Cuántas conversaciones se arruinan porque una de las partes saca a relucir el arma secreta: Tú eres de derecha, luego más atrás van los apellidos, neoliberal y cachorro del imperio. Aun cuando esta afirmación es más común, y siendo fiel a la verdad, también ocurre lo contrario: ¡Tú lo que eres es comunista, chico! Ambas afirmaciones van con el piloto automático de la percepción que cada quien tiene de las desacreditadas palabras, cuya impertinencia y desgaste las hacen cada vez menos apropiadas y lejanas de la realidad. Ambas han servido para propaganda, encubrir y falsificar la realidad, y polarizar favorablemente una organización, una sociedad, atribuyendo méritos a una, descalificando a la adversa.
Sin embargo, atendiendo también a la razón, hay una preponderancia, por su determinación y agresividad, a quienes se autodenominan de izquierda, por cuanto tienen hilos culturales, orgánicos e institucionales, un discurso, retórica y estilo afines: anticapitalismo, antiimperialismo, revolución, proletariado o la clase obrera, marxismo- leninismo, camarada, símbolos como el color rojo. El sector acusado de derecha, cuyo nombre muy poca gente esgrime, es diverso, disperso, esta asociada al status quo y sectores poderosos.
Los acontecimientos ocurridos en Venezuela se han convertido en un misil dirigido al centro de la cultura política latinoamericana y europea. El gobierno autoritario y sus efectos políticos, sociales y económicos ha revelado una confrontación que rebasa los viejos términos: Izquierda,y derecha.
En América Latina se ha disuelto el eslabón de un viejo y simple paradigma populista, según el cual izquierda y pueblo eran sinónimos, debían ser a favor del pueblo, de lucha por las reivindicaciones populares y no represivos enfrentados a la corrupción; y derecha y burguesía eran gobierno contra el pueblo. Según este paradigma, la derecha gobierna para los intereses de los ricos, contra los pobres.
No pretendemos equiparar la acción de ambos polos, un rápido paneo histórico arroja una conclusión, la “izquierda “ es más activa propagandística y políticamente. Quien más se autoproclama y hace de su posición geométrica una condición existencial, sobre todo en América Latina y Europa.
Para nada ha importado la manipulación y uso del ‘sistema socialista, revolución, liberación de los pobres y otras palabras del argot revolucionario, cuando el resultado es equiparable a lo que “recriminan” del adversario de supuesta derecha: corrupción, violación de los DD.HH., pobreza, autoritarismo, vulneración de la democracia, ineficiencia en servicios públicos.
No nos referiremos aquí a los crímenes cometidos en el mundo a nombre del marxismo, palabra que desagradaba a Marx, alejado del dogmatismo.
Con la situación venezolana se ha abierto una brecha significativa. Un nuevo paradigma se ha colado en el tablero: un debate superior planteado en términos de democracia-autoritarismo, ética y corrupción, dignidad humana y violación de DDHH, eficiencia e ineficiencia, justicia e impunidad.
En definitiva, democracia con satisfacción social y oportunidades para todos.