Eligio Damas: El texto escolar, como instrumento que ha sido usado para alienar e ideologizar

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Es decir, por razones que desconozco, pero no me es difícil imaginar, muchas editoriales, dedicadas o especializadas en imprimir textos escolares, han cerrado. Supongo no abundan quienes los compren y el gobierno tampoco las incentiva.

Pero eso pudiera inducir a pensar muchas cosas, hasta incitar al docente, siempre que sea bien recompensado, a apelar a recursos más inteligentes y por eso escribo lo que sigue, dado que, en momento de mi vida docente, le hice guerra a las editoriales, sobre todo españolas, que invadían el mercado venezolano con sus textos ideologizantes y dados como pertinentes, por gobiernos que hablaban contra esas prácticas y en favor de la libertad del aprendizaje.

Haber leído la noticia sobre las editoriales, me trajo recuerdos encontrados, desagradables, rabia desatada por mi inconformidad docente e intelectual, ante el trabajo de alienación e ideologización del Estado y de factores culturales dominantes, mediante los textos escolares, particularmente los de historia universal, Venezuela, ciencias sociales, literatura, inherentes al ámbito del aprendizaje y formación del conocimiento en el cual me desempeñaba. En mi tiempo, la mayoría de esos textos eran imprimidos en España; es decir, en gran medida, ni siquiera usaban trabajadores intelectuales o de talleres venezolanos. En ellos, todo estaba resuelto y respondido a su manera, el alumno sólo tenía que aprender de aquello y si era de memoria mejor. Era la misma técnica de aquellos docentes que dictaban y luego el saber en sus alumnos, al evaluar, era responder lo que ellos habían impuesto y los muchachos, que copiaban el dictado, responder lo que en este se decía.

Empezaré mis comentarios, con una referencia muy personal. En unos liceos de Barcelona y Puerto La Cruz, cuando me desempeñaba como docente por hora, en el aula, en la enseñanza aprendizaje de la Historia Universal y Venezuela, eran muy utilizadas, eso que entonces llamaban guías, que consistían en un instrumento que, para cada objetivo y contenido, formulaba una serie de preguntas, destinadas a ser respondidas, según lo expuesto en el texto escolar. El docente que utilizaba ambos recursos, la guía y el texto, limitaba a sus alumnos, a responder preguntas formuladas en la primera que hallaban respuestas en los textos, sin ningún espíritu crítico y menos raciocinio, el alumno se limitaba a copiar, era esa una versión, acicalada del dictado; luego verificaba el cumplimiento de la tarea, escogiendo al azar o de manera deliberada, a algunos de ellos, para que leyesen la respuesta escrita en la guía, tomada textualmente del texto escolar. De esa manera, el docente daba por cumplido subjetivo y meta. Pese aquel demandase que,  el alumno o los alumnos, debían elaborar su respuesta y hasta en sus propias palabras, acerca del tema o contenido. Ese proceder llevaba a que, el alumno, no cumpliese lo demandado en el objetivo y menos con el aprendizaje, que implicaba elaborar una respuesta personal sobre el tema presuntamente estudiado. Era una falsa técnica que, ponía por encima del objetivo, lo contenido en el texto. Lo que el docente buscaba era informar e imponer conceptos en el alumno, pero sin tener conciencia de lo que hacía. Aplicaba a sus alumnos, la misma técnica que a él aplicaron; es decir, sin saberlo, alienaba o ideologizaba a sus alumnos.

Era habitual que, los alumnos todos, usasen el mismo texto y guía. Para ese entonces, una docente del “conurbanismo” , que iba de Barcelona a Guanta, había elaborado una de estas que, llegó a imprimir en buena cantidad y logrado que, muchos de sus colegas, del mismo espacio, la utilizasen. Pero tal guía, estaba elaborada, siguiendo con rigurosidad, un texto de una de las tantas editoriales españolas que estas producían para el sistema escolar venezolano. Sabiendo eso, la editorial, se había propuesto imprimirla por lo menos para el mercado nuestro. De esa manera venderían el libro y guía, lo que intentarían hacer en todo el mercado venezolano. Además, sería una manera más de alienación e ideologización que mataría el interés de investigar, pensar y hasta elaborar respuestas diferentes a las de ese texto, con la ayuda de la guía, la cual sería como un calabozo o un modo de imponer como única verdad lo dicho en los textos, al alumno le pondrían unas antiparras y hasta frenos, cual caballo de carreras. Los objetivos de conducta, como aprender, elaborar conocimientos, expresar opiniones y hasta buscar en diferentes fuentes, eran negados.

De esta manera, los muchachos sometidos a ese ritual, mal llamado proceso de enseñanza aprendizaje, terminaban siendo alienados e ideologizados por la editorial española, mediante esos recursos, con la complicidad por ignorancia o dejadez de nuestros docentes y supervisores escolares.

Aquel texto, por ejemplo, usado en América, Venezuela y particularmente en Pto. La Cruz, intenta enseñarle a los muchachos una periodización histórica falsa, con una visión europea, como que la historia se dividió en Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea. Y cada una de ellas era descrita, diagnosticada tal como aconteció en Europa. Una visión según la cual, lo que los europeos llamaron América, con sus diferentes culturas y su largo proceso nunca existió. Por eso aquello del descubrimiento, lo existente y supuestamente superior, halló algo inexistente. Y eso fue tan falso pero influyente que hasta grandes pensadores europeos se confundieron en el siglo XIX y hasta evaluaron la gesta libertadora liderada por Bolívar como un estorbo al crecimiento europeo. Eso que esos llamaron América, casi no tenía derecho de existir y nunca existió. Pero si existió y el choque entre ambos espacios, uno que se asumió como superior y dueño, descubridor, y el otro con sus altas culturas y pueblos hasta nómadas y recolectores, produjo eso que Darcy Riveiro, en “El proceso civilizatorio”, llamó un “desfase”, pues hubo un choque entre trenes en diferentes direcciones y ritmo. Y el texto, todo eso ignora.

Y lo más estricto y contradictorio era que, eso hacían y permitían, quienes hablaban de un proceso libre, democrático y ajeno a imposiciones ideológicas. Por supuesto, debo advertir que, eso mismo se puede hacer y se hace con textos escritos y editados en Venezuela, hasta por el Estado mismo, sin son elaborados bajo la misma concepción, donde las respuestas están dadas y las estrategias solo se atienen a los contenidos.

Esas editoriales españolas, que narraban los acontecimientos desde la perspectiva de la cultura oficial de aquel país y la cultura dominante europea, que fue conquistadora de nuestro espacio e imperio, del cual Bolívar nos independizó, imponían a nuestros alumnos sus visiones a través de sus textos, atendiendo los programas oficiales y la simple ignorancia de muchos de nuestros docentes. Además, ellas, las editoriales, tenían en cada espacio sus vendedores que, actuaban tal como los visitadores médicos; visitaban las escuelas y liceos, regalaban a los docentes sus textos y otras cosas, para garantizar el uso de su producto. Por supuesto, la “cultura” oficial y la impuesta a los docentes en sus escuelas y universidades donde estudiaron, en buena medida, estaba en concordancia con la de las editoriales.

Tuve muchos inconvenientes, enfrentamientos por negarme a usar aquella guía que, como ya he dicho, fue elaborada por una docente del área, atendiendo no a los objetivos del programa, sino al orden expositivo y conceptual de los contenidos de uno de los libros de una de esas editoriales y también a recomendar algún texto y en muchos casos, optar por elaborar los contenidos, usando lo recursos del liceo, y los míos propios, para multigrafiarlos; y suministraba a los alumnos de manera gratuita, lo narrado, informado y opinión de distintos autores respetables, a lo que agregaba ejercicios destinados para que, los muchachos, a partir de versiones distintas, hasta discrepantes, elaborarán sus propias respuestas. Mi estrategia habitual, también permitía a los alumnos usar el texto que tuviesen a mano, cualquiera que hasta le regalasen o hallasen en la biblioteca del instituto, algún compañero de otro curso les prestase, pues las respuestas a dar, los conceptos a elaborar, no destinaba a mis alumnos a recoger respuestas de ningún texto, ni siquiera el mío, donde solían aparecer diferentes versiones, sino que ellos forjaran sus propias conclusiones, ideas, conceptos; elaboraran las respuestas que creían pertinentes siempre que cimpliesen las formalidades correspndientes.

Por supuesto, los agentes de las editoriales solían excluirme de las listas de sus visitantes y hasta intentar argucias nada dignas de mencionar. Para ellos, era yo un agente subversivo ante el orden y las buenas costumbres, como atentar contra sus negocios y me indispusieron tanto como, para que, institutos de educación privada, en mi entorno, no solicitaran mis servicios, salvo dos, uno secundario, por ser su dueño mi amigo y otro universitario que, por razones propias, como que su dirección no halló en el área a quien contratar para una asignatura de “Historia de la economía venezolana”, que también lo hizo.

De manera que, en el área donde me desenvolvía, mi especialidad, siempre fui contrario a los llamados textos, pues no estaban elaborados para que los alumnos pensasen, tuviesen opciones a diferentes versiones de un mismo asunto y menos ningún modo de elaborar sus propias conclusiones, sujetos como estaban también a quienes usaban aquellas guías, cartillas para la alienación, esposas y cadenas para imponer ideas y versiones interesadas.

Cuando hicieron su aparición las canaimitas o computadoras portátiles en la escuela, estando yo ya jubilado, lamenté no estar activo para buscar la manera que, a la institución donde trabajase, se le dotara de esos recursos, que no tenía que ser una para cada alumno, con una para cada cinco agrupados bastaba y una también para el docente, brindaba una oportunidad soñada para lograr un aprendizaje sustantivo y se ahorraría el Estado el gasto innecesario del texto que, en buena medida, suministraba de gratis a los alumnos.

Unos pocos años antes, a un gobernador de Anzoátegui, a quien apoyé para su elección, propuse un proyecto parecido, solo  a manera de prueba, lo que implicaba poca inversión y no logré que me apoyasen, como tampoco en otros tres con fines de educación para el trabajo. En esos tiempos, como siempre ha sido, lo que interesaba eran propuestas que provocaran derrame de dinero; la misma preocupación de las editoriales de aquellos tiempos, vender sus libros y contribuir a que todo permanezca como está.

En verdad, no tengo idea exacta como proceden ahora, pero por lo poco que he podido enterarme al respecto, pareciera que todo sigue igual, pese haya quienes vean en las formas, cambios, que pudieran gustarle o no. Aunque para ser estricto, lo que sé de la escuela de ahora es deplorable, pues temas como el que he planteado allí no se ventilan, estando el docente, más preocupado por el comer, pues, como dijo Don Quijote Sancho – cito de memoria – “vayamos a comer, pues para tener el dominio de las armas, primero hay que tener el dominio de las tripas”.

 

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