Conocí a Jesús Reyes Heroles en los últimos años de su vida, gracias a su larga amistad con mi padre. Me consideré amigo cercano de sus hijos, desde los años ochenta, y le tengo un gran afecto a sus cuatro nietas y a su nieto. Respeté su trayectoria y sus apotegmas, pero difiero radicalmente de uno de ellos: “En política, la forma es fondo.” No: en la política mexicana, la forma es fondo. En otros países, la forma cuenta; en ninguno, salvo tal vez Japón, como en México. Pero en muy pocos se encuentran tan desvinculados las formas y el fondo.
La debilidad de la clase política nacional, junto con la comentocracia y el empresariado, por las formas, ha sido muy bien asimilada y aprovechada por la nueva presidenta. Asimismo, ha sabido utilizar con gran tino la proclividad de estos mismos estamentos por el “wishful thinking”, es decir, esperar siempre lo mejor de un gobernante, cuando todo indica lo contrario: el famoso beneficio de la duda. Veamos.
Muchos amigos comentócratas se congratularon del gesto de Sheinbaum de saludar de beso a la ministra presidenta de la Suprema Corte en la ceremonia de toma de posesión. Otros más subrayaron el “tono” diferente del discurso, y una que otra mención aparentemente distinta a los vituperios de López Obrador. Lo mismo con la segunda visita de la presidenta a Acapulco: contrastan las “formas”. Pero rápidamente pudieron comprobar que no habría ninguna tregua con el poder judicial —las leyes secundarias pasaron sin cambiar una coma, y ya son de ella—; no se reunirá con los ministros —ni con la oposición—, que hablen con la secretaria de Gobernación. Es decir, no se produjo concordancia entre los supuestos cambios de “forma” y “tono” y las políticas reales, o el “fondo”. No la habrá, ni con España, ni con los medios, ni con la verdad. Sheinbaum entiende muy bien que puede emplear exitosamente los matices de forma, ya que muchos los tomarán como cambios de fondo, sin que le cueste mayormente mantener el fondo real: el Plan C, y todo lo que lo acompaña.
Con los planes del futuro sucederá lo mismo. Durante la discusión de la reforma del poder judicial, escuché o leí a varios colegas esperar, primero, un guiño a los legisladores de Morena en el sentido que no aprobaran, o retrasaran las modificaciones constitucionales. No hubo tal. Después, se pensó habría una maniobra en las dos cámaras para que la reforma no se aprobara antes del 1 de octubre. No hubo tal. Luego, se supuso que en las leyes secundarias habría una moderación o atenuación o posposición de los cambios a la Constitución. No hubo tal. Como no lo habrá con cualquier componente del Plan C.
El mejor ejemplo residirá en el destino de la supresión de los órganos autónomos. De nuevo, proliferan las columnas y los chismes de que se pospondrá dicha reforma, que se va a diluir o descafeinar, que ella no está de acuerdo y que necesita ganar tiempo para que López Obrador no insista. Además, Estados Unidos la va a objetar. Huelga decir que en todos estos casos, las versiones mencionadas constituyen casi seguramente filtraciones que vienen de la misma oficina presidencial. Con toda la razón: mientras los empresarios y los columnistas —ni qué decir de los corresponsales extranjeros y las embajadas— sigan esperando el mejor de los mundos posibles, la resistencia a los cambios se adormece. Lo veremos: si como aseguró Ricardo Monreal, pronto viene la eliminación del Inai, Cofece, CRE, etc., este análisis será el acertado. Si por algún milagro no se consuma dicha reforma, me habré equivocado.
Será igual con la inversión privada en energía, con el fin de los diputados de representación proporcional y la reelección, con la creciente censura a los medios, con la expansión de las actividades del Estado en la economía —vivienda, ferrocarriles, turismo— y otros planes. Sheinbaum tiene la ventaja sobre otros presidentes de que por ser ajena a la clase política, a la intelectualidad y al empresariado, puede desnudar sus flaquezas y hasta burlarse de ellos. Sigan con su “wishful thinking”, muchachos; me resulta sumamente útil su ingenuidad y esperanza. Mientras, yo a lo mío. Fíjense en las formas y las filtraciones; yo atiendo la realidad.