El presidente brasileño, el exsindicalista Lula da Silva, sin estudios pero con un agudo pragmatismo político, líder indiscutible de la izquierda, ha decidido conquistar el poderoso imperio conservador de las poderosas iglesias evangélicas. Y para que no haya dudas, dirigiéndose a sus pastores, les acaba de decir: “Yo no soy comunista”. Días antes, Lula había sorprendido al proclamar festivo el día de la música gospel, la favorita de los evangélicos.
En la ciudad de Natal, Lula afirmó: “Yo no tengo nada que ver con el comunismo. Jesucristo era barbudo, Tiradentes era barbudo, yo soy un ciudadano al que le gusta llevar barba. No tengo nada que ver con el comunismo”. Lula no tiene nada que ver con la ideología cerrada. Es elástico y pragmático. Ha visto, por ejemplo, que su partido, el PT, acaba de perder las elecciones municipales en curso sin conseguir en la primera vuelta que su partido gane la alcaldía de una capital.
Lula ha entendido que la Iglesia católica que le dio los primeros triunfos en las urnas en los tiempos de auge del catolicismo con la Teología de la Liberación, empieza a abandonarle, y pone ahora sus ojos en los evangélicos, a los que intenta convencer intentando mostrar que él no es de izquierdas.
Ya en el ocaso, a cuenta de su edad, Lula vuelve a revelar un pragmatismo que le falta a su viejo partido y busca subirse al tren de los triunfadores del momento, que son los evangélicos.
En su libro Lo que sé de Lula, de José Neumane, un periodista que lo siguió años como un perro de guardia durante su periodo de auge como sindicalista organizador de las grandes huelgas de las fábricas, recuerda que el joven sindicalista más que ideológico era un político pragmático. Cuenta por ejemplo que cuando se dirigía en sus discursos y veía que algo no les entusiasmaba, enseguida cambiaba de tema en busca de un aplauso.
Lula en estas elecciones municipales, que se cierran el domingo próximo con su partido derrotado hasta ahora en los grandes centros del país, ha entendido muy bien lo que ha escrito en Metrópoles, Hubert Alquéres: “El PT ya no dialoga con la clase media de las grandes periferias ni con el mundo evangélico”. Y añade que estas elecciones municipales han revelado más que una convulsión ideológica entre las izquierdas y derechas de antaño, que a los brasileños lo que prima es conseguir “lo que Brasil necesita para la gente”.
Lula ha entendido, mejor que muchos de su propio partido, aferrados a las viejas ideologías de izquierdas, que lo que prima en las urnas es el centro derecha y que la política conservadora de los evangélicos se aleja cada día más de los dogmas de la antigua izquierda revolucionaria, a la que, en verdad, Lula nunca abrazó.
El presidente brasileño, que había iniciado su tercer mandato volcado en la política exterior, ha entendido que donde necesita intervenir es una renovación a fondo de su partido el PT, que ha dado la impresión de no entender que la política mundial tiende a ir hacia el pragmatismo, sobre todo de los jóvenes y de la clase media baja cada vez más alejada de los dos polos ideológicos de izquierdas y derechas puras.
Es posible, según los últimos sondeos que el domingo próximo en las elecciones de la segunda vuelta de las municipales, en la gran São Paulo, corazón de las finanzas del país y termómetro de la política nacional con sus más de 20 millones de personas, el candidato del centro derecha, Nunes gane al candidato de Lula, el izquierdista, Boulos.
Los movimientos de Lula, volcado en halagos y privilegios a los millones de evangélicos que pueden definir unas elecciones, revelan que ha entendido que la izquierda pura, que parte de su partido se empeña en mantener, va perdiendo fuerza cada día para una política nacional volcada en un centro nuevo que mira a los deseos de ascensión, sobre todo de las nuevas generaciones de jóvenes, fascinados con los nuevos y conservadores líderes de las redes sociales que están revolucionando la política clásica de la izquierda del pasado.
El resultado de las elecciones de alcalde del domingo de São Paulo, termómetro de la política nacional, entre el candidato del centro derecha, y el candidato de izquierdas de Lula, podrá ser definitivo para las presidenciales del 2026, mismas que Lula intenta disputar y que, de alguna forma, con su grito de “yo no soy comunista”, ya está preparando para presentarse como el candidato de un nuevo centro que abrace desde la izquierda tradicional a la nueva revolución conservadora de los evangélicos cada vez más fuertes hasta dentro del Congreso Nacional.