2000, Washington DC. Un siglo y 12 años han transcurrido desde la elección polémica de Harrison versus Cleveland. En el siglo XX no hubo espacio para esos asuntos. La cohesión que marcan las guerras mundiales primero, y el comunismo después, no genera titubeos ni entre elegidos ni electores, al menos no con relación a los resultados que hemos venido analizando en estos episodios. Sin embargo, en noviembre del 2000, se produce la quinta polémica electoral en la historia de los Estados Unidos: el texano George W. Bush, hijo del presidente George H. W. Bush, triunfa en el colegio electoral frente al vicepresidente de la administración Clinton, el demócrata originario de Tennessee Al Gore, ganador del voto popular.
Aunque fueron muchos los cubanos beneficiados con la política wet feet, dry feet promovida durante el gobierno de Bill Clinton en los años 90 (debido a la crisis de los balseros), el panorama electoral no fue favorable para los demócratas en Florida, el estado de los exiliados enemigos del dictador Fidel Castro. El caso del niño Elián González, quien fue devuelto a su padre en Cuba con el apoyo del Departamento de Justicia y del gobierno castrista, pese a las manifestaciones de varias organizaciones y medios de comunicación, fue determinante para que la opinión pública condenara a Clinton, cuya popularidad iba en picada tras el escándalo de Mónica Lewinsky y todo lo que significó ese asunto en la prensa y en la credibilidad de las instituciones, pues casi fue sometido a un impeachment.
En una nota para The Atlantic, William Schneider escribió que el caso de Elián González había revertido la confianza que los cubanos estadounidenses tenían en los demócratas desde el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos en los años 60: “Aprobada por el Departamento de Justicia de la administración Clinton, la redada del 22 de abril de 2000 para tomar la custodia de Elián González fue emotiva y dramática, al igual que su impacto en los votantes cubanoamericanos. En opinión del encuestador Sergio Bendixen, radicado en Miami, ‘fue humillante para los cubanoamericanos, y las elecciones de 2000 fueron una venganza’. Lo llamaron el voto castigo. ¿A quién castigaron los votantes cubanoamericanos? Al candidato Al Gore y a sus amigos demócratas”.
El panorama electoral que resulta de la jornada del año 2000 redefine, en gran medida, el vínculo de los estados con los partidos en el nuevo siglo. Un nuevo mapa se empieza a colorear. Crece el número de los estados péndulos (que varían de partido a partido en cada elección), como Florida que, aunque dominado por Bush, pasa a ser considerado uno de ellos; esto que se demuestra con las elecciones del futuro: véanse las de 2008, 2012, 2016 y 2020. Arkansas, el estado natal de Clinton, se fortalece como un bastión republicano desde que los demócratas lo perdieron en la elección de 1996. Lo mismo ocurre con Tennessee, el estado natal de Gore. Y ni mencionar Texas, en donde los demócratas no volvieron a ganar desde 1976, cuando eligieron a Jimmy Carter ante Gerald Ford.
Antes de que se termine la elección, Gore se comunica con Bush. Le dice que lo reconoce como ganador. Sin embargo, poco tiempo después vuelve a llamar para decir que no reconoce su victoria todavía. Aún faltan por contar votos. El margen de diferencia es muy bajo, por lo que la disputa de los delegados electorales se ve muy reñida. Unos exigen reconteo y otros piden que se respete el triunfo más aparente, el de los republicanos. Pasan las semanas y los reconteos avanzan. El gobernador de Florida, Jeb Bush, hermano del candidato, se ve envuelto en la polémica. Las papeletas no son confiables, tienen errores con el diseño y las agujetas. El asunto llega a la Corte Suprema que no tarda en pronunciarse y dice que no hay necesidad de más reconteos. George W. Bush se hace presidente.
No faltaron aquellos que cuestionaron la decisión de la Corte Suprema sobre las elecciones. Y no es para menos: dentro de la máxima instancia judicial de los Estados Unidos dominaban los conservadores, razón que muchos argumentaron para decir que la elección estuvo trucada. Indiferentemente, el ascenso de Bush Jr. a la presidencia del país significó un quiebre en muchos aspectos: no solo acabó con el predominio demócrata de los últimos ocho años, lleno de escándalos y tensiones internas, sino que también trajo de vuelta la sombra estadounidense en el mundo: en menos de un año, el atentado contra las torres gemelas de Nueva York inauguró una nueva etapa en la historia americana, ahora con un nuevo villano que sustituía al comunismo, uno más complejo de localizar: el terrorismo.