Hace unos días, más precisamente el reciente 16 de octubre, ocurrió un hecho que podría cambiar el rumbo de la guerra que enfrenta Israel contra las bandas terroristas regidas por el islam radical. Se trata de la eliminación de Yahya Sinwar, el líder del grupo terrorista y genocida Hamas en Gaza y, desde el pasado agosto, simultáneamente jefe del buró político del mismo movimiento, tras la supresión de Ismail Haniyeh.
La abolición de Yahya Sinwar, el principal jefe de Hamás, quien planificó y dirigió la incursión al sur de Israel el fatídico 7 de octubre, a fin de perpetrar la más mortífera y cruel masacre de judíos desde el Holocausto, marca un punto de inflexión en el combate para deponer a una de las redes yihadistas respaldadas por Irán que buscan cercar a Israel con un “anillo de fuego” alrededor de sus fronteras.
Pese a haber sido durante un año, el hombre más buscado en Gaza, su eliminación no fue específicamente planificada ni llevada a cabo por fuerzas especiales, fue fortuita y cumplida por soldados de una unidad de infantería que patrullaban en Tal al-Sultán, una zona de Rafah, en busca de terroristas. El portavoz de las FDI, contralmirante Daniel Hagari, explicó que Sinwar estaba intentado huir, moviéndose entre edificaciones por dicha ciudad. Estuvo escondiéndose en túneles y hay información que prueba que, por varios meses, utilizó como escudos humanos a los seis jóvenes israelíes secuestrados: Hersh Goldberg-Polin, Eden Yerushalmi, Ori Danino, Alex Lobanov, Carmel Gat y Almog Sarusi, quienes fueron ejecutados por Hamas a fines de agosto. Las fuerzas israelíes, lo venían acorralando y resulta evidente que estaba tratando de escapar de Gaza, pues portaba, entre otros documentos de identificación, un pasaporte vencido de un empleado de la UNRWA y unos $ 11.000 en efectivo; además, sólo lo acompañaban dos personas de su confianza, uno era su guardaespaldas Mahmoud Hamdan.
Sinwar fue uno de los fundadores del ala militar de Hamas y de su aparato de inteligencia interna; a fines de los 80, se centró en eliminar a los palestinos sospechosos de colaborar con Israel. En ese sentido, sus actividades criminales llevaron a su arresto en 1988; fue condenado a cuatro cadenas perpetuas, pero en 2011 fue liberado en el intercambio de presos por el soldado Gilad Shalit. En sus más de dos décadas en cárceles israelíes, sobresalió por su liderazgo entre los presos palestinos, desarrollando su reputación como personaje riguroso, cruel e implacable. En 2017, Sinwar fue elegido como líder de Hamas en Gaza; allí imprimió un cambio hacia una postura más militante, enfatizó el suministro de armamento, la formación militar y los lazos con Irán y Hezbollah. La visión estratégica de Sinwar estaba basada en la preparación para conflictos a gran escala contra Israel, sobre todo aspiraba tener la capacidad de movilizar múltiples frentes contra el Estado judío.
Tal vez, con su desaparición no percibamos alguna forma de elasticidad en las férreas posturas de los terroristas, pues uno de los que se perfila como sustituto es Khalil al-Haya, adjunto del propio Sinwar, quien salió de la Franja antes del 7 de octubre de 2023 y se estableció en Catar; desde entonces participó en las negociaciones para un acuerdo sobre los secuestrados. Al-Haya mantiene buenas relaciones con Irán y fue representante en las conversaciones secretas con el régimen de los ayatolas y Hezbollah antes del “sábado negro”. Al-Haya declaró que Hamas no devolverá a los rehenes hasta que termine definitivamente la guerra. Es decir, despliega la misma inflexibilidad de Sinwar, aunque hayan perdido el combate.
Ciertamente, el fin de Sinwar no significa el desmantelamiento de Hamás, pero le resta poder opresivo para controlar a los gazatíes y reduce su capacidad bélica para operaciones terroristas desde el enclave palestino; y junto con el rescate de los 101 secuestrados que aún permanecen cautivos en Gaza (se calcula que cerca de la mitad aún estarían con vida) son los principales objetivos de esta guerra. A lo mejor, estas nuevas circunstancias lograran asentar un primer peldaño para la compleja y ardua labor de construcción de un nuevo Medio Oriente.