Es posible concluir que la derecha no solo tendrá un desempeño mediocre en las próximas elecciones, sino que tiene escasas posibilidades de llegar al gobierno en marzo de 2026.
Es indudable que el llamado Caso audios ha golpeado de manera directa a los partidos de Chile Vamos, en especial a la Unión Demócrata Independiente (UDI) y en menor medida a Renovación Nacional (RN). En cuanto a la UDI, por el hecho de aparecer mencionados, entre otros, los exministros Andrés Chadwick y Felipe Ward; respecto a RN, por verse involucrada la ministra de la Corte Suprema Ángela Vivanco, a lo que se agrega el expresidente Sebastián Piñera. Las repercusiones del Caso audios han logrado anular otros hechos también considerados escandalosos para la opinión pública, como las denuncias surgidas a propósito del traspaso de recursos fiscales a fundaciones y las situaciones de corrupción detectadas en varios municipios.
Es muy probable que lo ocurrido con el Caso audios afecte el desempeño electoral de Chile Vamos (UDI, RN y Evópoli), en las próximas elecciones de alcaldes, concejales, gobernadores y consejeros regionales, programadas para los días 26 y 27 de octubre. A su vez, es muy probable que esto mismo termine favoreciendo a la derecha más extrema, representada por el Partido Republicano, o bien a candidaturas independientes que, a lo largo de todo el país, se inscribieron por doquier.
Sin embargo, antes que se diera a conocer el Caso audios, se sabía de antemano que la derecha no tendría un buen desempeño en las próximas elecciones. ¿Por qué motivos? En primer lugar, por las dificultades que existieron entre los partidos de la derecha al momento de confeccionar las listas e inscribir las candidaturas, siendo rechazada la posibilidad de efectuar primarias entre Chile Vamos, el Partido Republicano y el Partido Social Cristiano. Por ende, en casi todas las comunas y regiones, Chile Vamos compite con candidaturas promovidas por los otros dos partidos, además de las que representan al oficialismo. En segundo lugar, la derecha en los últimos años ha experimentado una tendencia hacia la fragmentación y al surgimiento de nuevos partidos, afectando a Chile Vamos e incluso al propio Partido Republicano. En tercer lugar, y quizás uno de los factores más decisivos, la actitud mostrada por los partidos de Chile Vamos para competir con el oficialismo.
En relación a esto último, habría que señalar que la actitud mostrada por Chile Vamos contrasta con lo ocurrido en otras ocasiones estando en la oposición y, en especial, cuando evidenció que era posible llegar al gobierno en las siguientes elecciones presidenciales. Basta comparar el comportamiento demostrado por los partidos de Chile Vamos durante todo el presente año, respecto a la disposición que tuvieron durante los dos gobiernos de la expresidenta Bachelet (2006-2010 y 2014-2018). En ambas ocasiones, los partidos de Chile Vamos se mostraron de manera cohesionada y supieron ser una oposición efectiva, a tal nivel que pudieron desafiar a los partidos oficialistas y canalizar el descontento ciudadano generado bajo las dos administraciones de centro-izquierda.
Aparte de esa forma de asumir la oposición, habría que mencionar lo que fue el intento por representar a sectores y comunas populares. El éxito de la UDI hacia fines de los noventa, bajo el liderazgo de Pablo Longueira, tuvo que ver con eso. Por lo demás, se trataba de un objetivo que estuvo presente en la UDI desde el momento de su fundación, en 1983, y que favoreció desde el punto de vista electoral al conjunto de la derecha. Situación que contrasta con la disposición actual, por parte de Chile Vamos, de asegurar candidaturas en comunas en las que se tiene plena certeza de un buen desempeño, o simplemente en aquellas de más altos ingresos.
Se agrega el hecho de que la derecha sigue arrastrando dos importantes estigmas, por lo demás bien justificados. Por un lado, el peso del pasado autoritario y la herencia del pinochetismo en buena parte de ella, como quedó demostrado a propósito de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, al persistir en la justificación del quiebre democrático, sin ninguna autocrítica, y en la defensa a ultranza de lo que fue la modernización neoliberal. Por otro, el hecho de mostrarse contraria a todo tipo de cambio, no obstante haber reconocido en los días del estallido social la necesidad de avanzar en una serie de reformas y transformaciones sustantivas, tanto de la institucionalidad política como en lo relacionado con el modelo de desarrollo y la seguridad social.
El tiempo transcurrido hizo que el conjunto de la derecha, incluyendo a quienes se mostraron dialogantes en los días del estallido social, simplemente olvidaran la necesidad de impulsar y promover cambios en los aspectos mencionados. En esto, la derecha tiende a reafirmar lo que ha sido parte de su esencia desde la primera mitad del siglo XX hasta la actualidad: la de optar por la defensa del statu quo, sin ser capaz de adelantarse a proponer y llevar a cabo los cambios -o una parte de ellos- demandados desde la ciudadanía.
Al observar a la derecha en la actualidad es posible concluir que, no solo tendrá un desempeño mediocre en las próximas elecciones, sino que tiene escasas posibilidades de llegar al gobierno en marzo de 2026. Peor aún, pareciera ser que la derecha ha decidido –o se ha predispuesto– no ser gobierno a partir de marzo de 2026. En parte porque no ha sido, ni ha podido ser, una oposición efectiva frente a uno de los gobiernos más débiles y con más bajo desempeño desde el retorno de la democracia: el del presidente Boric. En parte porque su intento de influir lo ha reducido a conversaciones informales y acuerdos con el oficialismo de la manera más oculta posible, al estilo cheese and wine del exalcalde Pablo Zalaquett. En parte porque no se sabe hasta donde pueden llegar las repercusiones del Caso audios. Y en parte porque las demandas y problemas estructurales que dieron origen al estallido en 2019 siguen vigentes, sin que nadie hasta el momento haya ofrecido alguna solución ni mucho menos podido resolver algo de aquello. (El País)
Politólogo y académico de Universidad de Chile