A muchos les da por hablar del modelo Bukele como si hubiera una estructura organizada de políticas públicas que se entretejen y dibujan un mapa coherente de acción. Yo creo que el modelo del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, es más bien una norma: todo el poder en un hombre.
Y así, ese hombre ha ido cambiando de humores y decisiones y tácticas y yendo de un lado para otro: del Bitcoin como centro de su política financiera a un préstamo de 1,300 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional como principal apuesta de salvación; de un pacto con las pandillas a un régimen de excepción. Donde dije digo, digo Diego.
Pero hay, en medio de esos bamboleos, unas pocas constantes. La reserva de información, por ejemplo. En El Salvador ni siquiera es pública la información relacionada con la construcción del hospital público de mascotas. Somos un país donde una de cada 57 personas está encarcelada gracias al régimen de excepción, y aun así, ninguno de esos juicios es público, todos tienen encima la losa de esa tremenda leguleyada salvadoreña: reserva total.
Pero hay otra constante a la que me atrevo a bautizar como “la negación surrealista”. La cosa es así: no importa la cantidad de pruebas, la contundencia de la evidencia presentada, los videos, las fotos, los audios desplegados, Bukele y sus acólitos, si la verdad no les conviene, dirán que es mentira.
Está bien, hay que reconocer que hasta aquí todo es normal en un mundo cínico: históricamente muchos políticos nos han acostumbrado a ser unos campeones de la negación. Si hubiera unas olimpiadas de la negación, Trump, por ejemplo, se subiría al podio varias veces y tendría envidiables récords.
Pero la “negación surrealista” del bukelismo va más allá: no solo niega, pretende argumentar. Y entonces es cuando aparece el surrealismo.
La última semana nos ha ofrecido un espléndido caso de “negación surrealista”. El periodista Héctor Silva Ávalos consiguió audios grabados por el exasesor de Seguridad de la Presidencia de Bukele, Alejandro Muyshondt. En uno de esos audios, grabado en agosto de 2020, el funcionario conversaba con el hombre de confianza de Bukele: Ernesto Castro, que era secretario privado del presidente.
Durante más de una hora, en diferentes audios, discuten la cercanía de Bukele con personajes investigados por narcotráfico por las autoridades estadounidenses y salvadoreñas; hablan de casos de corrupción dentro de su Gobierno, de cómo “tumbaron” a un medio digital; y planifican un proyecto ilegal de espionaje contra periodistas y políticos de oposición. Todo está grabado. El mismo Muyshondt lo grabó como respaldo. Parece que sabía que era parte de una mafia de Estado.
Ahora, Castro es presidente de la Asamblea Legislativa y Muyshondt está muerto: murió en febrero de este año dentro de las cárceles de Bukele, acusado de revelación de hechos, actuaciones o documentos secretos. Su cuerpo fue entregado a la familia con escandalosas costuras en toda la cabeza y con moretes alrededor del cuello.
Los audios recientes no se habían publicado, pero Muyshondt había hecho algunas denuncias públicas acusando de corruptos y narcotraficantes a ciertos diputados y políticos de Bukele.
Tras la publicación de los audios, los periodistas buscaron a Castro cuando entraba a la Asamblea Legislativa. Castro respondió -si a eso se le puede llamar responder- y dejó uno de los más pulidos ejemplos de “negación surrealista”. Dijo que uno de los medios que publicó los audios había publicado antes otra nota. Sacó su teléfono y mostró la nota: “El 26 de marzo de 2023, hacen un artículo bien interesante que habla sobre una fotografía del papa Francisco que se viralizó debido al peculiar atuendo… ellos hablan de un software de inteligencia artificial, especializado en generación de imágenes y voces realistas a solicitud de los usuarios… ¿Qué credibilidad pueden tener esa persona y ese medio?”.
Es tan surrealista la respuesta que hay que detenerse: sí, lo que el presidente de la Asamblea Legislativa sugirió es que los audios publicados no fueron grabados por el exasesor de Seguridad de Bukele mientras conspiraba con él, sino que fueron producidos con inteligencia artificial. Por si quedaban dudas, tras esas declaraciones, decenas de cuentas afines al Gobierno difundieron el mensaje de que todo era un engaño producto de las últimas tecnologías. “Negación surrealista”.
No es la única, es la más reciente: cuando junto a un grupo de colegas de El Faro publicamos las pruebas de que Bukele había negociado con la Mara Salvatrucha-13 desde que llegó al poder en 2019, el presidente argumentó que nosotros éramos aliados de las pandillas. Todas las pruebas eran documentos oficiales de su Gobierno, memos firmados y sellados y fotos del circuito cerrado de sus cárceles. Pero parte de su defensa fue esa: que nosotros éramos aliados de un grupo criminal al que habíamos expuesto desde hacía más de una década, desde mucho antes de que él fuera presidente. “Negación surrealista”.
Cuando el periodista Carlos Martínez publicó los audios de otro funcionario público reconociendo ante un pandillero que habían negociado con ese grupo criminal e incluso liberado ilegalmente a uno de los líderes, algunos diputados y varios voceros del oficialismo dijeron, sin prueba alguna, que todo había sido grabado en un estudio de radio por el periodista mismo. O sea, que el periodista había ido y, cual actor, había imitado la voz del funcionario en una cabina. “Negación surrealista”.
A quienes quieran armar el célebre “modelo Bukele”, sumen este elemento inconfundible: Bukele y sus fieles en el Estado negarán hasta el absurdo, sin importar la evidencia. Ellos responderán a las pruebas con disparates.
Todo esto sería anecdótico si no es porque Bukele sigue teniendo una enorme credibilidad en su país y fuera de él. Miles de ciudadanos, decenas de políticos extranjeros, cientos de periodistas asimilarán esos disparates como verdades. La mayoría de esa gente, sin nunca haber visitado las pruebas que demostraban lo contrario. No es anecdótico, es angustiante e invita a reflexionar sobre una pregunta: ¿qué demonios se puede hacer ante eso?