Si en verdad amamos a Venezuela y la queremos próspera, justa y en paz, deberíamos asumir la gravísima crisis que sufrimos como una extraordinaria oportunidad para el reencuentro, la reconciliación y la creación, abandonando de una vez los caminos del mesianismo, la intolerancia, la violencia, y la improductividad, para abocarnos a construir entre todos la Nueva República, que supere los gravísimos errores tanto de la Cuarta como de la Quinta. Para ello, en estos momentos tan difíciles, donde la crisis golpea con especial rigor a los más pobres y vulnerables que son las principales víctimas del hambre, la escasez, la especulación, la inflación, la corrupción, la inseguridad y la falta de oportunidades, me atrevo a proponerles a todas las personas de buena voluntad, chavistas, maduristas, opositores y a los que han perdido la esperanza y la confianza en el país y en los políticos, este sencillo compromiso por esta Tierra de Gracia, que Colón confundió con el Paraíso Terrenal y Dios la creó en un día en que estaba especialmente creativo y feliz.
“Nos comprometemos a tratar a los demás como deseamos que nos traten a nosotros, a respetarlos, a ser amables, tolerantes y compasivos, a perdonar, a practicar la solidaridad y la cooperación, a enterrar nuestros prejuicios e intolerancias, sin permitir que el odio y la venganza nos dominen y esclavicen.
Nos comprometemos a trabajar por la prosperidad, la justicia y la paz con dedicación y entusiasmo, a mostrar una conducta pacífica y respetuosa con todos. En consecuencia, renunciamos a la violencia física, psicológica y verbal, a las amenazas y persecución, como medio para resolver nuestras diferencias. Por ello, consideramos el camino electoral, objetivo, imparcial y respetuoso de la soberanía popular, como el medio idóneo para dirimir las diferencias y resolver en paz nuestros problemas.
Porque consideramos a Venezuela una gran familia, nos duele mucho la situación en que se encuentra y nos comprometemos a ser amables y compasivos con todos, especialmente con los más débiles y necesitados, los niños, los ancianos, los pobres, los enfermos, los encarcelados, los perseguidos, los migrantes y los que están pensando en irse. Nos oponemos a toda forma de dominación, manipulación y discriminación, y nos comprometemos a trabajar por una Venezuela próspera y justa, sin presos políticos, donde la Constitución regule el actuar y el decir de todos, con poderes autónomos que se regulen unos a otros, e instituciones eficientes que resuelvan problemas, donde la cédula y el pasaporte expresen la verdadera e igual ciudadanía de todos, sin discriminación alguna.
Nos comprometemos a trabajar por Venezuela con tesón, esfuerzo y responsabilidad para alcanzar un orden social y económico eficiente y justo, en el que todos tengamos iguales oportunidades. En consecuencia, nos comprometemos a actuar con honestidad y solidaridad, a alejarnos de la ambición, la corrupción, la especulación, la codicia y el parasitismo.
Muy conscientes de la importancia de la educación para un genuino desarrollo económico, social y humano, nos comprometemos a trabajar con dedicación y entrega por salvar y transformar la educación, de modo que todos los niños, niñas y jóvenes de Venezuela, sin importar su condición física, económica, racial, social o cultural, disfruten de una educación integral de calidad, y los educadores sean valorados y tratados según la trascendencia de su labor.
Por estar convencidos de que para crear una Venezuela mejor, hay primero que cambiar la conciencia, nos comprometemos a alimentar la nuestra con el silencio, la reflexión, la meditación, el diálogo y la oración. Por ello, pedimos a Dios y a la Virgen de Coromoto que nos dé sabiduría para conocer lo que debemos hacer y fortaleza para hacerlo.
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