El país se hunde más y más en la oscuridad. Las respuestas oficiales resultan cada vez más torpes. Y el coro de fondo, con el respaldo de los grandes medios de comunicación mercantiles, empeñado en privatizar el sector eléctrico, repite cansinamente su mensaje: LA CULPA ES DEL ESTATISMO. Lo explican, sobre todo, achacando los problemas a la Constitución de Montecristi y al Mandato Constituyente número 15.
La realidad desnuda tanta falacia. Lo que vivimos este momento era EVITABLE y fue DELIBERADO.
Al menos desde enero del año 2023, luego de habernos escapado por un pelo de racionamientos de electricidad el año anterior, se conocía que los estiajes serían mucho más complejos. No solo eso, ya entonces se propuso un plan de acción para enfrentar el problema: dar mantenimiento a las plantas térmicas, reemplazar algunas que estaban obsoletas y adquirir los combustibles para su funcionamiento. Lo terrible es que, existiendo los recursos, no se hizo nada, ni se hace nada…
A quién le tocaba asumir el reto era a los gobiernos, primero de Guillermo Lasso, el banquero en Carondelet, y luego de Daniel Noboa, el pasante en Carondelet, sin olvidar a Lenín Moreno, quien llegó a la presidencia gracias a Rafael Correa. En la práctica, como comprobamos día a día, estos gobernantes no cumplieron con su obligación.
Su política económica neoliberal de “poner la casa en orden” a como de lugar, provocó un austericidio múltiple: social, productivo e inclusive, como lo estamos viviendo, energético. Y no solo que la lógica fondomonetarista alentó la inacción gubernamental, sino que de por medio está el afán de crear las condiciones para la privatización del sector eléctrico.
En estas condiciones, culpar al ESTADO, asumiéndolo como un ente autónomo, es un engaño. Bien sabemos que el Estado, en la práctica, es “una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, como lo anotó hace mucho tiempo el Viejo Topo.