Ha sido una obcecación humana el tratar de comprender el mundo y las realidades en las cuales nos encontramos inmersos. Este esfuerzo por querer dar explicación a las cosas se remonta al origen de la civilización. Son muchas las propuestas y enfoques que han intentado crear una gran teoría, una especie de “explicación total” a través de la cual los diferentes asuntos que conciernen a lo humano puedan ser expuestos.
El apegarse a los dogmas de fe es una manera básica de tratar de comprender las cosas. De hecho el paradigma cristiano puede resumirse con la expresión que señala que “lo mejor es lo que pasa”, dándole un carácter ético y estético a la dimensión que tiene que ver con la manera como nos vinculamos. Sin embargo los dogmas de fe no detienen ni son contrarios a las ideas, siendo en muchos casos posiciones que se complementan.
Uno de estos intentos por comprender la manera en que nos “intervinculamos” es lo que se suele conocer como “teoría de sistemas” o “teoría general de los sistemas”. Básicamente y de manera muy sucinta, la idea es que cualquier cambio que ocurra, por más pequeño que sea, terminará modificando o afectando la totalidad. “El cambio de una de las partes modifica el todo”. La aplicación de esta manera de asumir los vínculos entre los cuerpos del universo fue desarrollándose en el campo de la cibernética. Es fácil comprender que si se daña un solo engranaje de una máquina, el funcionamiento completo de la estructura va a ser afectada. Si una pieza de un reloj se daña, el mismo deja de funcionar. Pero pronto la aplicación de estas ideas cundió en las más variadas disciplinas y su aplicación ha sido útil para entender aspectos que van desde la economía hasta la psicología.
En materia económica, por ejemplo, la aplicación o puesta en práctica de medidas aisladas termina siendo contraria al sentido de los sistemas porque lo económico depende tanto de los procesos internos de una nación como lo que ocurre fuera de la misma. Si hay una guerra al otro extremo del planeta, los precios del petróleo cambian y nuestra economía se afecta. El pensamiento basado en la idea de sistemas tiende a ser de tipo complejo por su carácter filosófico y “transdisciplinario”, permitiendo comprender lo que nos acontece tanto en el plano social como en el plano individual. El que aprende a pensar en función de sistemas abriga una mejor manera de comprensión de los fenómenos y puede aclarar incluso aspectos de su mundo íntimo o personal. El uso más pragmático de esta visión de las cosas está presente en cualquier decisión de carácter político que se tome, puesto que las decisiones de esta índole afectan la economía, la seguridad ciudadana, las maneras de cultivar el ocio, las relaciones amorosas y la dinámica familiar, solo para señalar algunos elementos.
Ha sido de mi interés el estudio de los sistemas y su aplicación a la vida en sociedad, al punto que dedico una parte de mi libro “Los cambios psicológicos” (Consejo de Publicaciones de la ULA 2013) a este asunto. Particularmente en lo que respecta a la dinámica familiar, el “modelo ecológico” desarrollado por el psicólogo “estadounidense” Urie Bronfenbrener es una derivación de la teoría de sistemas aplicada a la psicología. Bronfenbrener concibe el ambiente social como una organización anidada en cuatro sistemas concéntricos donde las interacciones fluyen entre los mismos. Lo expone de la siguiente forma:
El “microsistema”, o primer nivel, se refiere a las actividades, roles e interacciones del individuo y de su entorno inmediato: La casa, el centro de atención diurna o la escuela. En el hogar, por ejemplo, el desarrollo puede verse estimulado por la sensibilidad de la madre ante los intentos de dependencia de su hijo y éstos a su vez la impulsan a pensar en nuevas formas de favorecer esta clase de conducta.
El “mesosistema”, o segundo nivel, se compone de interrelaciones entre dos o más microsistemas. Inciden las conexiones formales e informales entre el hogar y la escuela o entre el hogar, la escuela y el grupo de compañeros. Por ejemplo, el progreso de un niño en un centro de atención diurna puede verse favorecido por una estrecha comunicación de sus padres con sus profesores.
El “exosistema”, o tercer nivel, designa los ambientes u organizaciones sociales que están más allá de la experiencia inmediata del niño y que influyen en él. Los ejemplos abarcan desde ambientes formales como el lugar de trabajo de los padres y los sistemas comunitarios de salud y bienestar hasta organizaciones menos formales como la familia extendida del niño o la red de amigos de sus padres. El “macrosistema” lo constituyen las leyes, los valores y las costumbres de la sociedad en que vive el individuo. A su vez, el éxito o fracaso de cualquier decisión de carácter político afectará directamente la dinámica familiar. En el desarrollo de esta teoría este nivel es de gran importancia. Lo vivimos cada día en nuestra amada Venezuela.
Filósofo, psiquiatra y escritor – alirioperezlopresti@gmail.com – @perezlopresti