El acontecimiento internacional más importante contra el régimen militar y policial de Maduro no fue realizado por la OEA ni por la Unión Europea, sino por Brasil. Las acciones dicen más que las palabras.
Desde el 22 al 24 de octubre de 2024, se realizó la XVI cumbre del BRICS en la ciudad de Kazán en Rusia. BRIC es el acrónimo de los países fundadores Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Se trata del foro mundial de las economías alternativas y emergentes. Su relevancia es fundamental para el desarrollo de las economías nacionales, a partir de acuerdos internacionales de los países miembros. Representa el contra peso internacional al G7 (Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Japón y Reino Unido). Participar en el BRIC para los países como Venezuela, independiente de quien gobierne, es sumamente relevante porque las estrategias mundiales que se diseñan benefician al desarrollo económico y posibilita la competitividad en el mundo global de sus miembros.
Obviamente, la solicitud de Maduro para participar formalmente en el BRIC, era vital para su sostén. Era una jugada política crucial porque implicaba no solo su reconocimiento formal como presidente electo, sino que podía ser una de las columnas desde la cual podía apoyar a su régimen, precisamente por las implicaciones económicas que se derivan de dichas cumbres. Fue por ello que Maduro viajó a la cumbre este año. Es decir, su incorporación tendría doble efecto en el ámbito internacional, reconocimiento político y posibilidad de acuerdos económicos. Era la jugada maestra para consolidar al régimen, garantizado por la viabilidad económica que le ofrecía este espacio.
En el año 2023, el BRICS se amplió a los siguientes países: Argentina (al asumir la presidencia Milei, solicita su retiro), Egipto, Emiratos Árabe, Irán, Arabia Saudita y Etiopía; sus incorporaciones se formalizaron a partir de enero del presente año. Este año se asociaron los siguientes países: Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam.
Al parecer Maduro se auto invitó o fue invitado por Rusia para generar presión entre los participantes. Sin embargo, el anfitrión de la cumbre, Vladimir Putin, manifestó en rueda de prensa que, por norma, para aceptar a los nuevos asociados debía existir unanimidad entre los miembros del BRICS. Y esto no se había logrado en el caso de Venezuela. El presidente ruso fue más allá y expresó que fue el gobierno de Lula quien se había negado a incorporar a Venezuela. Por lo tanto, Maduro ni tuvo el reconocimiento político internacional que deseaba ni tiene la posibilidad de participar de los acuerdos internacionales que se produzcan a partir de este foro. En términos prácticos quedó aislado.
Este veto a Maduro (por su falta de legitimidad y por la ilegalidad en el proceso electoral) tiene una trascendencia fundamental, porque es realizado no solo por la gran potencia del sur de América sino porque de suyo implica un mensaje político, en el campo ideológico, que de forma nítida envía Brasil a todos los partidos y movimientos sociales de izquierda en la región. En términos prácticos lo realizado por Lula fue muchísimo más duro que las palabras acertadas y apropiadas del presidente Boric contra el régimen. Lo que significa que sería muy difícil hacer una defensa desde las ideologías a un régimen como el existente en Venezuela.
El veto fue tan fuerte para el régimen de Maduro que formalmente la cancillería se pronunció de la siguiente forma:
“(…) a través de una acción que contradice la naturaleza y postulado de los BRICS, la representación de la cancillería brasileña (Itamaraty), liderada por el embajador Eduardo Paes Saboia, decidió mantener el veto que Bolsonaro aplicó a Venezuela durante años, reproduciendo el odio, la exclusión e intolerancia promovidos desde los centros de poder occidentales para impedir, por ahora, el ingreso de la Patria de Bolívar a esta organización, en una acción que constituye una agresión a Venezuela y un gesto hostil que se suma a la política criminal de sanciones que han sido impuestas contra un pueblo valiente y revolucionario, como el pueblo venezolano.” (MPPE, Comunicado oficial, 24-10-24).
Sin lugar a dudas es el momento de mayor debilidad política del régimen militar-policial de Maduro. Tal situación hubiese sido imposible sin la participación en el proceso electoral con una táctica sólida para obtener las pruebas del fraude. Justamente, ahora más que nunca, no es posible pasar la página. El respeto a la soberanía popular expresada el 28 de julio es la bandera fundamental de lucha.
En la actualidad Venezuela no está polarizada. Es un país, todas sus comunidades, con todas sus corrientes ideológicas, organizaciones políticas y movimientos sociales que se enfrentan a una cúpula militar-policial con algunos civiles que todavía se aferran al poder.