Marta Peirano: La magia negra del Mosad

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La pasada primavera, Hezbolá compró 5.000 buscas a un fabricante taiwanés llamado Gold Apollo que, a su vez, subcontrató a una empresa húngara llamada BAC Consulting. La empresa húngara resultó ser una pantalla de los servicios secretos israelíes, que estuvo fabricando dispositivos para otros clientes mientras esperaba el pedido de Hezbolá. Cuando llegó, los buscas incorporaban dos elementos que no estaban en el diseño original. Por un lado, suficiente material explosivo para hacer bastante daño al portador y a las personas que tuviera alrededor. Por otro, un mecanismo de activación remoto capaz de detonar el explosivo con un solo mensaje. El martes, a las 15:30, alguien envió ese mensaje y todos los dispositivos modificados explotaron todos a la vez.

Parece magia negra, pero es un ataque muy de la Guerra Fría. El buscapersonas se inventó en 1921 para que el Departamento de Policía de Detroit pudiera enviar mensajes de radio a sus oficiales en cualquier parte de la ciudad, pero su era dorada fueron los sesenta, cuando Motorola comercializó el Pagerboy. Es un artefacto de la era James Bond. Hezbolá los había comprado precisamente para evitar ser geolocalizados o atacados con programas como Pegasus, que son las armas que son la clase de armas que caracterizan a la inteligencia israelí y la NSA norteamericana.

A diferencia de un móvil, el busca no emite señales de manera continua. No le dice a las antenas “estoy aquí, estoy aquí”. Recibe los mensajes como quien sintoniza la radio, porque, en realidad, es un receptor de radio que recibe los mensajes codificados a través de las bandas de radio comerciales UHF o VHF. No los puede responder. Teniendo el código y la frecuencia de la transmisión, un escáner de radiofrecuencia especializado en la zona podría interceptar un mensaje que esté siendo retransmitido en ese momento, pero no se puede detectar un beeper. No sabemos quién lo lleva. Ya sólo por eso, no podemos decir que ha sido un ataque de precisión. Lo inédito, e inaudito, es la escala del ataque. No sólo por la cantidad de muertos y heridos, sino por la escala de la operación.

¿Quién monta una fábrica de buscapersonas y se sienta a esperar? Cuesta no pensar en El golpe, con Paul Newman y Robert Redford esperando a que Doyle Lonnegan entre en el salón de apuestas. Hasan Nasralá, líder de Hezbolá, había anunciado abiertamente que debían abandonar los móviles, y el mercado que fabrica dispositivos buscapersonas es muy pequeño. Mucho más pequeño si descartamos a los fabricantes estadounidenses, británicos y otros aliados de la inteligencia estadounidense. Compraron a una empresa legítima que, probablemente, subcontrató al proveedor más barato. Los guerrilleros y los grupos terroristas carecen de los estándares de control y seguridad de un Departamento de Defensa. Una vulnerabilidad importante en la era del capitalismo global.

 

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