La esperanza frente al miedo. La imaginación política frente la parálisis intelectual. La mirada global y europeísta frente al nacionalismo y al ombliguismo de los intereses particulares. Las ideas y la reflexión frente al ruido y los bulos de las redes sociales. No es habitual que en Barcelona se reúnan intelectuales, políticos y empresarios como los convocados este lunes y martes a los debates del World in Progress Barcelona (WPB), el ambicioso proyecto del Grupo Prisa de institucionalizar en la capital catalana un encuentro internacional al estilo de los grandes foros económicos y políticos anuales.
El panorama es dramático y propenso a un fatalismo que conduce a la inacción y la impotencia. Es máxima la incertidumbre, con dos guerras sin final a la vista, en Ucrania y en Oriente Próximo, y unas elecciones en Estados Unidos en las que se decide el papel que va a jugar la antaño superpotencia única en el nuevo desorden multipolar. Todas estas circunstancias “pueden tener serias consecuencias sobre nuestras economías nacionales y familiares”, según señaló el presidente de Prisa, Joseph Oughourlian, en su discurso de bienvenida al WPB. Los grandes desafíos abarcan desde la globalidad hasta la vida cotidiana de los ciudadanos y de ahí que requieran, según Oughourlian, “miradas panorámicas y experimentadas”.
El ex primer ministro italiano Matteo Renzi abrió el fuego a primer ahora de la mañana con una amplia visión en la que abarcó desde la declinante demografía europea hasta el retraso europeo en inteligencia artificial. No sirven las fórmulas extremas, como las que ha suscitado la llegada de inmigrantes. No sirve ni el invento de la extrema derecha de la sustitución de población autóctona con una demografía en caída libre por los extranjeros que llegan a Europa, ni la del cierre de fronteras y la reclusión de los europeos en una fortaleza hostil al exterior. En su intervención resonaron las ideas de otros dos italianos insignes, citados abundantemente en el foro. Se trata de dos ex primeros ministros como él, Enrico Letta y Mario Draghi, este último también exgobernador del Banco Central Europeo y héroe del euro, autores de dos documentos cruciales para el futuro de Europa encargados por la Comisión Europea: el primero, sobre el Nuevo Mercado Único que necesita Europa y el segundo, sobre el futuro de la ahora débil competitividad europea.
No es casualidad que Renzi, como alcalde de Florencia, propusiera dedicar un euro a la cultura por cada euro dedicado a la seguridad, idea acorde con la cuarta libertad de circulación dentro del Mercado Único, la de investigar, innovar y educar que Letta propone añadir a las libertades de circulación de mercancías, capitales, servicios y personas. En esta quinta libertad radica quizás el secreto de la recuperación de la competitividad que sugiere Draghi, así como la reindustrialización verde y digital y la construcción de una auténtica industria de Defensa. Sin talento en libre circulación europea, Europa pierde.
A Renzi no le preocupa la inteligencia artificial, sino “la estupidez natural del populismo”. Sobre el futuro político de la estupidez versan también las elecciones presidenciales en Estados Unidos, tema del debate entre la exministra de Exteriores española Arancha González Laya, y la exembajadora de Estados Unidos en Madrid Julissa Reynoso. “Nuestro problema no es Donald Trump y nuestra solución no es Kamala Harris”, según González Laya. “Nuestro problema somos nosotros los europeos y nuestra capacidad para dar respuesta a los desafíos que nos enfrentamos”. Para Reynoso, el 5 de noviembre “se decidirá en qué dirección va a evolucionar el país, entre una candidatura de la esperanza y de la unión cada vez más perfecta, que es el mundo de Harris, y del otro lado, otra basada en la división, marcar las diferencias de identidades, ideologías y clases, que es el mundo de Trump”.
Junto a las creativas ideas italianas de Renzi, Draghi y Letta, hubo también manifestaciones de esperanza, tanto española como catalana, en las intervenciones del alcalde de Barcelona, Jaume Collboni; del presidente de la Generalitat, Salvador Illa; de su consejero de Unión Europea y Acción Exterior; Jaume Duch, y del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Para Collboni, “el título de este foro es en sí mismo una llamada al optimismo, a un mundo en progreso, un planteamiento que defendemos con entusiasmo”. Según Illa, “hay una necesidad imperiosa de recuperar una política de la esperanza que venza a la política del miedo en un contexto marcado por el auge de la ultraderecha, de los populismos de distinta condición, de la desinformación y de la crispación.”
También la intervención del nuevo consejero de Exteriores de la Generalitat reflejó las expectativas esperanzadas de una Cataluña con una política europea propia, basada en la exacta correlación entre las nuevas políticas que va a lanzar la UE a partir de los documentos de Draghi y de Letta, y las necesidades de la sociedad catalana, del todo alejada de la proyección internacional de un conflicto, tal como ha sucedido en los últimos 14 años. Cataluña quiere alianzas en Europa, pero ante todo con el Gobierno de España, guiadas todas por la lealtad mutua en un mundo, según Duch, de “interrelaciones internacionales” que no se limitan ya a los gobiernos de los Estados miembros de la UE, sino que abarcan todos los niveles de gobernanza, instituciones y sociedad civil.
En la misma línea respecto a sus relaciones con Bruselas se expresó Xavier Bertrand, exministro de Trabajo de Francia y presidente de la región Hauts-de-France, que reiteró su voluntad de presentarse a las elecciones presidenciales de 2027 por su partido Les Republicans. Su región, comprometida en la reindustrialización verde y digital, se enfrenta al reto del proteccionismo y de la competencia estadounidense que ha significado la IRA (Inflation reduction Act) de Joe Biden y de ahí que Bertrand lamente la débil reacción de Bruselas. La UE, dice, “debe convertirse en una potencia y no únicamente en un espacio económico y comercial”. El exministro también abogó por la construcción de una auténtica industria europea de la defensa, única circunstancia que permitiría una disminución drástica de las desproporcionadas compras de material militar a Estados Unidos.
Esperanza, pero sin hacer abstracción del conflicto, tal como se trasladó a la mesa sobre la guerra en Gaza y Líbano, en la que Shlomo Ben Ami, el ministro de Exteriores Israelí, expresó su escepticismo sobre la fórmula de los dos Estados, por la que tanto luchó y negoció desde su Gobierno, y recuperó la vieja idea de la confederación jordano-palestina. Otro exministro de Exteriores, este de España, José Manuel García-Margallo, disintió de Ben Ami de que solo fuera un conflicto político entre dos proyectos nacionales, y abonó la tesis del conflicto civilizatorio eterno y prácticamente sin solución. La catedrática de Estudios Árabes e Islámicos, Luz Gómez, en cambio, rechazó la discusión sobre cualquier fórmula, “sea un Estado, dos o tres” que no resuelva la desposesión palestina, puesto que sin “la reparación no lograremos nunca una justicia para las dos comunidades y los dos pueblos”.
“Esperanza no es lo mismo que optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”. Estas frases de Václav Havel bien valen para las políticas europeas que hay que emprender ante este mundo globalizado que parece ir para atrás, en vez de progresar como quiere y dice el título del foro barcelonés. Y valen también para los conflictos más amargos e irresolubles, como son las dos guerras en curso. Hay temor compartido respecto al desenlace de la guerra de Ucrania y a la obtención de la paz entre israelíes y palestinos, pero también parece amplio el consenso sobre lo que hay que hacer, con independencia de su dificultad. Para Ucrania, la entrada en la UE y luego en la OTAN, con plena recuperación de su soberanía e integridad territorial. Para Oriente Próximo, la liberación de los rehenes secuestrados por Hamás, la tregua en Gaza y en Líbano, y la seguridad y la plenitud de derechos individuales y colectivos para todos, israelíes y palestinos por igual. Es decir, los dos Estados, Israel, Palestina, la paz.