En su afán de crear una “falsa conciencia” que oculte sus fechorías, la dictadura burocrático-militar-policial decretó la Navidad, así como pudiera decretar la época de los mangos, la salida del sol, las lluvias o las excepciones de la ley de la gravedad. Y lo hizo con lo que ella entiende por “Navidad”: cierre de calles para presentar a unos artistas de vallenato y reggaetón, ocasionando apagones en las adyacencias del espectáculo. En cuanto a una de las implicaciones (no digamos significado) de la Navidad para todos nosotros, los precarios, me refiero a los aguinaldos, los entrega fraccionados, para seguir la receta monetarista de no meter circulante en el mercado para controlar la inflación. De todos modos, el dólar paralelo está a casi 7 bolívares de distancia del BCV, anunciando un retorno fatal de la subida de precios, por la sencilla razón de que nuestro país solo importa, usando dólares, y no produce.
Como los dictadores meten presa y torturan hasta a su propia vergüenza, sentir pena ajena puede llegar a ser una actitud subversiva. Y así uno sea ateo o hasta anticlerical, a veces, siente la necesidad de recordar el significado de la Navidad. Por supuesto, en el cristianismo se celebra el nacimiento del Dios-Hombre. Para los apegados a la Escritura, se trata del cumplimiento de una promesa divina, anunciada por todos los profetas a través de los siglos. Nacerá el Mesías, el Redentor. Dios no nos ha olvidado. Otra significación, un poco más actual y laica, es la renovación de la Esperanza, personificada en un nuevo ser. Como es un niño, hay certeza de que el mañana será mejor, esplendoroso. Vendrá otra vida. En otras creencias, igual.
El nacimiento del niño extraordinario siempre va acompañado de prodigios sobrenaturales y acontecimientos cósmicos. No solo Jesús motiva el movimiento de estrellas y Magos astrónomos. En el amplio abanico de dioses de hace dos mil, hay bastantes de nacen de vírgenes, aunque esa palabra no designara originalmente a la muchachita que todavía no ha tenido relaciones sexuales, sino más bien algo así como “joven sabia”. Buda duró diez meses en el vientre de su madre. También vino del cielo una estrella de luz enceguecedora que alumbró la venida de un gran elefante blanco, que, después de contemplar extasiado a la madre, ya con dolores de parto, se introdujo en ella, después de reducirse a un tamaño ínfimo. De ahí surgió el Iluminado. A la mamá de Hércules (otro hijo de Dios: nada menos que de Zeus, aunque disfrazado del marido de la chica), también se le retardó un mes el parto, por los celos crueles de la esposa del Rey del Olimpo, Hera. A Dionisio tuvo que meterlo en su muslo su padre, Zeus, para protegerlo de las amenazas de su mujer tóxica. En fin.
Nacimiento de un redentor, cumplimiento de una promesa divina, surgimiento de la esperanza, acontecimiento cósmico que altera el orden del Universo, esto ha significado el nacimiento para muchas culturas y personas ¿Cómo es la mente de alguien que asimila la Navidad con un concierto de Vallenato y reggaetón, justamente, al mismo tiempo, que se torturan menores de edad en las prisiones? Hablar del tema de los adolescentes presos y maltratados, acusados de cosas como terrorismo (aunque es un chorizo de acusaciones; esa sintaxis aglutinante de los psicóticos), sometidos a vejámenes para grabar un video para involucrar a alguien más de haberles pagado para hacer cosas como derribar la estatua de Chávez, eriza a los jefes de la dictadura y a sus defensores. La reacción de una “analista política”, defensora del régimen, en un primer momento, es decir: “no estaban jugando”. Otro salta y aclara “no son niños”. Otros dirán “hay que ver caso por caso”. Ninguno se pasea por la existencia de una Ley Orgánica de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes. Ninguno reflexiona acerca del significado de la acusación de terrorismo.
Los mismos que hasta antier colocaban el 27 y 28 de febrero de 1989 como una de las fechas patrias, los mismos que quemaron camioneticas y autobuses a la entrada de su universidad, los mismos que admiraban a secuestradores y organizaciones armadas, ahora no entienden (no quieren entender) las acciones de muchachos pobres, expresión pura de la “arrechera social” propia de un país que ha venido cerrando todas las oportunidades y esperanzas de una generación entera. Solo pueden calificarlas como acciones planificadas y preparadas por unos malos malignos que se basan en el terror para lograr sus objetivos políticos (proyección, llaman a ese mecanismo los psicólogos). Y, cuando se les solicita más conciencia, humanidad, recordar a sus propios hijos, incluso compasión cristiana, como ha hecho Mari Pili Hernández, entre otros muchos, solo responden que no, que hay que dar “claramente una lección” y darles duro a esos carajos. ¿Cuál es la lección que quieren dar estos crueles profesores? Pues que te quedes callado, sumiso, anulado; que este es un régimen que no se detiene en consideraciones humanitarias, mucho menos legales, ni siquiera racionales, para castigar, ser crueles y despiadados, torturar y maltratar a esos muchachos, adolescentes apenas, capturados, la mayoría de ellos, mucho después de ocurridos los posibles vandalismos del 29 de julio, cuando estaban en su casa, o se dirigían al liceo o la escuela, o a trabajar, que para eso, principalmente, para redondear el sustento familiar, han quedado reducidas las expectativas de vida de los jóvenes en este país.
Esa capacidad de hacer daño y mentir sin pestañear para, acto seguido, promover un espectáculo de Reggaetón en unas Navidades arbitrarias, es propio de alguien sin empatía, inteligente, sí, hasta brillante a veces, pero que es incapaz de ponerse en los zapatos de otro, que incluso disfruta con el dolor ajeno, narcisistas solo pendientes del propio gozo (incluso de esa perversión de la tortura), que les parece graciosa la humillación de los otros; todos esos son rasgos del psicópata, como explicaba la otra vez el amigo psiquiatra León Uzcátegui. Son las características del sadismo. ¿Quiénes son los terroristas? ¿Qué es el terror? Aquí ocurre como con la palabreja “fascismo”. No es necesario ir a la definición en los libros de historia. Se ha convertido en una simple etiqueta para impedir que se vea una persona en el otro, el que no opina como uno, con lo cual se facilita hacerle daño, un daño sin límites como los golpes, las electrocutadas, las violaciones en los cuerpos de esos muchachos y muchachas. Y, encima, los del “Alto Mando de la Revolución” dicen que todo ese terror de la captura sin debido proceso, esas desapariciones, esos traslados lejos de donde están sus hogares y familiares, esas torturas, ese compartir con delincuentes comunes de jóvenes escolares, tiene fines “educativos”: hay que dar la lección.
Nos viene a la mente un pensamiento de Seneca: “tu poder es mi miedo; si no tengo miedo, ya no tienes poder”. Así como se confunde la fuerza física con el poder, se ve en el miedo la realización del poder. Se me viene a la cabeza otra frase muy usada: “ser valiente no es no tener miedo, sino seguir adelante”. El terrorismo de la dictadura no compensa la crisis de legitimidad: más bien, la destaca, la resalta, la evidencia. Se trata del robo de la soberanía popular y el establecimiento de un régimen autoritario patrimonialista. Se trata de expulsar a la población que se atreve a pensar diferente, a no ser sumisa. Hay que pasar la página a juro, pero eso solo nos lleva a las otras páginas: la de la crisis económica, la de los servicios públicos, la entrega del país, el colapso de la educación y la salud. Detrás de todo este terror ¿hay algún proyecto? ¿O este solo es la imagen reiterada de una bota aplastando el rostro ensangrentado de un niño?