Antonio Sánchez Alarcón: Los optimistas mueren primero

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La experiencia del almirante norteamericano John Stockdale, quien fue prisionero de guerra durante la Guerra de Vietnam, ofrece lecciones valiosas para cualquier ciudadano que luche contra un régimen totalitario. Stockdale pasó más de siete años en condiciones brutales de cautiverio, pero logró sobrevivir y mantener su dignidad gracias a una combinación única de realismo y esperanza. La «Paradoja de Stockdale», como se ha denominado, señala que los optimistas incondicionales suelen ser los primeros en perder la esperanza, ya que confían en que la liberación llegará pronto y de manera sencilla, y cuando esto no ocurre, sucumben a la desesperación.

Stockdale se dio cuenta de que quienes sucumbían a la desesperanza en cautiverio eran aquellos que creían firmemente que serían liberados en Navidad o para alguna fecha concreta. Estos prisioneros optimistas no podían aceptar la realidad cuando su esperanza se veía frustrada repetidamente, lo que les llevaba a un colapso emocional. Por el contrario, Stockdale mantuvo su fuerza mental combinando un realismo brutal con una fe inquebrantable en que, eventualmente, superaría la adversidad. Aceptaba la gravedad de su situación, sin edulcorarla, pero nunca perdió la convicción de que prevalecería a largo plazo. Una actitud de resistencia basada en un análisis realista de la situación y una esperanza a largo plazo puede ser clave para evitar la desmoralización.

La lucha contra cualquier régimen totalitario se caracteriza por una mezcla de optimismo y desesperanza entre los opositores. Muchos han caído en el «idealismo ingenuo», esperando resultados rápidos. Sin embargo, estas expectativas poco realistas, similares a las de los optimistas de Stockdale, se desmoronan frente a la persistencia de un régimen que es capaz de adaptarse y resistir. La frustración ante la falta de cambios sustanciales lleva a un aumento de la apatía y la resignación. Por ello, la experiencia de Stockdale sugiere la necesidad de un enfoque que combine la aceptación de la dureza del camino con la creencia en una eventual liberación.

En política, como en la lucha por la libertad, existe una tensión constante entre el idealismo y el realismo. El idealismo puro lleva a la ingenuidad y la decepción cuando las promesas de cambio no se cumplen. En contraste, el realismo crudo, sin una visión a futuro, puede conducir al cinismo y la pasividad. La paradoja de Stockdale enseña que se debe aceptar la realidad tal como es —reconociendo la fuerza y la crueldad de un regimen autoritario— sin abandonar la esperanza de que la lucha valdrá la pena. Esto significa no esperar una solución inmediata ni aferrarse a plazos cortos, sino mantener la firme convicción de que la justicia y la libertad eventualmente prevalecerán, aunque el proceso sea largo y doloroso.

La experiencia del almirante Stockdale es una guía para la lucha y la resistencia desde una racionalidad impecable: aceptar la cruda realidad, prepararse para una lucha prolongada y mantener la fe en un desenlace favorable a largo plazo. De esta manera, se evitaría el riesgo de caer en la desesperanza que paraliza a quienes, impulsados por el idealismo, pierden la capacidad de resistir ante las adversidades prolongadas.

 

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