El emporio de entretenimiento Disney logró con los años que los animales adquirieran características humanas. A nadie le extraña hoy que un cervatillo adore a su mamá, que un oso eduque a un niño o que un cerdito te proporcione mejor compañía que tus familiares cercanos. Pero ahora hemos entrado en otra dimensión. Los electrodomésticos adquieren capacidades humanas y protagonizan la nueva reivindicación de ordeno y mando. Pese a la criminalidad, el ataque de los servicios secretos de Israel contra militantes de Hezbolá en Líbano amplía los márgenes de la tecnología inteligente. A una hora acordada, un martes, todos los aparatos buscapersonas repartidos entre los responsables de la milicia comenzaron a estallar. Aún se contabilizan por decenas los muertos y por miles los heridos. En algunos casos, el aparatito explosionaba en las manos de hijos y familiares, salpicaba a vecinos y a paseantes. Al día siguiente, un ataque de menores proporciones afectaba de igual manera a los usuarios de una partida trucada de walkie talkies y eso pese al llamamiento de los líderes a evitar los móviles inteligentes. Habrá tiempo para conocer las entretelas del gran cambiazo, pero por el momento lo que se impone es la certeza de que ya no hay electrodoméstico amigo.
La inteligencia artificial no es más que dotar a aparatos robóticos de virtudes humanas como la suplantación del otro, el razonamiento lógico y el cálculo de probabilidades. Lo tremendo será cuando un ordenador sólo obedezca al papá que lo creó y el móvil se haya convertido en el único amigo en que puedes confiar. Ya estamos en ello. La guerra de Ucrania transformó los drones en máquinas de matar. Ese simpático adminículo que permitía a directores de cine aportar a sus relatos el punto de vista de una gaviota ya no puede ser mirado igual. Ahora es un ave perversa que matará y matará gente durante los próximos años con la virtuosismo que ofrece la distancia al vicio del asesinato. Matar sin ver los ojos del enemigo es desde tiempo atrás un empeño del humano, que aún sospecha de ese pellizco ínfimo de ternura que le puede quedar adentro. El mundo se deshumaniza a marchas forzadas porque el progreso, ya es notorio, camina hacia la Edad Media y no hacia un adelante esplendoroso. Y a esa deshumanización de lo humano le corresponde una humanización de lo robótico. Llorar es ya una cuestión de ingredientes bien formulados. Reír, una combinación matemática. Y amar, bueno, amar hace tiempo que se intenta someter a técnicas de consumo.
El ataque israelí confirma que la guerra es un periodo jugoso de invención y progreso. Ningún impulso parece ser más provechoso que el impulso del mal. Cuando oímos hablar de frigoríficos que manejan tu abastecimiento de manera autónoma, de programadores domésticos de temperatura, luz, música y ambiente, y de asistentes virtuales que responden por un nombre humano, lo que sabemos es que los aparatos ya están aquí para mandarnos, ordenarnos, amedrentarnos y finalmente exterminarnos. Incluso al conocimiento humano, basta con ver la dependencia médica de las máquinas, si le quitas la tecnología lo dejas a ciegas. Una persona que no sabe manejarse virtualmente ya no es aceptada ni para tener cuenta corriente en el banco ni tan siquiera para hacer su declaración de la renta. Fíjense atentamente y comprobarán que la tostadora, que aparentaba estar indiferente y aislada, en realidad te juzga con desprecio y altanería.