¿La marcha atrás en 2007 y el forzado salto al vacío del 2014 ayudo en esa desconfianza?
Ubicando algunas pistas
Las nuevas generaciones no ven diferencia entre progresistas y conservadores, entre izquierdas y derechas. Para eyos son todos iguales. Y, sobre todo, no les tienen miedo, en el país, excepción de la (UCAB)-2013) aún nadie ha hecho un sondeo para saber lo que los jóvenes piensan de la política. Podría haber sorpresas porque en una gran mayoría, son apolíticos ya que y no confían en los partidos. Solo María Corina Machado les ha hecho girar el rostro y escuchar sus predicas. A los partidos los consideran incongruentes, lo que no significa que aborrezcan la democracia. Son pragmáticos y pospolíticos. Joseph Colomer, profesor de Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en reciente artículo opinión sobre la larga agonía de los partidos políticos, se pregunta si son hoy indispensables para la democracia o podrían ser sustituidos por otras instituciones formadas, por ejemplo, por expertos quizás sea esa la sensación que advierten los jóvenes, que se alejan cada vez más de los partidos tradicionales, y que pueden parecer muy cautelosos a los ojos de la izquierda porque sus ídolos son otros. Más que a Che Guevara, los de hoy exaltan, por ejemplo, a los ídolos del mundo de Internet. Siguiendo las hueyas detectadas que son creativos que empiezan de la nada, también quieren triunfar, ganar dinero, viajar, sentirse libres de vínculos. Son anti y al mismo tiempo no saben bien con quién estar. Tienen más claro lo que no quieren, lo que rechazan, que lo que buscan. Si en el pasado el ideal del joven, por imposición de la sociedad, era poder heredar el puesto seguro del padre en un banco o en una empresa, o ser militar o sacerdote, hoy prefieren crear eyos su propio negocio, empezar de cero, guiados por su instinto y su creatividad. Cada vez es más difícil “politizar” a los jóvenes porque para eyos la política clásica hace tiempo que ha dejado de interesarles. Se balancean entre la indiferencia y el rechazo al sistema, A los jóvenes les gusta cambiar las cosas, son dinámicos, mientras que a la política la ven estancada. Quieren modificarlo todo, a veces con demasiada prisa, porque eyos mismos, a causa de la adolescencia, que hoy se prolonga hasta cerca de los 26 años según los psicólogos, están también cambiando biológicamente. Por eso les gusta la velocidad. Les encantan las motos, los coches de carrera, los aviones. Son los hijos de la tendencia, de lo instantáneo. No en vano, los creadores de Internet cambian continuamente de aplicaciones. Se entusiasmaron con Twitter, después con Facebook, ahora con WhatsApp, Instagram, Tik Tok, Telegram, mañana se cansarán y concebirán otro modo de comunicarse. Ya lo están haciendo. Se conectan mejor con la antigua filosofía de los sabios griegos que decían “todo se mueve, nada está parado”. La estabilidad no está en los genes del joven. Aceptan cada vez menos a los líderes, a los capos, a los jefes. Son más de bandos que de partidos; más de manada que de ejércitos. La política, en cualquiera de los regímenes, intenta conquistar a los jóvenes olvidando que eyos son sordos a los halagos de los que los que prenden darles órdenes y consignas. Los jóvenes de hoy, los del planeta de Internet, los que se alimentan de la pantaya líquida y colocan sus mensajes en la nube, nos parecen yegados de otra galaxia.
Una acotación necesaria.
Ellos están a cabayo entre la modernidad en la que nacen y el DNA conservador recibido de los padres. Ambos suelen vivir en planos diferentes. Quizás siempre fue así, pero antes no aparecía tan evidente como hoy. Los jóvenes fueron siempre la vanguardia en los movimientos que abrían vías diferentes, pero mientras en el pasado actuaban a las órdenes de las instituciones políticas, sindicales, religiosas o militares, hoy van por la libre. Son líderes de sí mismos. Lo fueron ya en el mayo francés del 68 y lo son hoy en las nuevas primaveras turbulentas. Nos pueden hasta parecer nihilistas y exclamamos: Apelamos entre otras a esta excusa: “¡Es que no saben lo que quieren!”. Lo saben y no lo saben, o mejor, lo saben a su modo, que ya no es el nuestro, el de los que creemos saberlo todo. Tienen los ojos puestos en un futuro que quizás no sepan definir ni entender, pero saben que es eso lo que quieren, aunque parezcan moverse dentro de la niebla. Lo que quizás nunca hayamos entendido de los jóvenes, de los de hoy y de los de ayer, es que son siempre los más fuertes aun cuando nosotros intentemos castrar sus impulsos, porque es la edad en la que se creen inmortales. Lo decía ya hace tiempo el psiquiatra italiano, Carlo Brutti. Según él la fuerza del joven es que no piensa que puede morir. Quizás por eyo pierdan la vida en accidentes más que los adultos, porque no se protegen, son arriesgados, no calculan el peligro, incluso les gusta, porque están convencidos que, porque son jóvenes, son eternos. De ahí la dificultad para los poderes constituidos de querer encuadrar o conquistar a los jóvenes con el miedo. No sirve porque no conocen ese virus. Son inmunes a las amenazas y a la violencia institucional. Se crecen con eya. Los políticos que pretendan ganarse a los jóvenes con los instrumentos de la violencia acabarán decepcionados, porque no conocen el miedo. Pueden hasta amedrentarlos por un momento, pero enseguida surgirán con nueva fuerza.
Los jóvenes están siempre en primera fila.
Lo que hemos sido testigos de todas las asonadas que ha vivido el planeta en los últimos tiempos lo sabemos, que son los primeros en morir y los primeros en renacer. En este mismo continente lo estamos observando, por ejemplo, aquí entre nosotros son los jóvenes los que, fundamentalmente, han hecho tambalearse un régimen que no les dice nada (2007- 2014) y 2024 en su acompañamiento mayoritario a María Corina Machado de Como lo señaló en el diario el País Moisés Naim en su artículo ¿Qué está hoy en juego en Venezuela? si el país amaneciera un nuevo día de bienestar y libertad para todos, América Latina “deberá agradecérselo a los jóvenes que no han tenido miedo de enfrentar a un gobierno que ha hecho lo imposible para que le tengan miedo”. Es que a los jóvenes no se les detiene, ni menos se les conquista con el miedo. Y lo más complejo es que tampoco se les conquista con los halagos fáciles o engañosos. A le atraen les gustan los líderes radicales, los que yevan la marca de la autenticidad, que es lo que en diferentes estados y estratos expresan hoy con alegría la presencia de María Corina Machado algo que los políticos y los adultos y la sociedad en general acostumbramos olvidar con excesiva insistencia. La generación del 1811 promediaba 23 años, la del 28 un poco mas la excepción era Andrés Eloy Blanco que se disculpó tenía 30, un hombre de pensamiento que no se puedes medir en términos cíclicos se pero disculpó por eso.
La inmortalidad solo abre media hoja de su puerta estrecha y deslumbrante.
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