Eduardo Fernández: Valores democráticos II

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Una sociedad democrática no puede tener presos políticos y exiliados, no puede tener torturas ni violaciones a los derechos humanos. Una que respete escrupulosamente la soberanía popular como fuente única de legitimación del poder público.

Valores Humanos se llamó aquel programa formidable con el que el gran escritor venezolano, Arturo Uslar Pietri, ejerció su pedagogía política a favor de culturizar a los venezolanos.

En estos tiempos que vivimos pareciera que hubiera que ensayar un programa que se llamara -Valores democráticos-. Un programa orientado a lograr que los venezolanos no nos olvidemos de la cultura democrática, de los valores que están presentes en la esencia misma de la democracia como sistema de gobierno.

La historia de Venezuela podría resumirse como la de una larga lucha por la democracia y por la libertad. Con muchas caídas, con muchos retrocesos, pero con un afán indoblegable por alcanzar los ideales de una sociedad democrática en la que prevalezca el respeto a los derechos humanos y resplandezcan la libertad con garantías para todos los ciudadanos. Comenzando el siglo XIX iniciamos nuestra lucha por la independencia. Parecía un sueño imposible. Pero, -Dios concede la victoria a la constancia-. Logramos alcanzar la independencia después de cruentas luchas y, a partir de 1830 comenzamos nuestra andadura como la nación que somos hoy. Lamentablemente, durante todo el resto del siglo

XIX, prevalecieron los golpes de estado, el militarismo, los caudillos, el autoritarismo y las formas más primitivas de gobierno.

El siglo XX se inicia con las dictaduras de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez. Dictaduras que comienzan en 1899 con el triunfo de la llamada Revolución Liberal Restauradora y terminan en diciembre de 1935 con la muerte del General Gómez. Después vinieron dos generales civilistas, López Contreras y Medina, quienes iniciaron un tránsito hacia formas más civilizadas de gobierno. El 18 de octubre de 1945 vino otro golpe militar, esta vez acompañado por un partido político democrático, llamado Acción Democrática. El 24 de noviembre los militares se sacudieron la incómoda compañía civil y resolvieron gobernar solos hasta el 23 de enero de 1958. Del 58 hasta el 98 tuvimos la ilusión de que ya, finalmente, habíamos alcanzado el sueño de vivir como una república democrática moderna con instituciones serias y respetadas.

El cuatro de febrero de 1992 volvimos a retroceder. Apareció de nuevo el fantasma del golpismo militar. Con nocturnidad y alevosía, en la madrugada de aquel día, nos despertamos de nuevo al atavismo histórico de los golpes militares y del retroceso institucional. Han transcurrido más de treinta años de aquella fecha infausta y todavía la república no logra retomar el camino de la democracia y del respeto a las instituciones. Todavía estamos en manos del militarismo, del autoritarismo, del desprecio por la Constitución, del desconocimiento del estado de derecho y de los derechos humanos.

Valores democráticos son: el respeto a la Constitución y a las leyes y la igualdad ante la ley. El respeto al estado de derecho y a los derechos humanos. Una sociedad democrática no puede tener presos políticos y exiliados, no puede tener torturas ni violaciones a los derechos humanos. Una que respete escrupulosamente la soberanía popular como fuente única de legitimación del poder público.

Una sociedad democrática es una en la que la Fuerza Armada es reconocida como una institución profesional, al margen del debate político partidista y el servicio de toda la nación.

Es mucho lo que tendríamos que decir acerca de los valores democráticos. A ello nos dedicaremos en los próximos artículos.

Seguiremos conversando.

 

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