Hablar de las contradicciones, incluso de la “contradicción principal”, se ha hecho usual en muchos militantes procedentes del chavismo, sean maduristas o “críticos”, e incluso, lo cual es sorprendente, entre algunos políticos de la oposición antichavista surgida en los últimos 25 años, derivados en parte de fragmentos de AD y COPEI. Cualquier duda que se exprese en los CLAP o en las UBCH acerca de la constitucionalidad, la legalidad y la legitimidad de “lo que pasó” el 28 de julio, cualquier llamado a la reflexión acerca de por qué la gente no respondió a la maquinaria, ni los evangélicos ni los árabes, es respondida con una amenaza y una invocación a la famosa “contradicción principal”, supuestamente, entre Maduro (dicen que “la Patria”) y “el imperialismo”. Mientras tanto, sigue la contradicción entre el gobierno y todos los trabajadores por la política oficial de acabar con el salario para ofrecer fuerza de trabajo barata al capital extranjero…incluido el norteamericano. En la oposición, digamos que son demasiado contradictorios. El asilo a EGU, al parecer mediado por un militante de Primero Justicia y Rodríguez Zapatero, fue una decisión muy polémica. Algunos aducen cierta empatía con el señor mayor, amenazado él y sus familiares por todos lados; otros, arguyen que él debió asumir su condición de líder y, con bolas, encabezar un levantamiento popular, o algo así. En Primero Justicia renuncia Capriles aduciendo el uso de las redes por parte de Borges; signo de que le falta leer un poquito de Mao para establecer su “contradicción principal”.
Ese vocabulario, más que por la vía del Partido Comunista, legatario de la extinta URSS, se generalizó en los 70 entre los grupúsculos de la izquierda venezolana, gracias a la importación de libros chinos, distribuidos por la legendaria librería “Viento del Este”. En aquella época varias organizaciones tuvieron su sarampión maoísta: la OR (respaldo armado de la Liga Socialista, partido donde militó Maduro y el padre de Jorge Rodríguez; los mismos que querían cobrar por liberar a Niehous; pero ese es otro cuento), Bandera Roja (hoy con varios toletes) y el PRV, el partido de Douglas Bravo que se relacionaba con “Ruptura” y devino en “Tercer Camino”. Si mi relato es confuso es que poque yo tampoco entendí nunca lo qué pasó ahí. Los ensayos de Mao venían recopilados en el famoso librito rojo que agitaban los “guaridas” carmesí contra Deng, el ganador, a la postre, de la guerra por el poder. Sobresalían en esa antología “Sobre la contradicción” y “Acerca de las contradicciones en el seno del pueblo”, que leímos con mucha aplicación, al igual que “Contra el liberalismo”, un artículo del Gran Timonel donde establecía que, si eres egoísta y flojo, eras pequeño burgués. Gran insulto.
Es curiosa la genealogía de estos términos. Provienen, como muchos saben, del filósofo alemán, Hegel, quien desarrolló una dialéctica, o sea, una filosofía centrada en los procesos históricos que siempre eran conflictivos, pero que podían comprenderse con una lógica muy peculiar. Dicho de otra manera, se trataba de una variante complicada, extensa, farragosa e impenetrable (o sea, alemana), de la creencia ingenua de que todo lo que ocurre “pasa por algo”, o sea, tiene una razón de ser, un por qué. Para los creyentes, el por qué de las cosas aparece primero en el pensamiento de Dios, por eso Hegel se refería pomposamente a la Idea, la Razón, el Concepto, con mayúscula, como encarnaciones del Ser Divino. Pero, esto ocurría porque, como diría cualquier comunista, Hegel era idealista. De modo que, cuando el señor Hegel, iba a descifrar la lógica loca de los hechos de la Historia, y se encontraba con conflictos, guerras y demás pleitos, hablaba de “contradicciones” que, en términos lógicos, se refiere a decir que algo es y no es al mismo tiempo. Perdonen el enredo. Popper lo despachaba diciendo, sencillamente, que la tal “lógica dialéctica” era absurda.
Marx y Engels, gracias a su maestro Feuerbach, se sacudieron el idealismo de Hegel, y le entraron a analizar los hechos históricos con otros criterios, más sensatos, como la estructura de la economía y la existencia de clases sociales con sus intereses específicos; pero manteniendo siempre la idea de aquel tango de que el mundo siempre fue y será una porquería. Después, lo que para los alemanes era el Papá de los filósofos, pasó a ser ruso con Lenin, quien siempre admiró la cultura europea, Hegel incluido, y de ahí, llego a ser chino con Mao, instruido por los soviéticos, quienes usaron a sus colegas de ojos rasgados, con tanta altanería, que el Gran Timonel finalmente los mandó muy largo al carajo, por querer imponer esquemas extraños. Entonces, Mao llegó a nosotros.
Como Mao era una mezcla de Rey filósofo (como proponía Platón, mira tú) con caudillo armado arrecho, para aquellos millones de campesinos chinos que, primero se sacudieron a los japoneses, y luego a sus compatriotas “burgueses”, se sintió obligado a hacer su versión de la dialéctica, además de escribir poemas y hacer la guerra (una especie de anti-Lennon). Y Mao escribió “Sobre la contradicción”. Una lectura juvenil, como la que hicimos en la década de los setenta, con menos de veinte años, muestra una especie de guía práctica o autoayuda básica de los revolucionarios para jerarquizar problemas o “contradicciones”. Por eso distinguía la “contradicción principal” y las “secundarias. La principal, por ejemplo, en momentos en que Japón invadía el territorio chino, se planteaba entre Japón y los chinos. Después, el carácter principal se desplazaba, y la “principal” pasaba a ser la establecida entre los comunistas y los burgueses del Kuomintang. Además, Mao hablaba de las “contradicciones antagónicas” y las “no antagónicas”, un poco para diferenciar aquellos peos que solo terminan cuando alguno de los dos se muere o se va de la casa (lo que los tecnócratas actuales llamarían “juegos suma cero”, o Netanyahu, “eliminar al terrorismo”), de aquellos conflictos que pueden resolverse con un acuerdo, como un divorcio acordado, o un matrimonio que se aguanta con resignación y una amante de ayuda. Mao era sensato y afirmaba que hay muchas contradicciones (conflictos, tensiones, líos) en la realidad social y política. Esto implica que lo que está explicando es solo un método. Algo que hace el sujeto para conocer y orientarse en esa selva de conflictos, clasificándolos y jerarquizándolos. En fin, algo que depende de los fines e intenciones del sujeto.
Lo curioso es que, para la dirección del PSUV, la “contradicción principal” estaría planteada entre la Patria (que se asimila al gobierno que, a estas alturas, es el Partido, el cual, a estas alturas, son los jefes) y el imperialismo norteamericano. Pero, mientras tanto, ese mismo gobierno llega a acuerdos con Chevrón y hasta viola la Ley Orgánica de Hidrocarburos para cambiar las proporciones de acciones de una empresa mixta para beneficiar a la empresa norteamericana y explotar unos fosos bien resueltos, mientras nombra un gerente norteamericano. Eso pudiera interpretarse como que, entonces, la contradicción con EEUU no es antagónica. O que el gobierno-Partido-Estado es contradictorio (ilógico) en sus propuestas. Me inclino a considerar eso porque, ni Venezuela puede eliminar a Estados Unidos, ni este puede aniquilar a Venezuela, y, además, ambos polos llegan a acuerdos mutuamente beneficiosos mediante empresas norteamericanas.
Pero, además, el gobierno ha ofrecido entregar a rusos, chinos e iraníes, bajo la prometedora etiqueta de BRIC, entre otras cosas, el sistema eléctrico nacional para que resuelva el problema de la escasez de técnicos calificados, idos por el éxodo venezolano, las instalaciones que no se actualizaron cuando hubo dinero durante el tiempo de la bonanza petrolera, cuando todavía vivía Chávez, y varios ministros hicieron algo, que no se sabe, con los millardos que se les entregó. Ahí parece que no aplica lo de la contradicción, ni siquiera la secundaria. Mucho menos con Cuba, que todavía mantenemos como a un hermanito discapacitado, como en la canción aquella sesentosa de “no es una carga, es mi hermano”. Ahí parece que no hay contradicciones. O no interesan. Todas son “contradicciones en el seno del pueblo”. Como si esos milmillonarios chinos que están invirtiendo en África fuesen parte de este pueblo.
Cabe destacar que la famosa contradicción principal antagónica gobierno/ imperialismo, buena para callar a militantes enrollados, ya vimos que no es tan antagónica, menos si consideramos que Rusia y China son otros imperios a los que se aspira entregar riquezas minerales, no absorbe ni resuelve una contradicción muy clara entre los intereses del pueblo, expresada en salarios, sistema de salud adecuados, educación accesible y de calidad, servicios de luz y de agua eficaces, y los intereses de los siete personajes que hoy están en el Poder en el Estado, que se resumen en permanecer ahí donde están, y los intereses de los empresarios, venezolanos y extranjeros, que les conviene una fuerza de trabajo barata. Esta sí parece una contradicción fuerte que merece ser la principal. Otra contradicción es la que hay entre la voluntad popular, expresada en el voto, pero que puede expresarse de otras maneras, y un Estado dominado por una burocracia politiquera y unos jefes militares, que les interesa ser ellos mismos empresarios, que han destrozado la Constitución, desfigurado las instituciones y destruido la democracia, desde el momento en que los que mandan han enviado el mensaje claro de que no aceptarán “ni por las buenas, ni por las malas” un resultado adverso
Hay, además, contradicciones de las que no se habla demasiado, pero se olfatean: entre lo “cívico” (políticos y burócratas pestos donde hay) y lo militar (muy parecidos al otro grupo, pero con manejo de las armas). Los burócratas pueden hacerse pesados de cargar. Los generales han mutado, no solo en políticos y burócratas, sino también empresarios. Y algo más. También se perciben otras contradicciones entre los grupos de poder: Maduro, Cilia, Diosdado, los Rodríguez, etc. la que hay entre Ameliach y Lacava en Carabobo, por ejemplo. Es evidente que los despidos masivos, las persecuciones en los CLAP, el control de daño en las UBCH, los regaños a ministros entrantes y salientes, etc., son síntomas de que esas contradicciones están ahí.
En todo caso, para nosotros, está claro que, hoy, después del 28 de julio, se plantea una contradicción principal: la ya expuesta: pueblo/ régimen burocrático-militar- policial. Eso no absorbe ni resuelve las otras: las que hay entre los diferentes dirigentes y políticas, tanto en el régimen como en las oposiciones (en plural); las que hay entre los diferentes imperios, tan pendientes de caerle encima a Venezuela como botín de la Guerra Fría; etc. Incluso hay una contradicción entre el supuesto legado chavista del régimen y la exigencia de volver a él por parte de chavistas honrados de las bases. Ahora bien, la contradicción que hemos identificado como principal, se expresa también como democracia/ dictadura. Y ello, no solo en lo electoral o político; sino también en lo social y reivindicativo. Y eso se hincha.