Alexander Cambero: Elecciones a la uruguaya

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El pasado 27 de octubre se llevaron a cabo las elecciones presidenciales y legislativas en Uruguay. Teníamos semanas haciéndole un análisis exhaustivo. Solo qué el día de los comicios pudimos tomar dimensión del gran ejemplo de civilidad que es en su esencia el alma uruguaya. El presidente de la República, Luis Lacalle Pou, fue a sufragar manejando su coche. Nada de andar acompañado por treinta camionetas cargadas de anillos de seguridad. Con drones y francotiradores por doquier en el ensamble del miedo ante la impopularidad que genera un gigantesco rechazo de una gestión pulverizada. Un hombre con una gran sencillez se bajó del vehículo para hacerse fotos con todos al llegar a su centro de votación. Iba saludando en amena conversación a los ciudadanos sin importarle su color político. Ni un solo escolta para salvaguardar los pasos del primer mandatario. Pasó por puestos de venta en donde los dueños de los mismos le ofrecieron sus productos al precio del mercado. Para ellos simplemente era un potencial cliente. Lo que trasmite Luis Lacalle Pou es la de un ser de carne y hueso tan similar a sus congéneres. Al llegar a la mesa saludó a cada uno con deferencia. La cordialidad que se refleja entre los miembros de mesa es contagiante. Comparten los alimentos. Acá comen en familia, sin importar las separatistas diferencias ideológicas. Su centro electoral estaba en pleno departamento de Canelones. No votó en un estamento militar para huir del rechazo del ciudadano. Al salir dio una rueda de prensa en un tono de concordia y respeto. Un lenguaje culto en donde no cabe el agravio. Sus reflexiones en un clima sereno en donde no existe revanchismo. Luego salió en su coche a almorzar en un lugar campestre un buen cordero. Sin de lujos ni mucho menos. Tampoco cerraron el sitio porque llegó el presidente. Una estancia donde se consiguió con humildes comensales de todos los partidos que llegaron allí por casualidad. Un artesano le regaló un cuchillo con una empuñadura alusiva a caballos. Lo recibió como cuando te encuentras con un buen amigo. Asombra la simplicidad de cómo se conduce.

El candidato presidencial del tradicional partido Colorado, Andrés Ojeda, antes de ir a sufragar, fue al gimnasio como habitualmente lo hace. Un buen periodo de ejercicios que terminaron con una rutina de flexiones de pecho. Para este carismático político, el día de la elección no cambia su rutina de vida. Una buena ducha para luego desayunar light y listo para la lucha.

El nominado por el partido Nacional, el veterinario Álvaro Delgado, salió de su inmueble para ir a votar a media mañana. Al llegar saludó a todos con alegría. Al entrar a su mesa se encontró con una cola que tuvo que hacer. Es saber respetar el derecho que tiene aquel que llegó primero. Una manera de mostrar gran educación y civismo para con toda la ciudadanía.

El abanderado de la izquierda historiador Yamandú Orsi llegó a su centro vestido de azul con un tono jovial característico de un profesor acostumbrado al trato diario con jóvenes. No es la típica verborrea de la pugnaz zurda ideológica. Es un líder equilibrado que no busca resquebrajar el ambiente.

Al final de la elección lograron pasar a segunda vuelta Yamandú Orsi y Álvaro Delgado, en lo que se prevé una muy reñida elección que se realizará el próximo 24 de noviembre.

A sabiendas de que somos realidades distintas. Existen cosas que llaman profundamente la atención. El lenguaje del debate es sumamente respetuoso. Las ideas se defienden con ardor, sin caer en la agresión personal. La descalificación monopolizando los medios de propaganda del estado no existe. El ventajismo oficial utilizando los recursos del estado para alimentar sus groseras pretensiones no ocurre en esta República. Los órganos del estado no están al servicio de un proyecto hegemónico. En esta nación se respeta la autonomía de los poderes. En Uruguay no se persigue a quien se atreve a pensar distinto. No existe un solo preso político. Menos, jóvenes y niños metidos en una especie campo de concentración en donde se violan sistemática y consistentemente sus derechos humanos ante la vista gorda de las autoridades. Tampoco se inhabilita políticamente a alguien por tenerle miedo a su liderazgo popular. Los partidos políticos opositores no han sido embargados para entregarles sus directivas, símbolos y bienes a socios del botín. No se clausuran emisoras de radio y televisión por el simple hecho de respetar la libertad de expresión. No se colocan barricadas para impedir que el candidato opositor llegue a las concentraciones. Igualmente, no secuestran dirigentes políticos inventándoles expedientes amañados, menos se roban una elección. El órgano electoral es autónomo, al igual que el poder judicial. Quien gane el próximo 24 de noviembre será el producto de la decisión popular, no de imponerse por la fuerza, llevándose en los cachos a la nación. En cuarenta años de democracia no existen casos de políticos que haya muertos en extrañas circunstancias dentro de un reclusorio, en definitiva la democracia se ejerce con decencia. Seguramente tendrán fallas, pero es indiscutible que tenemos mucho que aprender.

@alecambero

 

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