Pasión por la Vida
La llegada de las lluvias refrescó y remozó la cara de San Cristóbal. Todos sus habitantes giramos nuestras miradas hacia esa maravillosa e imponente montaña que nos circunda: la Sierra de la Maravilla, esa serranía que pertenece a la Cordillera de los Andes Venezolanos, que nos hace sentir protegidos, amados en silencio… Introspectivos… Gente de montaña.
Nuestra ciudad se desparrama sobre sus faldas, esa “Maravilla” que incluye, entre otros, al sector del Chorro del lndio, Loma del Viento, La Pánaga, Cueva del Oso, Altos de Paramillo. Podemos imaginar lo que sintió aquel que por primera vez desde lo alto pudo vislumbrar la extensa terraza sobre la que se asentaría San Cristóbal. Y solo imaginándolo podemos comprender el porqué de ese nombre.
Las quebradas que recorren la meseta, y que tenemos olvidadas en el ejercicio diario de nuestro quehacer urbano: La Parada, La Bermeja, La Romera, La Potrera… nos hacen recordar el compromiso de aquel arquitecto paisajista, amante de la naturaleza, propia, diversa, salvaje y cautiva del Táchira: Rafael Rojas. No he conocido en mi experiencia de vida alguien más comprometido en el ser y el hacer de calidad, con los espacios públicos, destinados a la recreación y el ocio, pasivo o activo, llámense plazas, canchas, o parques… en función de la gente.
Para sentir la ciudad hay que caminarla, hay que observarla. Rafael caminaba sus calles, pero sobre todo caminaba sus quebradas: potentes, poderosas, refrescantes, sanadoras, dentro del incipiente caos urbano. Detallaba los senderos menos fatigosos para el caminante, descubría las especies nativas y las reproducía, incorporaba nuevas, adaptadas al ambiente, creaba espacios internos acogedores para el descanso, seguía la dirección del viento para usarlo a favor y no en contra de la vegetación, peleaba por presupuestos para ser invertidos en la recuperación y puesta en marcha de proyectos vinculados al rescate de los espacios públicos. Y su recuerdo me ha servido para enmarcar lo descrito sobre el rescate de ciertos espacios en nuestra ciudad a través de la participación y ejecución de instituciones y organizaciones comunales.
En el caso concreto de la plaza Los Mangos, su recorrido, para mí, además de hacerlo por disfrute, también forma parte de mi transitar diario, por lo que es obligatorio. Es fascinante la transformación que ha tenido tan solo por darle un poco de respeto y mantenimiento permanente a sus espacios. Se siente limpia, tranquila e invitadora. Las familias cercanas la están redescubriendo, y los no tan cercanos, también.
Y aquí es donde vinculo este artículo con su título: ¿Por dónde empezar? ¿Qué tal si empezamos por los parques, plazas y todo aquel espacio pequeño o grande de promoción del ocio en el ámbito de cada comunidad?
Pienso que el actual alcalde ha entendido este principio básico del rescate de los espacios públicos, y ese solo hecho ha transformado la ciudad, y en nuestro caso particular, ya que somos habitantes de este sector, a la plaza María del Carmen Ramírez, mejor conocida como plaza Los Mangos. Esta plaza que había sido tomada mayoritariamente por indigentes y drogadictos, fue asumida y rescatada en el 2020 por el Consejo Comunal María del Carmen Ramírez, trabajando mano a mano con el cuerpo de bomberos, con la Dirección de Parques y jardines del Concejo Municipal, y con el representante del Protectorado en ese entonces, a través de Corpoandes. Este representante fue elegido posteriormente como alcalde, invirtiendo actualmente tiempo y dinero en el rescate total de la misma. Hablamos de luminarias, mantenimiento permanente, espacios de recreación activa para los niños, y la implementación de un sistema de clasificación de desechos que ha permitido evidenciar que sí se puede, y que por lo tanto hay que incorporarnos -aún más- como comunidad, en la defensa de esos espacios, nuestros espacios. Hay personas que pareciera que esperan que la plaza esté limpia… para ensuciarla. Yo invito a todos los habitantes de San Cristóbal que se acerquen a la plaza Los Mangos. Que la recorran, que paseen por sus calles perimetrales, las cuales han sido recuperadas, alumbradas, pintadas sus fachadas, rescatada la señalización, así como el paso de peatones, y que de esta manera se conviertan no solo en usuarios, sino en defensores de esos espacios rescatados para el ejercicio del ser ciudadano. El trabajo comunitario hay que verlo como lo veía Rafael Rojas: hay cabida para todos; para todos aquellos que se comprometen no un día, sino todos los días, sin apetencias personales, solo con el deseo inmenso de rescatar nuestra ciudad, que equivale a rescatar el ejercicio de nuestra ciudadanía.
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