Los medios de comunicación y los gurús de oficio intentan dar el resultado de las elecciones más reñidas de la historia de USA. Parten de una premisa adicional, las encuestas, que no son más que una pesquisa representativa dentro de los electores.
¿Quién será el ganador? Primitivismo puro.
Las encuestas tienen bases científicas, por supuesto, pero el delay time las convierte en apuesta, pues la muestra individual cambia de parecer porque un zancudo la molesta. Son los nuevos tiempos.
¿Otro método? El cuántico: la medida y el instante alteran el resultado final. Tal cual es el principio de incertidumbre de Heisenberg, lo que está sucediendo en tiempo real.
Sería bastante más sencillo si para elegir el presidente de USA contara el voto popular nacional, pues es una elección digital, y bastaría con ver la tendencia que se mueve entre el 1 o el 0, como en casi todos los países.
De repente, la timidez de la segunda vuelta para acercar más electorado al nuevo presidente. Siempre que sean dos candidatos en las grandes mayorías, como suele suceder, no es difícil adivinar.
Resulta que en USA, según el sistema de colegio electoral —grupo de colegas— establecido en la Convención Constitucional de Filadelfia en 1787, cada estado aporta votos de acuerdo a su población, territorio e incluso influencias (el número de electores que cada estado tiene es igual a su representación en el Congreso). El número mágico es 270 de 538. Un país polarizado.
Lo cierto: por la vía de las encuestas y procesos matemáticos sencillos, se decide en siete estados, denominados péndulos: Michigan 16, Pennsylvania 20, Arizona 11, Carolina del norte 15 y Nevada 6 Missouri 10 y Wisconsin 10. La desviación estándar: 18 %. Nada fácil.
¿Por qué Kamala Harris se llevará la victoria? Sentido común: es una elección meramente psicológica. Los factores conservadores, como la gasolina, la inflación, la inmigración, la raza, demócratas-republicanos, son variables que no tienen, en el 2024, los pesos específicos determinantes para, por medio de la probabilidad, determinar el ganador.
Cuando Clinton (1992), la frase «La economía, estúpido» era correcta; no ahora. Vale es la ingeniería social, la técnica para obtener información confidencial, los fines —a la vista, funciona—. Parafraseando a las redes sociales y el coctel perfecto: ¿cuál es el acertijo? TikTok de la mano de la generación Z.
TikTok tiene el grupo demográfico social más fuerte que gestiona plataformas digitales; comprenderlo es primordial. ¿Cómo logra el despliegue? Es la herramienta vital de información, contenido corto y divertido. Coincide con el sentido común, algo que Kamala, con su sonrisa, tiene. No en vano fue fiscal general de California.
Recuerda a la tradicional revista Reader’s Digest y su sección «La risa, remedio infalible». Apuntes de humor inteligente.
TikTok tiene más de 1000 millones de usuarios y lo interesante es que el 92 % que lo usa promueve una acción. Votar podría ser una de ellas.
TikTok tiene eso. La creatividad persuade de manera inteligente su predisposición al «ya». Además, tiene condición de resonancia: «Voy a votar». Una moda, no una responsabilidad cívica. Tan es así que TikTok es más importante que los dos partidos juntos.
La generación Z está distanciada de la política tradicional. Las encuestas los colocan en los indecisos. No se dan cuenta de que son 41 millones que incluyen 8 millones de latinos, 6 millones de afroamericanos y 2 millones de asiáticos.
Kamala Harris lleva la delantera. En el juego, la casa gana y cobra. Allí puedes contar con enlaces mediáticos como Taylor Swift, Los Tigres del Norte, Beyonce, Eminem, Bad Bunny, Jennifer López, Marc Anthony, Ricky Martin y tantos otros seguidores de más de 500 millones. Trillado lo influencer.
Para finalizar, la generación Z es individualista, y no hay nada que los moleste más que la soberbia y los mesías enceguecedores. Decadencia.
Se distinguen como votantes independientes, pero en cierta forma se inclinan por Déjalo ser de los Beatles. Allí entra el futuro cercano, el cambio climático, el control de armas y el aborto. ¿Cómo olvidar lo hippie? Nadie quiere Vietnam.
Algunos, como el bachiller Sansón Carrasco, dicen que nunca segundas partes fueron buenas.