para acabar con la red criminal de El Mayo.

México sin grito y en llamas

Algo inquieta a la llamada Cuarta Transformación y no es para menos. Días después de su captura, El Mayo confirmó lo que publiqué en esta columna el día después de su arresto en un escrito oficial divulgado por su abogado, Frank Pérez. Que fue capturado por Los Chapitos en una trampa de Joaquín Guzmán López, y que fue llevado contra su voluntad a Estados Unidos.

Explica en este escrito que fue convocado a una reunión para ser mediador entre dos de sus conocidos, que desde hace meses estaban en disputa con el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, del partido oficial Morena, quien fue candidato a la gubernatura en 2021 y logró ganar gracias al apoyo de El Mayo y Los Chapitos.

Desde 2021, publiqué en este espacio al menos tres artículos que hablan sobre los contactos entre Rocha Moya y Zambada García: “El Mayo Zambada: la impunidad del gran elector de Sinaloa”, “Contactos entre El Mayo y Rocha Moya al menos desde 2018” y “AMLO y las negociaciones con el narco”.

Por lógica elemental, ningún narcotraficante prófugo de la justicia y por quien el gobierno de Estados Unidos ofrece una recompensa de 15 millones de dólares tendría motivos para reunirse con una autoridad, al contrario. Pero Rocha Moya era más que una autoridad, era principalmente un viejo conocido, a quien El Mayo había dado su visto bueno y apoyo indispensable para convertirse en gobernador y con quien ya se había reunido muchas otras veces sin problema, como el propio Rocha Moya lo presumía a sus compañeros de partido desde 2018.

El otro asistente al encuentro, según El Mayo, fue Héctor Melesio Cuén ex diputado local y líder del Partido Sinaloense, personaje recurrente en esta columna en los últimos cuatro años. Cuén asistió a encuentros con El Mayo y Los Chapitos para conseguir apoyos para Rocha Moya en la campaña de 2021. Zambada García confirma que efectivamente Cuén “era un viejo amigo”.

El experimentado capo no hubiera ido con solo cuatro escoltas al encuentro de no haber confirmado antes que efectivamente estarían el gobernador y el diputado federal recién electo, con el que Rocha comenzó a tener diferencias desde el inicio de su gobierno.

Prueba de la colusión entre El Mayo y el gobierno morenista de Sinaloa, además del escrito presentado por el abogado, es que ese día lo acompañaba como escolta José Rosario Eras López, quien de acuerdo a su ficha como funcionario, del cual tengo copia, ocupaba la posición de mando operativo en la Fiscalía General de Sinaloa, en la Dirección de Policía de Investigación. Después de ese día, Eras López está desaparecido. Me afirman que fue asesinado junto con otro escolta de El Mayo, un excomandante de la Procuraduría General de la República (PGR).

La emboscada trajo como resultado la narco-insurgencia en Sinaloa que en poco tiempo se va expendiendo a otras zonas del país. Se prevé que los estados de Zacatecas, Sonora, Baja California y Baja California Sur, sufrirán eventos violentos como los de Sinaloa.

El gobernador de Sinaloa, por sus compromisos con ambos grupos criminales ha quedado en medio de dos fuegos. Hace unos días pidió a los sinaloenses que recen por él para que termine con vida su gobierno, el cual concluye en 2027. Tuvo que suspender el 15 de septiembre el festejo nacional más importante de México: el día de la independencia.

Un hecho simbólico, que demuestra que el gobernador no es capaz de protegerse ni así mismo ni a sus ciudadanos, porque Sinaloa, como en los tiempos de la Colonia, no es independiente. Desde hace décadas está bajo el yugo y control del Cartel de Sinaloa incluyendo varios gobernadores en turno como Rocha Moya.

Al menos 27 municipios en los estados de Chiapas, Sinaloa, Nuevo León, Durango, Michoacán, Guanajuato y Oaxaca cancelaron la tradicional ceremonia del grito de independencia por violencia atribuida a grupos de delincuencia organizada.

El 16 de septiembre, recrudeció la violencia en el municipio de Culiacán. Fueron dejados en la vía pública como mensaje terrorista los cuerpos sin vida de cinco hombres con un sombrero puesto en sus cabezas, en alusión al apodo de “El señor del sombrero” con el que también es conocido El Mayo Zambada. Dos días antes, fue abandonada en la calle una cabeza humana al lado de una caja de pizza, en clara alusión a la Chapiza como también se conoce al grupo criminal de los hermanos Guzmán.

Fue jaqueada una página oficial del gobierno de Sinaloa, del Colegio de Bachilleres, para hacer llegar una clara amenaza al gobernador donde le exigen irse del estado: “Se viene más muerte en Sinaloa”.

La última vez que ocurrió algo así fue en 2008, cuando estalló la guerra entre El Mayo y El Chapo contra los Beltrán Leyva. Fueron asesinados al menos cuatro funcionarios públicos de alto nivel del equipo cercano del secretario de seguridad pública federal Genaro García Luna, acusados de haber servido para las dos facciones criminales: Edgar Millán, Coordinador general de seguridad regional de la Policía Federal (PF), Igor Labastida, director de investigación de la PF; Aristeo Gómez Martínez, director del Estado Mayor de la PF; Roberto Velasco Bravo, director de crimen organizado de la PF. Y el famoso abogado penalista Marcos Castillejos suegro del jefe policiaco Luis Cárdenas Palomino.

El propio García Luna fue secuestrado en esa época por Arturo Beltrán Leyva para exigirle su lealtad luego de los millonarios sobornos que le había pagado.

Así que el miedo de Rocha Moya no es para menos, y el apoyo público incondicional que hasta ahora le han brindado AMLO y la presidenta electa Claudia Sheinbaum no le son suficientes para vivir en paz.

Sin final feliz

Falta medio mes para que termine el sexenio de AMLO. No hay final feliz, uno de los principales pendientes que le reclama la ciudadanía son los índices de violencia. Deja un país en llamas. Con más asesinatos y desapariciones que ningún sexenio en la historia moderna de México. Su política hacia los carteles de la droga de “abrazos y no balazos” con la que inauguró su mandato, le está pasando la factura con la misma inclemencia que el tiempo a El Mayo Zambada.

El narco-terrorismo cunde por las calles y los ciudadanos se encuentran ante un gobierno federal que se niega a cumplir con su obligación de proteger la vida de los ciudadanos, el Estado de Derecho y la paz. Su declinación a imponer el orden, para mí es una confesión tácita de dónde están sus compromisos: claramente no con los ciudadanos.

Cuando se deja la paz en manos no de las autoridades sino de los criminales, ésta puede terminar de un día para otro. A donde quiera que vayan los actuales gobernantes, llegará el día en que también su historia les caiga sobre la espalda como ocurrió a Zambada García. Irónicamente, en el caso de algunos políticos mexicanos, depende en gran parte de si el capo accede o no a colaborar con el Gobierno de Estados Unidos.

Hace unos días, un funcionario público de Estados Unidos, experto en temas procesales, me aseguró que El Mayo podría colaborar con el gobierno si le dan el incentivo correcto. Lo que más podría interesar al Departamento de Justicia es que el capo delate a alguien más arriba que él.

-¿Un presidente de México?- pregunté al informante.

– Un personaje así sería lo único más arriba que El Mayo.

DW

 

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