Carlos Alaimo: Carta a los zulianos

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La grandeza del Zulia no es un premio de lotería que como región nos tocó por suerte. Es el fruto del esfuerzo de generaciones de hombres y mujeres que, con trabajo arduo y visión, transformaron nuestra tierra.

Ellos convirtieron montañas en tierras fértiles, haciendo del Zulia la despensa de Venezuela, e incluso una región exportadora. Fueron pioneros en la banca, el sistema financiero y el comercio internacional. Nuestra Universidad del Zulia fue concebida para estar, con su extenso hábitat, a la altura de las mejores academias del mundo.

Esa generación sembró empresas que le dieron al Zulia una economía sólida, basada en la producción de bienes y servicios para su gente. Como bien dijo Fernando Chumaceiro: “La mejor riqueza del Zulia son los zulianos”.

¿Dónde está ese Zulia que conocimos, ese modelo a seguir para otros estados? ¿En qué momento nos desviamos del camino? Estas son preguntas que todos los zulianos debemos hacernos.

No se trata de personalismos o de ser aduladores, sino de abrir nuestras mentes a un debate honesto y constructivo, donde el amor por el Zulia y su gente sea el eje central.

El marketing y la prostitución política definen hoy lo que somos como región. La respuesta está en examinar la conducción del Estado en los últimos 30 años. Tristemente, hemos sido testigos de un deterioro tan profundo que incluso afectó a la Iglesia Católica, que atravesó una crisis sin precedentes en su historia, aunque, gracias a Dios, hoy está superada.

Ha sido la política y los políticos quienes han llevado al Zulia a este estado de descomposición general. La mejor prueba de ello es que hoy el 40 % de los zulianos ha abandonado sus hogares, y los indicadores socioeconómicos son desoladores.

No me cansaré de repetir que el Zulia merece mucho más, y eso depende de su liderazgo. Desde los municipios hasta más allá de lo político, necesitamos una generación que honre el talento universitario, a los empresarios honestos que forjaron el Zulia, a los gremialistas que fueron elegidos por sus cualidades morales y académicas, y que dieron prestigio a los colegios profesionales.

Y también a los políticos que, hasta mediados de los años 90, ejercieron sus responsabilidades con vocación de servicio y honestidad. Eran hombres y mujeres en diversas áreas del servicio público, cuya misión era servir, no ser servidos, y, lo más importante, no vinieron a lucrarse.

Los invito a que revisen los nombres de quienes escribieron esa historia de grandeza, para no extender más este escrito.

Los líderes zulianos fueron valientes y capaces de enfrentarse al centralismo histórico. Defendieron al Zulia de toda amenaza proveniente de la capital que buscaba minimizar al estado. No se doblegaron, no cohabitaron, no negociaron la grandeza del Zulia ni se arrodillaron para obtener beneficios personales. ¡Basta ya de palabras vacías o de parafernalias publicitarias!

Hagamos una radiografía profunda e integral de nuestra realidad, para poder entender la tristeza y el dolor con el que escribo estas líneas.

Nos perdimos en el camino cuando apartamos a los hombres y mujeres con valores, talento y honestidad, y seleccionamos candidatos fabricados por un buen marketing y campañas costosas. Estos, que han gobernado durante los últimos 30 años, salvo honrosas excepciones, difícilmente podrían justificar sus fortunas, tanto dentro como fuera del país, ni explicar cómo financian sus campañas políticas o su calidad de vida.

Este es el punto en el que los zulianos debemos reflexionar, y no solo filosofar. La prioridad es sacar del poder a quienes nos gobiernan desde Miraflores y Fuerte Tiuna. Después, será el momento de derrotar y enterrar la mediocridad y la corrupción, para recuperar cada uno de los espacios públicos perdidos.

Solo así podremos motivar a los mejores talentos del Zulia para que, organizados, asuman la conducción de nuestro destino.

Eeditor del diario zuliano Versión Final.

 

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