Sergio Monsalve: Troles del cine

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El trol molesta en el cine con su celular encendido, todo el tiempo, revisando su pantalla antes que la inmensidad audiovisual que tiene por delante.

Piensa el trol, ensimismado en su fantasía selfie de fama mínima, que sus actualizaciones hacen alguna diferencia en la vida y que son tan relevantes como para que los espectadores que lo rodean deban enterarse de su impostura, de su actividad performática, al iluminar el contexto con su acto de responder un mensaje privado, cuando apenas llevamos cinco minutos de función.

En vano le llamarán la atención, más adelante, porque se siente una figura VIP de los medios y de las redes, cuyas comunicaciones personales lo mantienen interconectado a su burbuja de presunto éxito de influencer doméstico.

En realidad, lo siguen unos miles que enganchó en el pasado, en sus años de gloria y que ahora de broma le alcanzan para 10 likes por post.

A veces sufre de pesadillas, durante el día, por la pérdida dramática de su impacto.

Sin embargo, como “Envidia” de Intensamente 2, se alegra al ver arder el prado de sus colegas, a quienes finge apoyar en público, para después asestarle estocadas por la espalda, al sembrarle “bombitas” y comentarios tóxicos en los foros de la competencia.

Nunca el trol se alegrará de la conquista y el triunfo del otro, de la labor bien hecha del amigo.

Siempre verá con mal semblante que los demás puedan brillar por el esfuerzo de sus méritos y horas de dedicación.

Ahí ajustará sus cuentas pendientes, fingiendo ignorar, no darse por enterado o sencillamente despreciando el aporte del rival de turno, al que se encargará de sabotear de diversas formas, entre las evidentes y las secretas.

Por delante, el trol emplea una máscara de héroe y representante de todas las buenas causas.

Por detrás, orquesta conspiraciones y olas de rumores, para cancelar a sus potenciales víctimas en el mercado de la atención.

Ríe con condescendencia de un chiste malo en la “Premier”, hace un comentario venenoso a viva voz, delante de su séquito de aduladores, como para que el cine se entere de su existencia pequeña.

El trol criollo es una construcción odiosa del nuevo inframundo digital, así como su pariente cercano, el gorrón o parásito de los eventos, estrenos y afines.

En su buena época, ambos trabajaban de verdad y ofrecían garantía de un contenido de interés, con cierto cuidado en la producción y la curaduría de los temas.

Luego, cuando él éxito provinciano se les subió a la cabeza, comenzaron a bajar el nivel y a solo preocuparse por aparentar, publicando cualquier cosa fea e improductiva, una cantidad de “spam” infernal que ellos confunden con “cuerpo de obra”.

La crítica la reservan para señalar la paja en el ojo del vecino, jamás para observar el defecto en el comportamiento propio, generalmente errático y banal, como sus gritos y alaridos en la sala oscura, mientras intentamos concentrarnos en la historia de un personaje de ficción.

Lo que recela el troll es no ser el protagonista eterno de la novela, que se hable bien o mal de él, debido a que su publicidad se cifra en el conflicto infinito.

Por tanto, una manera sencilla de neutralizarlo, es dejándolo de seguir, no caer en sus juegos mentales y emocionales de pelea infantil, eludir sus peines de espía y sus invitaciones al debate, a la polémica.

De ponerse cómico y trágico, de amenazar y acosar, lo mejor que existe, como herramienta de protección, es bloquearlo.

No alimentes al trol, olvídate de mencionarlo con nombre y apellido, pues armará el drama que justifica su miseria, que le permite destacar, a costa de tu salud intelectual.

Si el trol es una invención tan antigua como el hate (viejo pecado capital de la ira), conviene no invitarlo a casa, mantenerlo de lejitos y curarse de su estado de terror.

Pide ayuda si ves que eres rehén de alguno de ellos, si no te dejan dormir en paz.

Es un asunto de cuidado, de seguridad, y que nadie merece sufrir como ataque a su integridad.

Es uno de los problemas del milenio y requiere de conversación, de elaboración y de superación en resiliencia grupal.

Por una comunidad libre de trols, y más bien llena de gente honesta que sume.

 

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