Hace poco caractericé las líneas de lo que pudiera ser “el proyecto madurista”. Por supuesto, se trata de una vaina ahí, una degeneración, un remedo de ofertas para la galería, simple demagogia barata, una lista de intenciones para simular que la supervivencia de una pandilla en el poder tiene visión a mediano plazo, de unas líneas mínimas de acción para no agotarse en los rituales vacíos llenos de letanías (antiimperialismo, antifascismo, poder popular, estado comunal, antifascismo), buenoAñadir una nueva entrada para los devotos que niegan su pérdida.
Así, el madurismo como “proyecto” (tan bonita que es la palabra, con tanta resonancia sartreana, y vengo yo y la uso aquí para designar eso. Debiera darme vergüenza) tiene un rasgo muy notable: el autoritarismo patrimonialista, o sea, ser una dictadura militar-burocrática- policial, que ha suspendido la Constitución y violado los derechos humanos hasta la saciedad. Pero hay unas características que se notaron más, a propósito de ese reciente viajecito a Rusia, de Delcy, Cilia y Nicolás, que llamó la atención acerca de quién se quedaba con el coroto, episodio parecido a cuando Castro dejó a su compadre encargado.
Me refiero a lo siguiente. El madurismo se propone:
1. El aprovechamiento extractivista de los recursos minerales del país, incluyendo el petróleo, el hierro, el oro y demás. Esto, a falta de capital de origen nacional, se logra haciendo participar al capital extranjero en una suerte de “subasta al mejor postor” del país. Esto sin ninguna consideración legal (la Ley antibloqueo pone en suspenso todas las leyes al darle poderes de desaplicarlas al Presidente, incluso en secreto), mucho menos laboral o ambiental;
2. Un oportunismo geopolítico que tiene mucho de ilusión para la galería (vender la idea de que un posible ingreso a los BRICS, aparte de resolver todos los problemas, sería un golpe al imperialismo norteamericano, tan repudiado en el discurso, pero deseado en la forma de Chevron, Repsol y demás empresas) y bastante de “hacerse los vivos” en sus tratos con el gobierno norteamericano (el chantaje de pasarse al campo de los rusos o los chinos, en medio de la actual “guerra fría”); se trata de buscar un “padrino” poderoso, sin reparar en la pérdida de soberanía nacional;
3. En la misma onda de “vender al país al mejor postor”, mantener en el mínimo el costo de la fuerza de trabajo, para atraer capital extranjero. También la política fiscal, de exenciones de impuestos juega ese juego;
4. Fortalecimiento de una “burguesía revolucionaria”, cuyo núcleo sería, en primer lugar, los “enchufados” y, luego, en familiares y testaferros del cogollo de los seis. La relación de subordinación de esta nueva burguesía (que se asocia a la vieja) hacia el gobierno, es ambivalente. La línea sería “enriquézcanse, pero obedezcan a las órdenes del Presidente”.
5. Controlar las inquietudes en las bases del Partido, o bien mediante la coacción, la culpabilización si algo sale mal, o bien con actividades que las “mareen” con discursos exaltados, con largos chorizos de adjetivos (chavista, revolucionario, popular, antiimperialista, etc.) o con catarsis colectivas que, poco después, sirven para detectar disidentes potenciales y aislarlos.
6. Limitar las garantías democráticas constitucionales mediante una “jaula de leyes”, estilo Nicaragua- Ortega-la Chayo, que permita al cogollo de los seis mantener el control en una delgada brecha de tolerancia y acción política, siempre en peligro de cerrarse en cualquier momento, aplastando a los más audaces.
Evidentemente, Maduro quería tomarse fotos con Putin, Orban, Xi y otros de la farándula de los BRICS. Con Lula, no, porque ya está viejo y cansado, y, además, se cayó en la ducha del baño. Y se le sospecha ser agente de la CIA. En esta cultura del selfie, es chévere que uno quiera aparecer en una foto para lograr muchos likes. A mí, por ejemplo, me hubiera gustado aparecer en Facebook, en una foto enseñándole unos acordes de cuatro a mi muy querido y asesinado John Lennon. No podrá ser. Pero Maduro debe tener alguna ventaja sobre mí, paupérrimo profesor universitario. Él sí se tomó sus fotos con esos tipos poderosos. Sus ¿ídolos? A Putin, le expresó embelesado su orgullo por la amistad entre Rusia y Venezuela y su admiración por la lucha que el jefe del Kremlin desarrolla “contra el fascismo”, aludiendo, claro está, a la guerra en Ucrania. Hasta a la India, según dicen los trabajadores de SIDOR, Maduro le ofreció nuestra industria del hierro. Después de aquel viaje a Pekín en el cual se le ofrecieron hasta diamantes, también se derritió de amor con Xi Jin Ping. Algo así como “todo para ti, papacito”. Ya te estamos pagando la deuda. Tranquilo.
El hecho de que Venezuela no haya sido aceptada, mientras que otros, al menos, entraron en la cola (Bolivia, por ejemplo), es lo de menos. Que Nicolás y Cilia no hubiesen parecido en la foto oficial de los “duros” briqueantes, no es tan malo. Lo importante es el gesto. Es el canciller diciendo “ya somos del BRICS”. O sea, la cova. La ilusión para divulgarlos en los grupos wasaps de los CLAP. El selfie para el Facebook y los grupos de wasaps del CLAP.
¿Qué puede ofrecer Maduro? Hay que aclarar, aunque supongo en mis lectores un nivel mínimo de información y sentido común como para ya saberlo, que el BRICS no es un club de chicos simpáticos, ni estrellas de rock, ni “panas” bondadosos y agradables. Es un grupo de gobiernos de países que, como dice la ONU, tienen “ingresos medios”. Son “potencias emergentes”. Todavía no logran definir un camino al objetivo más alto, que sería sustituir al dólar por sus monedas nacionales (el yuan y el rublo en primer lugar, claro) en el comercio global (completamente libre, al estilo neoliberal). El más entusiasta con la idea, Rusia, habla de que faltan diez años. Tienen un banco que ha logrado colocar algunos préstamos, muy lejos todavía de los que todavía impone el FMI; pero ahí van, poco a poco. Es decir, son todos países con agresivos planes de expansión financiera y comercial. China, además de endeudar a parte importante de África, con varios miles de millones de…¡dólares!, es de los principales socios comerciales de casi toda América Latina. Además, el inmenso país asiático, esto es requetesabido, es el principal rival de los Estados Unidos en muchas ramas de la industria, especialmente las de tecnologías de avanzada. Rusia, y el ahora nuevo miembro del grupo, Arabia Saudita, tienen reservas gigantescas de petróleo.
El discurso de los principales jefes del BRICS es, por supuesto, desafiante con la otrora primera potencia mundial. Eso pone húmedos a muchos antiimperialistas de por aquí. Algunos, Rusia y China principalmente, atacan de vez en cuando a “occidente”, una entidad eufemísticamente usada para referirse al poderío financiero y militar de los Estados Unidos y la OTAN. Esto los hace algo así como los hermanos mayores de Venezuela que, desde Chávez, tiene gobiernos que creen hacer antiimperialismo con discursos, chistes, payasadas, mientras buscan desesperadamente una licencia ahí, chamo.
En fin. Pero ¿qué puede ofrecerle Venezuela, el gobierno de Maduro, a estos gigantes? ¿Petróleo? ¿Minerales? ¿Industrias básicas? ¿Todo el sistema eléctrico? ¿Fuerza de trabajo barata, aunque un poco indisciplinada y (peor) mal formada, por el masivo éxodo de profesionales y la destrucción masiva de las universidades y todo el sistema educativo? ¿Una ubicación geográfica estratégica para planes militares de Rusia, por ejemplo? ¿Algo así como la Cuba de los sesenta para el suertudo de Kruschov, que ganó una base militar a pocas millas de la costa de su principal enemigo, sin mover un dedo para derrocar a Batista, para después tener que mantener ese “hermano” improductivo durante tantas décadas (me acuerdo de aquella canción “no es una carga, es mi hermano”)? Por cierto, ni Rusia ni China han movido un dedo para regalarle a Cuba un poquito de petróleo para sus centrales eléctricas. Mira tú.
Ante esa posibilidad estratégica, todo el desastre administrativo, la corrupción, las ruinas de los servicios de agua y luz, la crisis de legitimidad, la ausencia de instituciones confiables, las deudas gigantescas, etc., no parece nada, compadre Putin. Se la vendo barata. Y es buena, bonita y barata. Yo me encargo de detener a todos esos carajitos, de expulsarlos del país, quitarles la nacionalidad, torturarlos para que confiesen que son “agentes de la CIA”, etc. En fin, me encargo de mantener la PAZ para que usted se lo lleve todo ¡Dobro pozalovat, tovarich Putin!
Mientras tanto, Vladimir conversa por teléfono con Donald, recordándole el acuerdo para repartirse el mundo: Of course, Vlad: I give you Ucrania, and you give back me all my backyard.
Ya le dí like al selfie.