Papel Literario del 20 de octubre de 2024, por Nelson Rivera

Compartir

 

Amigos lectores:

I. Han transcurrido 40 años de la publicación de Árbol que crece torcido, el primer libro del poeta Rafael Castillo Zapata, también investigador, ensayista y docente universitario. Cuenta María Fernanda Palacios, en el texto con el que arranca el dossier:

“Hace diez años, celebrando los 30 de este Árbol, fui una de las catorce voces que leyeron sus cantos en un aula de la Escuela de Letras, fue un viernes, recuerdo, aquello fue muy sencillo, muy fresco, fue algo hermoso que me dejó esta alegría de volver a celebrarlo, evocando aquellas voces que la distancia ha hecho tan cercanas hoy. Aquel año me quedé con unas hojas de notas, obviamente torcidas en los márgenes del libro, y con las ganas de comentarlo en una clase; pero en verdad era una excusa para seguir leyéndolo en voz alta, una vez más… Algo que, de todos modos, a los pocos días pude hacer en casa, con Guillermo Sucre. Él, contento y sorprendido por la densidad del ritmo y la letra del poema pensó en la necesidad de añadirle a La Máscara un segmento más amplio del que ya esbozaba sobre Armando (Rojas Guardia), en donde las voces de Tráfico podrían hacerse presentes, cada una en singular. El tiempo no le alcanzó. Hoy, recordando ese anhelo, y mi clase frustrada, agradezco doblemente participar en este nuevo aniversario y saco de la gaveta aquellas apresuradas notas. Como dije, son apuntes al margen del poema, apenas el esbozo de una clase, un guion que transcribo casi tal cual”.

II. En el dossier participan también:

-Gina Saraceni (“Quiero pensar que en esta primera voz de Rafael hecha de pedazos, fragmentos, recortes de la cultura y de la experiencia, subyace el gesto benjaminiano del “montaje” y la técnica del “collages” que tanto lo han ocupado y preocupado en su trabajo crítico y artístico posterior”);

-Roberto Martínez Bachrich (“Su estructura es limpia y clara, dos partes: una sobre la infancia, otra sobre la juventud y los amores primeros. Dos libros, si se quiere, que también se amarran entre sí, acuden el uno al otro, se auxilian, se abrazan, se reclaman, se desprecian, se recuerdan y se olvidan mutuamente, conteniéndose y torciéndose”);

-Alicia Ríos (“Tuve el privilegio, entonces, de ser la primera en escribir sobre Árbol que crece torcido. Un par de años después me vine a hacer mis estudios de postgrado a Estados Unidos y aquí he hecho la mayor parte de mi carrera académica. Siempre conservé el manuscrito como un tesoro y también mi ensayo, aunque nunca me atreví a releer este último por vergüenza a lo que encontraría”);

-Miguel Issa (“Una de las particularidades de este poemario es que sus textos no tienen signos de puntuación (o al menos así resuenan en mi memoria), su ritmo sintáctico y su musicalidad van más por el camino del fraseo y de la distribución espacial de las palabras. Es un festín melódico que activa la memoria musical. Y yo, desde esa pasión y esa conexión, empecé a trabajar con los actores”); y

Alejandro Castro (“No sé si los cuarenta años que han transcurrido desde la primera edición de Árbol que crece torcido (1984), de Rafael Castillo Zapata (Caracas, 1958), son suficientes para probar la resistencia de ese libro al paso del tiempo, pero yo pertenezco a una generación que no se puede permitir extraviarlo”). No solo homenaje: un pequeño banquete de lecturas críticas. Si me permiten: un dossier atravesado por el anhelo de la calidad: esa sustancia que algunos, como el propio Castillo Zapata, llevan por dentro. Páginas 1 a la 4.

IIIMarcello Pellegrini, poeta, ensayista y traductor, nos ofrece un conjunto especialmente apreciable: un texto de presentación y varios poemas traducidos de Seamus Heaney (1939-2013), enorme poeta irlandés, ensayista, traductor y profesor universitario. A lo largo de los años su obra fue reconocida una y otra vez. En 1995 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. Dice Pellegrini: “La breve selección de poemas de Heaney que presento aquí en traducción al castellano muestra con elocuencia lo que acabo de decir. En todos ellos podemos rastrear, si averiguamos bien, datos de la vida del poeta. “El hombre experiencia que Irlanda del Norte vivió desde fines de los años sesenta hasta fines de los noventa: violencia civil, terrorismo, luchas sectarias entre católicos y protestantes. Heaney reelaboró aquel ambiente furioso e iracundo con versos que hablan de los antiguos sacrificios humanos en los pantanos de Dinamarca durante la Edad de Hierro. Los cuerpos de esas víctimas, conservados por las aguas ácidas de esas planicies, son testimonio de la brutalidad humana y un perfecto espejo de lo que Heaney observó como ciudadano de la minoría católica de Irlanda del Norte”. Páginas 5 y 6.

IV.

Jorge Comensal, narrador, ensayista y director de la Revista de la Universidad de México, nos autorizó a reproducir aquí En al agua lustral de Eugenio Montejo, de Adolfo Castañón. Castañón nos habla de su amistad con Eugenio Montejo y, a continuación, comparte con los lectores 6 cartas, de un total de 171, que ambos cruzaron entre 2004 y 2008. “Nos hicimos amigos. Nos vimos muchas veces en México, Caracas, Mérida, Lisboa y Madrid. Terminamos fraguando juntos una antología de su obra que, por razones editoriales, tuvo dos versiones y dos títulos: una editada en Xalapa, México, bajo el título de Geometría de las horas, y la otra en Mérida, Venezuela, como La terredad de todo. La fragua de ambas analectas me permitió conocer con detalle la obra del gran poeta y traductor venezolano y acrisoló nuestra amistad más allá de las letras. El centro de gravedad de las órbitas presentadas en estas cartas se refiere básicamente a esos dos proyectos editoriales”. Viene en las páginas 7 y 8.

V. Las siguientes cuatro páginas, 9 a la 12, están dedicadas a un recurrente habitante de estas páginas: los tres volúmenes de la Obra completa de Eugenio Montejo. En este caso, hoy publicamos textos de Cecilia Domínguez Luis, poeta, narradora y ensayista canaria, así como de los responsables de la edición: Antonio López Ortega (El tiempo circular de Eugenio Montejo), Miguel Gomes (Labor en marcha) y Graciela Yáñez Vicentini (La lección de Eugenio). También se ofrecen tres poemas “inéditos o poco conocidos” de Montejo.

VI. En Anatomía de un canto, texto cargado de finas percepciones, escribe Domínguez Luis:

Pronto me doy cuenta de que, adentrarme en su poesía es hacerlo al mundo de la incertidumbre y alguna que otra certeza que se mueve entre el misterio de lo efímero (la existencia) y lo perdurable (lo que queda, si queda), en una visión totalizadora del cosmos que gira y gira con o sin nosotros, como ese Dios, cuya existencia no rebasa los márgenes del poema.

Surge así la necesidad del canto, un canto órfico que nos hable del origen mítico del mundo. Así escribe el poeta en su poema Orfeo:

Orfeo, lo que queda de él (si queda),

lo que aún puede cantar en la tierra,

¿a qué piedra o animal enternece?

 

…Orfeo, lo que él sueña (si sueña),

la palabra de tanto destino,

¿quién la recibe ahora de rodillas?

VII.Un fallo de producción, del que soy responsable, tuvo como consecuencia que en la edición de la semana pasada, dejamos fuera una página perteneciente a la serie De los seres y las cosas que dejé en Venezuela. Tiene textos de Francisco Suniaga, Guillermo BarriosClaudia LealGustavo Valle y Jairo Rojas Rojas, así como dos ilustraciones de la misma Leal. Lo más urgente: ofrecer, con la formalidad debida, mis disculpas a los autores. Y, a continuación, poner a disposición de los lectores la versión corregida del PDF de la semana pasada, con el dossier completo De los seres y las cosas que dejé en Venezuela. Quien desee reemplazar de su archivo el PDF de la semana pasada, basta con que me escriba a esta dirección electrónica y se lo enviaré de vuelta.

 

Nelson Rivera.

 

Traducción »