No es exclusivo, algunos términos meteorológicos o astronómicos, para calificar algunas situaciones venezolanas, como “Guzmán Eclipse de una ambición de poder” con el que titulara Ramón Díaz Sánchez, acucioso historiador, una de las mejores interpretaciones de buena parte de nuestra política, bajo el liderazgo de Antonio Leocadio Guzmán, calificado como el “primer Caudillo civil de la democracia venezolana” y cuyo propósito de su autor, es de recomendable vigencia… “al emprender esta obra no fue hacer una historia más de nuestro país sino intentar una interpretación espiritual y moral de la vida de nuestro pueblo”. Como no seguir esa metodología.
En ese sentido, se trata de una accidentada época, donde al mejor fenómeno astronómico, un cuerpo es bloqueado por otro y la luz solar y la tierra se interponen lo que es llamado eclipse de Sol y de Luna. Y que mejor similitud con la actual crisis venezolana, que los huracanes que han azotado a México y partes de los Estados Unidos. Pues resulta, que ambo términos definen los primeras décadas de un proyecto político (1999-2024) que ha eclipsado y un huracán diplomático, cuál “espíritu maligno del viento” según expresión indígena “taína huracanes” en los cuatro puntos cardinales del planeta con suficiente elementos de interés múltiples y de inconsecuencias impredecibles…
Sobre esos particulares en 2002, el brillante ensayista Simón Alberto Consalvi, se nos adelantaría en artículo suyo “El Estado democrático y la política exterior”… La política exterior está en el ojo del huracán. Quizás sea un momento pertinente para mirar los tiempos en que fue una política de Estado. La política exterior, desde el siglo XIX, desde el alba del movimiento independentista uno de los factores fundamentales de la historia de Venezuela… (El Nacional, 10/02/2002/
A fecha ¿qué queda de aquello? Dos referencias nos dan respuesta: El incierto Esequibo y un convulsionado conflicto con España. Este último en pleno desarrollo, con mayor incidencia en la Península por su crisis política, precisamente huracanada, con vientos de altas velocidades, para causar daños de todo tipo, irreparables de trascendencia, por los olores que despiden.
Si haber vamos, todo un huracán político resultó, el proceso de conquista y colonización española y las leyendas “negra y doradas” lo han estudiado, dando cuenta de las corrupciones de sus descendientes, entre muchos, los padres de Bolívar a la cabeza, pero después del célebre “Tratado de Regulación de la Guerra” (1820) que sentaría doctrina universal, vendría el reconocimiento a Colombia (1825) y Venezuela separada de aquella en (1841) mediante un “ Tratado de paz y amistad “ y será hasta 1945, cuando la revolución de octubre, que procuró instaurar la democracia en esos años, rompiera sus relaciones diplomáticos, por la dictadura de Francisco Franco, que diera pie, a la llamada “Doctrina Betancourt” de no reconocer regímenes surgido de golpes de fuerzas , después rechazada por sucesivos gobierno democráticos, indicando, que tarde o temprano, se hará destacar su vigencia, ante un desaforado populismo, que no oculta para tales efectos, principios fascistas, totalitarios y autócratas con el agravante de esquemas, propios de la “Delincuencia Organizada.” Por supuesto, eran otros tiempos, hoy de inconveniencia.
Vistas así las cosas, nos remite a Shakespeare… “Algo huele a mal en Dinamarca “que al parecer, en Venezuela no se siente, pero hiede, por mutuas complicidades ¡Ave María! diría el vecino….
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